10/27/2007


“Ello consiste en alcanzar lo desconocido mediante el desarreglo de todos los sentidos. Los padecimientos son enormes, pero hay que ser fuerte, que haber nacido poeta, y yo me he dado cuenta de que soy poeta. No es en modo alguno culpa mía. Nos equivocamos al decir: -yo pienso-: deberíamos decir: -me piensan”

(Arthur Rimbaud)



He aquí la victima
al sol, a la noche
más que nada,

una paliza
punitiva y macabra de paradojas
y lealtades
verticales como rascando cielos,
de celos, de peones
y huérfanos obsesionados
con los tríos,
de desasosiegos crónicos que plagian
fieras sanguijuelas abuelas y gritonas,
arquitectos sádicos
honoris causa
en la edificación gótica
de un doble vinculo majestuoso
en pleno vacío.

He aquí un cadáver limpio
muy vivaracho,
precoz

disipado randa,
odre lamentable
de insaciable carisma grosero
y violento, atrevido destructor
de la vetusta moral
mórbida de la capital sombra,
nocivo irrespetuoso de las prisiones
inoxidables del destino
de la horda primordial y espinosa,
Giacomo obeso
de estética foránea del inconciente
colectivo de maracas y vírgenes rubicundas:

alumbrado por el faro
de la ventura de la isla
donde habita en la frontera
un sicótico arlequín vestido de luto.
Pillo pollo atormentado
que rompe los huevos
lisos de cualquier sano sujetado
al principio de desempeño.

He aquí un amante apasionado
de un tango sensual de triste tenida,
empeñado en darle a la ficción
un palacio hecho de nubes blancas

sin dios ni ley:

como corresponde a un conde de Drácula
atiborrado de sueños y deseos
de la carne de la mitad de su mujer,
la rosita delicada de un principito llorón.

He aquí un dualista
a priori
metafísico

de genética infectada de un lúdico conocimiento
difuso de la objetividad
con que la realidad le patea
el hocico a diario.

He aquí al poeta
de cuna.

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