Los meses sin tu palabra han sido la paradoja de mis sueños yo no sé dejar comida en la bandeja de plata y por ende, los vasos tienen más azul que el horizonte. Creo que no sabes restar los violentos malos momentos de la noche y el étil. Si me vieras el exilio tiene flores rojas y celestes a veces salen de mis fosas nasales unas nieves bermellón que me dicen que puedo morir la noche del mañana pero despierto nuevamente con el mismo traje decadente haciendo manjares a mi boca seca con lo poco que queda. Y si!, me acuerdo de ti más de una vez al día pero la esperanza es como ir al baño tras la última cerveza que jamás es la última cerveza. Todo tiene precio, es cierto no obstante, me he olvidado de las micros y los borregos que jamás serán leones en la jaula infinita de ese metal de ese papel que solía diluirse en las ideas absurdas de lo que es el amor, el amor es un fetiche resbaloso que somete los cráneos en una fiesta muy difusa. Ya no me amas lo sé por la mañana y los sueños en que la epilepsia me muerde la lengua cuando mi sobrevivencia me despierta como un fantasma cariñoso que me susurra que estoy solo. Sé que las mañanas traen virulentas noticias en sus alas de papel marchito sin embargo, los gatos cantan en la ventana y las mariposas viven otro suspiro más en la celebración de la cama. ¿Cómo me llamas por el nombre de ese ángel caído? ¿Si yo te di piedras para romper las cadenas del sucio conocimiento de los vencidos de antemano? ¿Es qué quizá no recuerdas los parques con dinamita? ¿Es qué olvidaste a la pequeña en la fotografía del mañana? Yo bien conozco las cascadas de la desventura pero mis ojos escupen una savia de raíces demasiado largas. Aún no entiendo: perdona mi brutalidad, mi maldito genio el ser “tan desagradable como siempre” es qué sólo veo crecer madrigales en lugares desconocidos, empero, quiero que tus próximas lenguas saboreen los tonos de las columnas del castillo en el cielo donde nunca vivimos pues mucho me haría triste dejarte en banca rota (como lo hiciste tú conmigo).
Inevitablemente sé, con todas mis cargas secas. Regreso al momento en que solos conocemos cualquiera de los cielos: yo y mis palabras somos todos los amigos del mundo y que jamás se separarían vapuleando de raíz los conceptos del abismo mientras escupen semillas de otros universos sobre la panza corruptible de los rotos corazones. Sin embargo, el recuerdo se sienta en esta mesa de vidrio, aislada, en esta isla de botellas con mensajes tristes y baila y baila la melodía de una canción muy lejana integrando a su ballet hermosas mujeres que pasaron por mi cama como por una duna inclinada marcada con pequeños pies descalzos y enmascaradas con las drogas de sendos paraísos. Ni bien conozco las letras de sus nombres ni bien desperté de la quimera en sus espaldas ni bien la amarilla luz de la estrella generó alguna expectativa, pero todo brillaba en la oscuridad de mi habitación cual unas hijas bastardas de la penúltima centella. Esta noche todos los vinos corren por mi sangre, Cristo trismegisto no alcanzaría a ser la persona. Ocupo mis ojos en penetraciones de pupilas para escuchar halagos superfluos de mis paupérrimos bolsillos. En estos doce pestañeos termina el final suspiro aquel que es blanquecino sobre la alfombra negra del pubis de mi cortesana y luego, de las hogueras del edén más torrencial el bien y el mal, nuevamente, regresan a cortarse con sus espadas oxidadas: “buenos días, mujer ¿ha sido esta noche el día que imaginabas?” En su boquita está la nada mezclada con una aventura que se deja mimar, frotar bañar. En su aliento el malestar de una centena de licores, en sus ojos cerrados las promesas de unos mundos desconocidos en sus palabras el bullicioso mutismo de que jamás volveré a follarla.
Yo mismo soy
una política pasada
de copas, mi estilo
cien mil veces embriagado
cual un pájaro de la postrimería que pasea
en un acuario de realidad
estrellándose con el cristal que separa
la vida de la vida.
Advierto al lector:
esto NO es literatura, es un complejo MECANISMO DE DEFENSA...