10/13/2010

AD VERTENCIA


De advertirle con cada grano de la arena del espacio
, cual si no fuese tan versátil la seda del sentimiento,
se le da el error de utilizar la sutileza necia de las superficies,
me cansé de flotar como excremento perfumado
e invoqué al millón de frutas frescas del rocío de la belleza,
créeme cuando no alcanza el recuerdo a nominar la aventura,
y muté de nuevo: ardiente entre los dedos,
volveré a mojar los arcanos de la lluvia de las cabelleras
de las piernas de los ojos de las hermanas alegres,
he mirado el infinito en el último peldaño.
Dios me vio con los cirios en las puntas de las alas.
Me creyó. No mentía, yo nunca mentía.
Pues yo quería la cascada petulante de un propio palacio,
sus verdes libros germinando en la mollera del viento,
los días de la joya donde vuelvo al origen, Geas, Uranos,
el estado del cero en el arco del guerrero.
Y el imán invencible me arrastra hasta el averno simple
como el circulo vicioso que esboza la piedra en el lago.
Me duele la sien, patadas de acero de la pistola fantasma,
las uñas filosas de la gata nocturna. Es la última bala,
veré que hago con ella en la boca del payaso,
estoy cansado de los bodrios mundanos circundantes,
los pedantes, los huasos, los ignorantes.
Se acabó la academia de vuelo, se cayó el avión del destino:
ellos no hablan nada, menos lograran ver en tu diadema la vida.