4/04/2008


La gota, el metal y las ansias
lejanas estatuas de Orgón tras la cola
del alma raspan la piedra
selecta de una caída morbosa
en los sótanos surrealistas
de espejos y lapsus cual lagunas de semen.

La mentira-verdad,
el desprecio proyectivo,
la inopia rubicundamente simulada de la plebe
poseída por el asco suicida de una subjetividad
prestada
por el adoquín
de la esquina de New York City
con la concha de su madre.

El orgasmo atrapado, el látex resbaladizo
del portal al interior venal,
el duro paladar de la amargura y el esplín
sexualmente triste, cual una especie de Matrioska
abierta mil veces al día
por la tímida soledad de la beoda suciedad
de la hegemonía dogmática
de la cabezonería popular.

Los cuchillos, ¡ay! qué velorio
de cuchillos son las puntas de mis pies.
Y no veo los árboles
tan vacíos como antes. Dios
manifiesta soberanos candados chinos.
He lanzado la bomba encendida al panteón.
Arde la vocal más gastada de mi gnosis.

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