ANIMALES
Seré el perro ciego,
seré el gato que pasea
y en ventanas ajenas ojearé el
panorama
mientras no signifique un drama
para esa cualquiera que desnuda
pasea
por su cuarto como si nada
meneándose natural y plena. Como si
todo
estaré pendiente de sus pasos
y, eventualmente, en su regazo
me acostaré a recibir sólo
caricias,
mientras emito un sonido de placer
o mejor dicho ronroneo sin cesar
al estar en ese paraíso de sus
piernas.
Seré otra bestia también,
una de esas salvajes,
de esas con ojos que no miran a
ninguna parte
y que por ende, cuando se fijan
sobre una delicia, no hacen nada
más
que abocarse a ella hasta morderla
de caricias.
Seré otra vez un pájaro que trina,
haré una canción linda,
procuraré que eso sea irrefutable
y amablemente se la dedicaré a esa
parte
del árbol de la vida, en donde ella
yace
tendida sobre una hamaca
manufacturada con mis sueños
animales.
Niños que ven fantasmas hablan
a veces conmigo.
Me dicen que “Es bueno tenerlos de
amigos,
ellos no dan ninguna pauta
ni buscan ningún sentido”.
“Ellos no se preocupan de las
cadenas que cargan
e incluso se adornan las muñecas
con sus eslabones brillantes”.
“No se incomodan por el -antes-
y mucho menos por el –después-,
dado qué para ellos todo es
infinito,
hasta el sonido blanco
del refrigerador haciendo hielo
o el pestañear de un viajero
que observa un paisaje inexplorado”.
Me dicen que “No les tenga miedo,
que no es bueno temblar ante lo
desconocido”.
Para algunos de ellos sus fantasmas
son seres queridos, un abuelo, un primo
fallecido.
Para otros son personajes
cualquiera
que murieron jóvenes por una
enfermedad
o que dejaron de existir
injustamente en una guerra,
pero todos coinciden en que no
debería haber nadie que les tema,
pues ellos, los fantasmas de cada
uno, siempre algo enseñan.
No estoy nunca seguro, en frente de
mi casa vive una policía.
A veces ella me saluda con un frío “buenos
días”
cuando va a trabajar de uniforme, a
la misma hora
en que yo maldigo mi suerte por
tener que levantarme rutinariamente
al mismo tiempo que ella,
y su mirada inevitable me desafía
cuando por casualidad se topa con
la mía.
Otras veces, luce un vestido blanco
bien ceñido
y su pelo ya no está aprisionado
por ese tan feo moño de tómate.
En esos espacios temporales, ella
prende fuerte el radio
y escucha la misma música que
escuchan los delincuentes;
se ve hermosa, no obstante es
similar a una ampolleta apagada:
todos saben que debería brillar pero, mientras
tanto,
si nadie la enciende,
no evoca nada luminoso.
También suele emborracharse
escondida de los ojos de los jueces,
como todas las mujeres que quieren
alguna vez estar borrachas
y saca su pistola cual un Sátiro viejo
sacaría su pene al viento
para que lo vean las musas
y comienza a dispararle al cielo,
diciendo:
-ningún hombre,
un hombre
nunca
me va a dominar-.
Y al otro día, circularmente, se va
al trabajo otra vez.
AMENAZAS Y QUEJAS
Amenazas y quejas,
y yo de ambas llevo en el corazón
muy marcadas,
son fuerzas que igualmente hacen
crecer una bella flor
pero cuando tú las dices cada día y
por nada,
a cualquiera que sin querer pasa en
frente de tu frustración,
amenazas y quejas para mi no son
nada.