9/28/2013

No voy a mentirte más. Soñé que estabas muerta, pero en una especie de apartamento de Ñuñoa y seguías tan clara y ojerosa como si estuvieses más viva que nunca, incluso tu aliento fantasmal se percibía cálido e iracundo y tu silueta estaba marcada por el negro tan habitual de tu estilo al vestir, me recosté encima de ti y estabas dura como una muñeca plástica. Me puse celoso de manera inmediata. Intuí que otro hombre te ha estado amando y haciendo feliz mientras yo solamente me limito a lo onírico. Pasaban sobre tu cadáver mis familiares más odiados, criticaban la manera en que tenías decorada nuestra casa (el anteriormente mencionado apartamento, sólo que un poco más amplio y con el lujo de algunos maceteros con gomeros y ficus). Perdón, es decir, aquel mausoleo extraño en el que estabas acostada e inmóvil, sin decir nada, ni siquiera una queja en vista de lo maldito que puedo llegar a ser. Supongo que después de tantos años uno olvida la voz que una vez le dijo te amo, le dijo perrito, le dijo que nunca te abandonaría. 

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