6/04/2010

LÍBIDA


En la amarilla puerta perpetua

de la desconfiguración pasional y loca

dilato las cavernas evocando tu puto nombre

y me imagino una gran morada

donde decorada con vello tenue

la pradera de tu conducto se licua en espera

disipando las reglas que norman tu entrepierna.

El olor es un vaho de una reina precoz y encandilada

que dispuesto ha ser halado vuela por todo el universo

que ahora es tu brasier iluminando la oscuridad

de mi melancolía perenne.

Si el sabor es la sal de las mareas de tu lujuria

que me empapa de deseo amoral y primigenio

haré de la reproducción genealógica el árbol

que la sombra te provoca en este fuego azulado.

Me gusta observar lo que cubre tu alma.

Ese traje albino y aerodinámico que suda

el magma de la orgiástica escena.

Ahora las manos acusan y apuntalan la ansiedad de moldearte,

de hacer sobre la escultura exquisita de tu ser un soberbio paisaje

de caricias y arañazos.

Los dedos pretenden hundirse en tu masa

tocarte el elixir, degustar el latido frenético

de tus flancos trémulos que le causan electricidad

a todo lo que te posee. A mí.

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