10/31/2012

Fue demasiado el polvo roído, en la carrera. Bajo la luna. Mi boca se llenó del sabor de tierras oscuras y un suspiro de pobreza, tornóse una tormenta de arena negra que nubló la visión de los eternos envidiosos hijos de las peores quimeras enfermas. Mis huesos ya no aguantan los fuegos de antes. Prefiere el esqueleto danzar en el placer que reventar en paredes inacabables cristales frágilmente ardorosos: La ira es para perdedores afeitados de pelo-corto y comunes hasta confundirse con otro. Qué culpan a sus hermanos idiotas de los estructurados planes de los demonios que no conocen… Y odian a los pájaros brillantes que emigran hacía el arcoíris constante de la buena vida: la libertad de poder ser todos los que se arrastran por la vida.

10/20/2012

Es delgada, tiene meneos de calavera que recuerdan el hambre en África y generan ternura inmediata. Pero a diferencia de todas, es su naturaleza biológica, pues manifiesta su deseo de ser una gorda mantenida por su esposo. Es particularmente evidente su delgadez en la nitidez de sus movimientos desde las articulaciones bien marcadas. Es flaca (su flaqueza es otro asunto). Tocarla es una experiencia intelectualmente anatómica: osteología pura, al servicio de la percepción científica de la estructura del cuerpo humano. Pero es sensual, es histriónica y humorista. Se conoce tanto que devanea en la estética a su favor. Conoce el ojo inflamado del amante recorrido. Te dice “toma mi cintura con una mano” “experimenta el poder, gordo inflamado de deseos” “tómame como quien toma una rama del árbol de la vida”…
En la noción del tiempo perdida: se encuentra el pasado con la reflexión y el futuro con un sueño, el presente con el goce y yo con un segundo de placer que de infinito resulta inexplicablemente intenso.

10/12/2012

Esa MUJER Esa mujer dice muchas cosas absurdas. Pero puede ser también que me he pasado tanto tiempo reflexionando, criticando y leyendo, que mi lenguaje se amplió hasta un infinito en que se me redujo proporcionalmente la cantidad de palabras necesarias para que yo comprendiera algún asunto de trascendental importancia y por ende también la cantidad de palabras con que lo explicara. Cambié las extensas novelas que producen una transformación positiva en el alma (y, que por cierto, por su extensión y su precio se vuelven elitistas) por simples poemas chinos y por la antipoesía de Parra y Lira. Cambié los miles de tomos de Filosofía, Sociología, Antropología y Psicología por los aforismos de Nietzsche. Cuando digo algo, una frase corta compuesta por palabras simples (en el sentido de que no poseen muchos sinónimos y son bien conocidas transversalmente en la sociedad), estoy queriendo plantear algo más allá de la expresión manifiesta en lo superfluo de su primer o común sentido de interpretación. Por ejemplo: si yo digo “Hay que robarse los libros” en realidad (o no sé si “realidad” es el concepto preciso para que lo entiendan). Estoy postulando que: “el sistema capitalista-imperialista se ha encargado de minimizar la importancia fundamental de la lectura a través de los medios de comunicación -inmediatos- de masas y el alto costo de las producciones literarias. Lo han hecho así con el arte en general. Lo hacen en los colegios. El arte y su devenir en la conciencia son para la elite. Pienso que ello tiene mucho sentido cuando me imagino a la clase dominante elucubrando la posibilidad de que un día dejar de poder controlar a las masas, al pueblo, pues éste ha conocido la libertad y el pensamiento crítico a través de las creaciones humanas del arte y la ciencia. En resumen: al poder no le interesa y va a evitar a toda costa que el pueblo (la masa que los mantiene en el trono) lea. Y por eso, a los que tenemos la suerte de estar familiarizados con la importancia fundamental que tiene el conocimiento depositado en los libros, pero no disponemos del dinero suficiente para adquirirlos y también sobrevivir (y no es una exageración), sólo nos queda conseguirnos los libros en las empolvadas bibliotecas y no devolverlos en vista de que a nadie le importa, fotocopiar los libros que te prestan tus amistades académicas embriagadas o descargar desde el internet los libros necesarios no retribuyendo como es debido el trabajo del autor… :UN ROBO. Eso es robarse un libro para mí cuando lo digo (aunque tampoco me perturbaría la idea de hacer un “alunizaje” en la Librería Nacional). Esa mujer me trata de delincuente y de loco. Pues además de no comprender sensiblemente el trasfondo subjetivo de mi afirmación verbal, le resulta inconcebible que un profesional cuestione a su escuela de origen rayándole las murallas y botando los semáforos de la esquina, que no tenga el mentado papel de título que lo certifique como LO QUE ES a los ojos muertos de la validación social burocrática determinante y que además siga manteniendo el mismo look de cuando tenía como dieciocho años, viéndome siempre como un •joven• en contraste con ella que tiene mi misma edad pero se ve como una vieja de mierda, frustrada y melancólica. Esa mujer dijo una vez, que ella era de “centro-derecha”. Hasta el día de hoy no puedo comprender, dado que no fue capaz tampoco de argumentarlo sin alterarse y maldecir gratuitamente, ¡qué demonios es la “centro-derecha”!. Imagino que –eso- debe ser una suerte de retórica de desvinculación diplomática de la figura de Pinochet, del dictador asesino, políticamente aceptable. Que tiene que ver con un respeto irracional y dogmático a viejos paradigmas autoritarios que facilitan la vida del irresponsable de sus actos condenado al orden imperante, sumiso y despótico, cristiano puro, pero asegurado laboralmente de antemano por la herencia familiar. No obstante, conociendo a esa mujer como la conozco, no creo que sea –eso- en su caso. Más bien, para ella, considero que ser de “centro-derecha” significaba un ícono de ego: “dejé de ser pobre yo sola”, “ahora los bancos y las casas comerciales me dan más crédito”, “ahora pago impuestos por mi sueldo”, “ahora tengo un 4x4”, “ahora hago lo que mis patrones hacen: viajo en avión, desayuno saludable, mi hijo va en el mismo jardín que el de mi jefe, me doy unos cuantos gustos como yoga y gimnasio y me siento superior a la media de donde provengo”. Esa mujer se vanagloria, ¡Se vanagloria! Diciendo que ella es “estructurada” (no conoce la metáfora de lo que significa estructura). Parece que no sabe que las estructuras inevitablemente y tarde o temprano, se derrumban de forma triste, sean pirámides de Giza o torres gemelas o casas tras un terremoto. Que mientras más duro e incuestionable sea el material de su formación y creación, más rápido caen y ceden: se quiebran. La arquitectura es superflua cuando carece de una profundidad de sentido estético (lo saben bien los arquitectos que diseñan desde el pensamiento) y cede ante los más inesperados fenómenos de la naturaleza y la naturaleza humana. Ella no sabe que es mejor ser flexible que ser “estructurado”. Recibir balas, recibir golpes, recibir fenómenos de la naturaleza y la naturaleza humana, sin que dañen nada en ti, sino que se absorban y reboten dejando lo mejor y llevándose lo malo. Esa mujer quería ganar a toda costa. El triunfo para ella se basaba en su narcisismo saciado por la opinión del ‘otro’ homólogo winner o en decir la última palabra generando daño al que la cuestionaba, desvalidándolo. Cuando sentía que perdía algo, ese algo se transformaba a priori en maligno para todos los demás. Y era necesario destruirlo antes de que generara conjeturas al respecto. Esa mujer era dura como una piedra, en aquella circunstancia nunca me imaginé que también sangraba. Es sólo que estábamos follando y de la nada ella empezó a injuriarme, a maltratarme, a golpearme, a humillarme… Le propongo, señor juez, antes de la condena, algo llamado empatía. Sé que no tengo justificación ni perdón, yo odio a los hombres que golpean a las mujeres pues son unos abusivos, sé que merezco un castigo, ciertamente…

10/11/2012

Al comienzo, cuando era un cachorro, era simpático. El primer mes, cuando llegó, era tímido hasta el extremo, pasaba la mayor parte del día durmiendo. Al otro mes, hacía travesuras graciosas, difíciles de reprender dado su matiz infante de inocencia. Conforme pasó el tiempo su dueño empezó a evaluar su amor, en el reconocimiento del sacrificio mensual que hacía por el bien del animalito, bajo la vara tristemente indiscutible del dinero. Empezó a considerar las necesidades como gastos, bajo el influjo maldito de aquella patraña social del éxito. Se alejó notoriamente de su gatito, dejándolo crecer prácticamente solo, mientras solamente le brindaba comodidades vanagloriándose de su cariño por él. Comenzaron a fastidiarle los pelos en la ropa, las pisadas marcadas por la casa, las travesuras siempre inocentes. Todo lo que al principio amó, ahora era un mal rato. Ya no le hablaba. A penas se saludaban y cada uno seguía con su vida envidiándose mutuamente la libertad del otro. Su idea de familia se redujo a compartir un techo y algunas paredes. Una tarde de un día cualquiera de la semana laboral, el “dueño” bebía frente a la computadora y el gato dormía enredado en el sofá. Como siempre que ambos estaban solos. De repente, un poco desconcertado, el dueño comienza a percibir una especie de rugido, un rugido tan potente que poseía la certeza de que todos, a pesar de estar muchos kilómetros lejos de él, lo sentían igual de intenso y desgarrador. El piso de su apartamento comenzó a tambalearse, de modo que al intentar pararse estuvo a punto de caer. No le importó. Y antes de cualquier cosa corrió hasta el cuarto de bodega y cogió la caja de viaje del minino. Partió a buscarlo. El gato asustado por el temblor sumó también a su miedo el ver a su dueño intentando tomarlo desesperado. Al final lo agarró. Lo metió dentro de la caja y la puso junto a la puerta. Luego se ocupó de cortar la luz, el gas, sacar el dinero y los abrigos, todo en cosa de segundos y entre choques contra la pared. Cuando vio finalizado su plan de supervivencia tras el cataclismo, también había cesado el terremoto. Y todo quedó igual pero unos cuantos centímetros corrido. Se calmó y recuperó los latidos del corazón. Abrió la puerta de la caja de viaje del gato y éste salió corriendo y se agazapó tras un sillón y lo miró a los ojos con pánico. Él lo observo unos segundos y regresó frente a la computadora. Desde su asiento volvió a experimentar el miedo en los ojos del gato y lo llamó amorosamente, como cuando era cachorro. El gato corrió hasta sus brazos se acurrucó y ronroneó. Se miraron nuevamente a los ojos, fue menos de un segundo, y él lo acarició con ternura, comprendió que era su familia, su hijo, su hermano. E inconscientemente le pidió perdón por el pasado diciéndole –No temas, tu vida es más importante para mí, que cualquier cosa-.