8/27/2011

A: José Teodoro



Los vínculos, goce de subsistencia aunada
de las pobres familias, el azar de los graciosos
dados de dios elucubran; sin yo saber de casta
los alcoholes quizá lubrican la epifanía.
No se puede celebrar el mal-obrar del delirio
mas la conexión patógena trasciende la frontera.
Sin saber el camino, el cimiente del que generaste
la callejuela eterna que me llevó a tu destino,
y como toda la bohemia confluye donde mismo,
cielo e infierno se homogenizaron en un paraje bello
para nuestro (re-)encuentro. Quizá
“Dios escribe a reglón torcido”
este negro humor donde deviene el proceso del mal chiste.
Cuando al borde de un último soplo
un joven se viste de negro,
un viejo no recuerda nada
y se ríe de una humorada pasada.
La humanidad completa necesita de mártires
cual un vicio, cuando termina una leyenda triste
la felicidad se añora.
Yo caí del cielo más negro,
como un ángel cojo que remedio necesitaba,
entonces me volví sangre de tu sangre
reivindicando a nuestra raza que se extingue de la pena.
Y glorioso y borracho, como los tiempos del oscuro campo,
me prendé a vuestra hija
que le trajo la paz a todo el universo.
Los trenes al sur de a la nada nos pusieron en un vagón sempiterno
y hablamos de todo
lo que se resume en una remembranza
que se repite circular.
Sin ser tu heredero me vanaglorio de tu riqueza:
cielo
amor
paz
y tierra sureña
los goces de lo infinito de tu descendencia.
Hare homenaje a lo hombre del hombre
sin prejuicio de lo lóbrego del paso,
somos chocarrería, azar y tanteo,
deambular insomne del camino del catolicismo.
Y pereceremos como niños
al alero de la madre creadora del amor
fuente de toda la vida.
Alimenta la tierra de raíces de buenaventura
como una semilla de algarabía
que germinara eternamente.
Con amistad y respeto,
tu amigo Pavlo Zamorano,
“el barbón”