5/27/2010

BESO


Cuando me encuentro conmigo

sé que me falta un beso

y me llevo a algún puerto ámbar.

Sé volar por las luces, mas no alcanza la fuerza

de las mandíbulas cortesanas

a llenar

el estanque de las avionetas muertas de mi destino.

No me interesa nada con alma,

quizá las piernas de Johanna,

sus hijos incorpóreos y mi mañana inexistente.

Mientras tanto mis dientes se caen en las auroras

de oro

de plata

de metales ansiosos

de tenues golpecitos que generan electricidad

de leche desconocida salvo el final del profiláctico.

¿Qué hace esa lengua extraña en el músculo de mi boca?

No la veo, mis ojos conjeturan

cual si no fuesen mis propios esclavos,

toda la insurrección de mi piel me recuerda la soledad.

¿Y qué hago con estos insurgentes apéndices dolorosos

que se cuelan en las váginas menos sospechadas?

No hay en mis labios separaciones bonitas,

no hay en mis brazos mañanas tormentosos

al lado de la hoguera celestial del abrazo

no hay calefacción en este dantesco departamento,

lo que no está es lo que tengo

y eso es el beso que le falta a mi boca.

5/20/2010

x .

X

Los meses sin tu palabra
han sido la paradoja de mis sueños
yo no sé dejar comida en la bandeja de plata
y por ende, los vasos tienen más azul
que el horizonte.
Creo que no sabes restar
los
violentos
malos
momentos
de la noche y el étil.
Si me vieras
el exilio tiene flores
rojas y celestes
a veces salen de mis fosas nasales
unas nieves bermellón
que me dicen que puedo morir
la noche del mañana
pero despierto nuevamente
con el mismo traje decadente
haciendo manjares a mi boca seca
con lo poco que queda.
Y si!, me acuerdo de ti
más de una vez al día
pero la esperanza es como ir al baño
tras la última cerveza
que jamás es la última cerveza.
Todo tiene precio, es cierto
no obstante, me he olvidado
de las micros y los borregos
que jamás serán leones
en la jaula infinita de ese metal
de ese papel
que solía diluirse en las ideas absurdas
de lo que es el amor,
el amor es un fetiche resbaloso
que somete los cráneos en una fiesta muy difusa.
Ya no me amas lo sé
por la mañana y los sueños
en que la epilepsia me muerde la lengua
cuando mi sobrevivencia me despierta
como un fantasma cariñoso
que me susurra que estoy solo.
Sé que las mañanas traen virulentas noticias
en sus alas de papel marchito
sin embargo, los gatos cantan en la ventana
y las mariposas viven otro suspiro más
en la celebración de la cama.
¿Cómo me llamas por el nombre de ese ángel caído?
¿Si yo te di piedras para romper las cadenas
del sucio conocimiento de los vencidos de antemano?
¿Es qué quizá no recuerdas los parques con dinamita?
¿Es qué olvidaste a la pequeña en la fotografía del mañana?
Yo bien conozco las cascadas de la desventura
pero mis ojos escupen una savia de raíces demasiado largas.
Aún no entiendo: perdona mi brutalidad, mi maldito genio
el ser
“tan desagradable como siempre”
es qué sólo veo crecer madrigales en lugares desconocidos,
empero, quiero que tus próximas lenguas
saboreen los tonos de las columnas del castillo en el cielo
donde nunca vivimos
pues mucho me haría triste dejarte en banca rota
(como lo hiciste tú conmigo).

5/13/2010

LA PUNKY


Marx mira desde la foto de la pared del cielo

qué más rebeldía que los espasmos de mi soledad gamberra?

He oído los temblores de una estancia paralela

la sensación de que todo termina hizo que olvidase

la calle que pise cuatro mil horas.

Podría cantar con certeza desde lo más filoso de este cuchillo,

que todas las tormentas mojan al sol cuando despierto solitario.

Sin embargo, me gustan todos los días,

sus reversos altruistas que me generan nombres de mujeres en el recuerdo,

letras en la imagen, sal y comida, todas esas hembras

que bailan mi letanía embarazadas de los versos que elucubro en sus calzones.

Estoy afuera de la realidad experimentando las lenguas de vocaciones inconclusas

que no exista final es la angustia de estas latas amigas.

En este enorme día quiero recordar que fui un niño:

así qué llora, zorrita! quiero ver mi rostro reflejado en los cristales de tus mejillas

y solamente dormir mientras el mundo se acaba y me deja tranquilo.

Salto en mi propia aura demacrada, mi saliva no flota

en el mar se homogeniza mi imaginación hundida.

Todas mis muñecas son guerras contra la pared

cuando mi cabeza se azota en las crestas de algún pecho fraterno.

Me he drogado con tu nombre Pamela,

quedan hilos de oro en la almohada destruida

cuando acaba la botella y me deja enredado en la última letra de tu apodo, zorrita.

Quedan metales rubicundos en mi barba

no sé en qué momento te apreté con desesperación las piernas,

estás llena de mi veneno: tu boca bien conoció los recovecos de las ilusiones nonatas

muerde nuevamente mi alma en tu susurro

que quiero escucharla delicada y furibunda para saber de donde he venido.

5/11/2010

NATALIE



los Griegos sentían el placer en las puntas

de los vellos del rey Narciso.

Hoy por hoy, el desenfreno elabora

una elite descabellada que utiliza espacios

predeterminados para menearse

en un ambiente con hedor a sodomía.

Esa noche, tú, me llamaste

como si no fueses mía

y me dijiste que

(la mitad de)

una de tus hermanas regresaba

desde Marsella

y que debíamos beber un licor amargo

en el origen nuevo de su presencia

en el infierno santiaguino de estas noches in interminables.

Yo, te seguiría hasta que mis alas desaparecieran,

sin embargo, cuando los platónicos bailaban desnudos a mi lado,

te ví besándolo a él

y una espina neutra

le dibujo a mi corazón una invertida sonrisa de payaso desesperado.

Por otra parte, incluso yo deseaba

que alguna golondrina ebria se topará de frente

con mis saetas precisas: con mi mirada engalanada,

sólo eso me bastaba para terminar el perfume

con sus setecientos tonos

en las paredes astutas de mi cama aventurera.

Pero la pequeña Gala pelirroja se colgó de los alambres de mi pecho.

Ella no sabía que, antes, yo recorrí la sangre

de su casta por los interiores femíneos,

mientras en tu beso a otro

veía

la destrucción colosal

de tu imagen

y la mía

en las praderas,

las que se pigmentan con el sudor verde del rocío sureño,

mi lengua también bailaba en otra boca recordándote,

puede que incluso el sabor de la saliva fuera un paradigma genético.

Tu hermana Francesa poseía en las garras el símil metafórico

de nuestra última noche.

Considero la luz de qué cuando besábamos

distantes raudas bocas atrevidas,

nos seguíamos divisando

el otro

al otro

en el fondo

de cien vasos

vacios que no se llenan con nada.

Yo aproveché de dejar de mirarte

y me perdí

en los ojazos tristes y azules de tu clan

por el instante

cuando acariciaba

las cúpricas cascadas de la cabellera de aquella

petit madamoiselle

y comprendía los arrebatos de Verlaine, Delacroix y La Rochefoucauld

en las mordidas mansas que le proponía a sus bermellones labios.

Empero, cual un avechucho mísero y husmeador mi ojo

te seguía adulando como si él mismo fuera

la carne del afortunado besador de tu boca mía.

Sé que no puedo llorar mientras ahorco a un querube,

mas besarte de nuevo tras la puerta lejana

es cabalgar despierto en la pesadilla de los amores imposibles

como siempre

y para siempre…

5/03/2010

DEAD

Inevitablemente sé,
con todas mis cargas secas.
Regreso al momento en que solos
conocemos cualquiera de los cielos:
yo y mis palabras somos todos los amigos del mundo
y que jamás se separarían
vapuleando de raíz los conceptos del abismo
mientras escupen semillas de otros universos
sobre la panza corruptible de los rotos corazones.
Sin embargo, el recuerdo se sienta en esta mesa
de vidrio, aislada, en esta isla de botellas con mensajes tristes
y baila y baila la melodía de una canción muy lejana
integrando a su ballet hermosas mujeres que pasaron por mi cama
como por una duna inclinada
marcada con pequeños pies descalzos
y enmascaradas con las drogas de sendos paraísos.
Ni bien conozco las letras de sus nombres
ni bien desperté de la quimera en sus espaldas
ni bien la amarilla luz de la estrella generó alguna expectativa,
pero todo brillaba en la oscuridad de mi habitación
cual unas hijas bastardas de la penúltima centella.
Esta noche todos los vinos corren por mi sangre,
Cristo trismegisto no alcanzaría a ser la persona.
Ocupo mis ojos en penetraciones de pupilas
para escuchar halagos superfluos de mis paupérrimos bolsillos.
En estos doce pestañeos termina el final suspiro
aquel que es blanquecino
sobre la alfombra negra del pubis de mi cortesana
y luego, de las hogueras del edén más torrencial
el bien y el mal, nuevamente, regresan
a cortarse con sus espadas oxidadas:
“buenos días, mujer ¿ha sido esta noche
el día que imaginabas?”
En su boquita está la nada
mezclada con una aventura que se deja mimar,
frotar
bañar.
En su aliento el malestar de una centena de licores,
en sus ojos cerrados las promesas de unos mundos desconocidos
en sus palabras el bullicioso mutismo
de que jamás volveré a follarla.