6/24/2010

LIBRO
Tengo las piedras en los bolsillos, sé
la corazonada de cuando se acabará el cuento
y la tapa posterior se cierra en un suspiro
y busca otra historia que le de agua
a los perros callejeros que rondaban el pasado.
A mi boca llegan todos los ojos enrojecidos
y en sus recuerdos traen condiciones irrefutables.
Ay! de mí, los amores que se escapen,
no hay cabida en el sol para unas nuevas explosiones.
Todas las mañanas el resabio de mis bigotes
desaparece en la ducha, en la copa corroída,
en la comida inacabada, en el beso de mi amiga
constipada y dividida, anonadada en mis expiaciones
y no deja ni medio espacio a la eternidad
del momento indefinido por la nada que nos rodea
como trabajos y relaciones embarazosas
en el contexto circundante de los partidos de belleza.
La nobleza es un caso cerrado de ante mano,
lo mundano de las circunvalaciones cerebrales lo decretan,
la soberanía de la realidad se evapora en la portada
de una revista sandunguera, gamberra descolorida
y camino por la vereda de lo que fue mi hogar
imaginando el ayer como un rebosante mendigo.
En aquellas circunstancias Dios es el hielo
del licor cuando es adicto cuando los pies se tornan plomo.
Las gavetas del honor sin familia escapando
como pájaros tirando al Eolo papeluchos
que adquirieron en tribunales chistosos de mala muerte.
Me pregunta cada madre -¿qué prefiere en su linaje?-
Las convulsiones dominicales dicen “quiero una cerveza”.
Yo ni siquiera cito a Sócrates tremebundo y legionario,
pues tengo la respuesta en la cresta sucia de mi lengua
donde no diviso más que un beso que me falta
mi saliva rebullendo cual los deseos de pueblos fantasmas,
las señales que aparecen en pétalos virginales,
las prostitutas azoradas que me abrazan en sus carbones,
bloody Mary, Chivas Regal, Stolischnaya, Fernet,
Martín dry, menta glaciar, sangría española,
Laura, Fernanda, Josefina, Ana, Rosa, Maria, Soledad,
sexo en la playa en la roca de Isla Negra en el verano,
la rubia platino de la esquina de la calle de mi ex novia;
los delincuentes de la Vega que me obsequian relojes
con pulseras de plata que cambio por aviones,
mariscales y sopaipas, habanos Cubanos,
discos de vinilo salpicados con fluidos de naciones oprimidas,
tribulaciones insensatas de homologaciones agarrotadas
con burgueses aletargados que añoran mi presencia,
polvos inmaculados en las chinganas de la corrupción
de la policía que se esconde en los callejones inmunes;
antigüedades preciosas, otro día en las nubes
con mis camaradas eternos: los de oro amarillo,
mis chaquetas y mis abrigos, mis galas refulgentes
que atraen al fénix de la mañana que sigue.
No tengo mentiras en la mirada que despliego,
hay flores de la sonrisa y cariños en las espaldas
hay versos con coronas que son justos y luminosos
yo no temo a la noche constante
pues voy de la mano con la mañana
en la portada de este libro escandalizado y maldito
que nunca jamás se acaba aunque la muerte nos separe.

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