8/25/2008


Cuando miro la superflua,
abismáticamente, espiritualidad
del monte de la piedra, aquel largo verso
pulula fuegos neutros
entre el azur y otros aspectos filosóficos y gamberros.
Y camino por la letra A, bien yo:
bien nada, nada que nada
por aromática burbuja insípida del ideal heredero.

Lámparas rojas son las lágrimas del encanto
que finge, cromáticamente, los momentos
de la paz del momento.

Lloro en mi hombro de nuevo

¡¿Y qué ángel espero
en la lóbrega bóveda del futuro?!

El gran día, más o menos:
+ó – simbólicos
y dicotómicos payasos de los pasos
que tambaleantes rozan la asfáltica
promesa de algo original.

Sibilina causa del odio y sus matices
lumbreras: besan mis labios
como si nunca la pauta determinase
la paternidad caducada del rey.

Y con v e r s o
de la causa del sufrimiento;
una especie de política de neón
que se prostituye de papel y metal volátil.

Grandes lomos botan por la vereda
un dogma metafísico, un espasmo níveo
cual las tardes escarlatas del Norte
y sus espectros cancioneros y moribundos.

¡Y mis palabras son la calamitosa
riqueza de un dialéctico soplo
del mar de un lugar diferente al ovino!

Colgado al estilo primigenio de un nimbo
de una diadema de alimento-flor.

Mi madre muerta
le hace el amor al onírico
espacio donde bailan mis promesas
la lesa realidad
de un mal chiste, gracioso y negro
cual unos ojos cerrados, de niño,
por cierto. Todos nacemos antes
del paso primero, por lo cual, el camino
no es
una omnipotente
voluntad de la natura multiforme.

Esos atisbos son mil metralletas
que no saben hacer el silencio jamás.

La guerra que libero
financia los vómitos que decoran
aquella tumba que cubre el falo menguado
de los besos reales de la realeza del oro
que conocí mil veces más
que el empedernido medieval coterráneo
del terreno sagrado que ha soñado las noches
calidas del útero imaginario
de la primera mujer de la vida
del hombre.

¿Cuál es la sangre
que brota del suelo
de mi padre? Y

¿Dónde contiene el arroyo
donde diviso un rostro parecido al que creo
tener puesto en la boca?

He surcado los millones
de puertos de la lujuria en bidón.
Zalamero retrato de un infierno pausado
que me pisa la sombra en la memoria
del faro de Serena y Lo Prado.

Y la delincuencia una manifestación del matraz
que alberga los grados de ónice
que me calculan el amor de los recovecos del pasado:
cordón de nervios que desahucian mi vigilia
y el calcio abstracto que me sostiene en las nubes
cual un ritmo aceroso de pulsaciones y enigmas.

Elucubré los días con los ojos
en un allá: patológico método
de mundano devenir.

Y cuando llegabas siempre
tarde con tu cara de extraña,
y era desconocido por los trapos
que me cubren el alma,

una pasión sublimaba los violines
que hoy
suenan en mi soledad de vidrio cuproso.

Viví todas las vidas del pueblo y el burgo:
ave histriónica arrastrada por las yuntas
del Gran Otro, igualmente subyacente
al espejo donde miro taciturno
los puntos cardinales del esplín y las risas
caóticas de la esquizoparanoide
subjetividad de las culebras novicias
que ofrecen manzanas por hábito de inopia filogenética y maricona.

Cuando miro a mi lado,
la parca sonríe perniabierta
de púbicos lácteos de ácido desoxirribonucleico.

No hay capital

¡no hay capital!
Como concepto y llamas,

empero, compro los cereales de la carne y el olor,
del dolor y la lucha.

Todo por lo cual, llevo en mi bolso de cuero,
hojas y hojas
de los árboles trastornados que se me caen de la boca
cuando paso por el frente
de una
mentirosa y vieja sanguijuela hocicóna y maldita.

8/24/2008

GRACIOSA NEBLINA


Y soy la oscura, acera,
bruma del ocaso, que ampara
los detalles estéticos de un nirvana desconocido:
¡transmitido al id!,
desquiciado
por lo dañino de ciertos animales
nefastos y siúticos, lo nocivo
de las palabras ahuecadas de la musaraña
horrible y falsa, que me chupó
la sangre y la pena. Este despecho
descorazonado y peripatético espesor
de la antes
mencionada niebla
que viaja en derredor.
Este exilio, este planeta
de mandriles acomplejados por la competencia,
por las proyecciones,
por no conocer los espasmos directos
de la emoción bien definida,
bien nítida,
bien intencionada,
hermana y camarada,
compañera y savia.
Este mismo guerrillero que cae
y se levanta, que cae y se alza
con más vigor que vuestras zapatillas de marca,
con más rubor declarando su color,
con más espejos celestes de amores increíbles,
bellos, sublimes, mágicos.
Todo
bajo la neblina densa
que camina
esta noche por mi rostro
triste y contento,
alegre y burlesco y orgulloso
de no ser feliz:
porqué
¿qué clase de idiota podría ser feliz
en los últimos jirones
de esta absurda derrota sin final?

8/17/2008

AMENAZA


Ya es tarde. Que bufa secuela,
este domingo fatuo, me he dado
cuenta el real matiz
de la senda insociable.

Yo no tengo lagrimas, ni flores,
ni frutas, ni colores:

los maestros me mostraron que nada
es cierto; fosas nihilistas de metafísicos rabiosos

que babean
en la entrada de la casa
de remolienda.

Nadie puede decirme una palabra chocarrera,
una inopia semántica
de gusanos
y viejas de mierda
con olor a pachulí.

Nadie puede dirigirse
hacia mí
sin antes prometerme ser

historia y savia.

8/08/2008


Cuando caminábamos de espalda;
uno contra el otro, esas guerras
que se ganan y siembran
el día de después: la alegría,
abiertos a diez mil dagas
los pechos saltaban un ritmo cardiaco y melancólico
cual un festín enemigo,
magnético de circunstancias graves, esquemas de acero maldito.
Y como la hoguera exagerada del átomo partido, deshicimos
los metales que cortaban
nuestro amor imperfecto y sublime
y conocimos los zapatos puntiagudos de la victoria,
por lo menos; aquel dolor prometido
por cavernas adornadas.
Fuimos los amantes
y los niños en del vergel.
Todos tus trajes eran tan azules
de mi erotismo en tus piernas,
¡Mátame! Me salpicabas
con tu palabra en la sien cuando poseído
por el mundo estallaba de neones
sobre mis hombros de hierro perdido.
Y siempre fui tuyo,
como hoy y esta hora
que le aparece en el vientre al papel de nosotros.
A veces amo el odio
que te tengo cuando yo soy tú. Amo
hasta tu adiós
mentiroso y sus maletas ociosas
de un reencuentro de destino
y sus albañiles besos por la piel
de nuestro cuerpo fundido
sobre las camas del planeta
que es nuestro y no nos pertenece.

¿Cuántas veces hemos sido
aquel poema que retorcido
se expande a los prejuicios
del deseo insano de los demás
por poseer tales tesoros?

Sólo tú sabes
como es posible comernos
la sangre: ese es el pacto
que nos ha hecho familia, mi querida bruja,
en la postrimería
del ayer y la noche
eterna de este resto que habitamos
después de los “nuestros”

¡Cómo es de absurdo el telón
que nos cubre
el horizonte que sobrepasamos
sin hacer nada!

IRONIA (1)


Y si elucubraba cierto ensalmo, pensaba yo

de frente al esqueleto barbudo de aquella pobre

alma tan nimia como sola,

¿qué valor le asignaría,

diferentemente, a su mugrosa realidad

de asfalto y mendrugo?

Si a veces se confundía su voz con la mía, hilarante

de situaciones difusas más inciertas que los recuerdos

vagabundos de ID,

era producto de la viciosa escapatoria

en los brazos emplumados del narcótico

apropiado

para cada quien y su tiempo que corre

en frecuencias de soles distintos y sin días

definidos por barreras permeables.


Quizás aquello me hacia volar en su dialecto

particular de suburbial engendro de la política

democrática del infierno

en el que su madre se embarazó en la primavera

misma de los designios de los negativos filósofos muertos…

Discurría su discurso frenético del hambre

de sus pulmones y los centros más nerviosos

de su desecada dermis de esmirriado haragán,

todo por la pasta, por el blanco

clorhidrato diluido en la bazofia

de los rancios madrigales de algún insecto baboso

por la química nefasta: alquimias futuristas

que anteponen la muerte a la desesperación

revolucionaria de los corazones oprimidos

por las bandadas de pájaros malditos que chupan la sangre

capital del sudor del obrero que solamente

puede robar

el valor de las sociedades estadounidenses de la risa misma.

-¡Que ironía!- le gritaban las ratas al paso

neurasténico que daba por la barriada de su arrabal

trasgresor de toda ley de socializados

autoritarios animales de protección burguesa,

al verle pasar tan difunto como su alimento

subterráneo a los pies de una roca metafísica

con una cruz ladeada.


¡Que ironía! Pensaba yo cual si chocasen las sentencias mismas,

que aparecen en el papel albino de mis observaciones taciturnas,

en mi sien dilatada de metales parecidos a la leyenda del nirvana

y las reivindicaciones del mundo de los pobres diablos

que mueren todos los fines de semana en la vereda

de las iglesias evangélicas y los bares clandestinos

de los magnates soberbios que chocan

sus copas de champagne contra la pellejería

de la cotidianidad de los vencidos.