No voy a mentirte más. Soñé que
estabas muerta, pero en una especie de apartamento de Ñuñoa y seguías tan clara
y ojerosa como si estuvieses más viva que nunca, incluso tu aliento fantasmal
se percibía cálido e iracundo y tu silueta estaba marcada por el negro tan habitual
de tu estilo al vestir, me recosté encima de ti y estabas dura como una muñeca plástica.
Me puse celoso de manera inmediata. Intuí que otro hombre te ha estado amando y
haciendo feliz mientras yo solamente me limito a lo onírico. Pasaban sobre tu cadáver
mis familiares más odiados, criticaban la manera en que tenías decorada nuestra
casa (el anteriormente mencionado apartamento, sólo que un poco más amplio y
con el lujo de algunos maceteros con gomeros y ficus). Perdón, es decir, aquel
mausoleo extraño en el que estabas acostada e inmóvil, sin decir nada, ni
siquiera una queja en vista de lo maldito que puedo llegar a ser. Supongo que después
de tantos años uno olvida la voz que una vez le dijo te amo, le dijo perrito,
le dijo que nunca te abandonaría.
9/28/2013
Suscribirse a:
Entradas (Atom)