11/02/2008

VIEJOS IDILIOS



2

Respiro como robando,
como gritando que el silencio se rompe
sólo con la imagen
que decora la vida de mis ojos
que serán el destello de tu beso subido
sobre el monte vedado
de mi alma con tu nombre,
con su corazón destruido
en los azares de albas sin Dioses.

Y corro por encima de los profundos callejones
del ayer, quisiera ver en el edén
los velos del humo que brota de tu boca
cual un invierno plateado desde la cama
de mis deseos desordenados.

Y me sumerjo en el recóndito precipicio
de tus piernas que saben abrazarme
como los altísimos soplos de Céfiro
que acarician con su risa
tu cabellera tornasol tan parecida al aire
y al viento nacarado de mi cuerpo regado
por los halitos de tu vientre.
Y me duermo sobre los techos del castillo
de la nube en el bosque mágico

y de todos los Barrios Ingleses,
esperando con la noche azabache
encaramada al final
de mi espalda mojada con vodka,
que aparezcas del brazo con el sol
padre de todas las estrellas.

3


Los pájaros que aúllan
en los espejos

al verte desnuda pero sin reflejo

son las mareas interminables del vítreo
que moja tus pezones de azófar eléctrico
en la punta borracha de mi lengua.

las Minervas que bailan en las fiestas
de tus azulados orgasmos

al escucharte derramar mi nombre en el colchón
son las manos de todos los príncipes
que enamorados cantan en un etéreo orfeón
la balada agitada de mis caricias penetrando tu piel.

Los delfines que brotan del aire
y con suave chillido alimentan tu sueño

al verte cansada de morir en mi cuerpo

son mis brazos abiertos al show sublime
de tus calores indecentes
y las gotas de rocío en tu bandullo,
cuando cierras los ojos y como un ángel mojado
te duermes serena como la playa tras el beso
del invierno.

4

Como la música del drogado
las flores más rutilantes llevan tu nombre, querida,
cual si quisieran imitarte cuando pasas
caminado desnuda por la litera de mi vida,
muerta por ocho segundos,
entre tus piernas de hierro afilado,
blanco como los astros que se maquillan cada noche
de todos los años que tiene la nebulosa
en el mundo
la tierra
el agua
y esa llamarada asfixiantemente ardiente
que es tu madre y tu padre
caprichosos y omnipotentes
que presumen en tu mirada.
Como aquellos cuadros de plástico
que esbozaban el escenario rudo
de nuestras desobedientes obras,
los querubes también se disipan en el soplo verde
de la existencia, cual si todos los seres alados quisiesen respirar
la esencia que exudas por cada poro de tu pecho
decorado por la majestuosidad de los montes más perfectos
que un hombre halla escalado para huir
del hastío de ser una sombra,
solamente un fantasma
en el mundo de los peces que caminan erguidos.

5

ELLA huye de la principal estrella
porqué es pálida y roja
como la sangre cuando se roza con el vértice
profundo de la puerta de la vida.

ELLA desaparece devorada mil veces
por la noche
porqué le teme al reproche
de los soles cercanos
y es mejor flotar de la mano con la luna
que es tranquila y bohemia

como el encaje de sus bragas
cuando vuelan por mi habitación.

ELLA atiborra mis ojos con su beldad
porqué nació sisada de los bolsillos de Dios
y sin un nimbo que perder,

porqué más que un súcubo es una vampiresa
con la boca pintada de diamante y sus ojos melancólicos
convertidos en polvo de ángel.

ELLA se aleja después de cenar
corazones de hombre
porqué no existe quien la soporte
cuando ama de verdad

porqué sabe encarcelar tras los barrotes de su sexo
a los randas más expertos.

A mí, por ejemplo.

6

Amo los quince otoños calurosos
que tiene la vida invertida
en los morenos recovecos
de tu carne de niña.

Amo tu promiscuo ser azucarado
el ojo de pantera incrustado
en el punto elíptico de tu cadera,
mi niña morena.

Amo la frontera que traspaso sobre tu piel
y a ese beso de miel y anís añejo
que la das al erecto desliz perplejo
de mi condición humana de perro.

Amo tu seno precoz y malcriado
tu mano trémula que come pecado
que aprieta deseos y se roba la paz
de los viejos zorros albos del tiempo.

Amo tu deambular insurrecto
profanado como tu minifalda
como la tarima caliente de tu espalda
regada con esos resortes de color azul.

Amo que seas tú,

cuando miras la techumbre
con esa actitud tan desafiante
montándome como a un corcel
que ya no sabe caminar

un corcel volador, como los pegasos
de la sensación

que provoca creerse el dueño
de todo lo bello

que te depara el futuro
mi pequeña morena.

7

Tan pura como la desnudes de los corales
eran las visiones de Oliva en la cima

de mi mente endurecida por el mar
de rojo fuego desesperado por las Vírgenes
de un lugar olvidado por los poetas
de un mundo que nadie conoce
de noche ni de día, una ciudad casi negra
de humo verde, polvo celeste y licores
de frutos silvestres que nacen en las manos
de la mujer cuando sabe gozar
de la baba que genera un manantial
de deseos profanos en el hombre desesperado
de tanta pasión por la heredera
de Maria Magdalena.

Tan hermosa como unos ojos cerrados al lado de un beso
era la figura rubicunda de Oliva en el cielo

de las calles de su barrio que era un reino
de lóbregas violetas que fueron amputadas por aquellos hijos
de la sombra periférica que cubría los angostillos
de delgados corazones que nunca apreciaron la solemne tristeza
de su mirada perdida en la nebulosa espesa
de la melancolía cuando tiene sabor a gin y a cigarro
de pobreza, de ternura vuelta silencio
de rosados vestidos con escotes empapados
de mis ojos desvelados, aturdidos, poseídos
de su magia casi azul
de tanto besarme contra la húmeda muralla
de la férvida cama
de su infanta soledad.

8

Y no importa el papel
ni el metal
ni las garras sulfuradas de parroquianos sin rostro.

No importan los montos
del derecho de amarte
ni que tu cuerpo sea el danzarín deleite
de cada uno de los ojos de las marionetas
que se llaman cliente.

Y no importa que los caminos se vuelvan árboles libres
que mis dedos sean la prolongada rutina
sobre la piel de una antigua mujer,
ni que en tu guarida nunca sea amanecer.

No importa que ahora deba esperar
mi turno
sentado con la pierna cruzada en el mundo
tétrico de las almas traicioneras,

ni que tú seas de todos los fantasmas
la más bella fijación

y la más económica de las mercancías del amor.

nada importa querida, nada.


9

¿Cuántos reyes tostaron a tus pasos por la playa,
si mi corazón estaba en un paraíso de Satanes y Evas?

Te amo como a cada uno de los nombres del espíritu,
no conozco otras praderas
donde sea tu mundo mi aire.

Te amo montado sobre un reptil plateado,
con mis caricias cargadas de espadas de hielo
para cortarte la pena de ser la más bella
para agasajarte con las lenguas de mis quimeras en el aire
en las piernas separadas
de rencores y llantos.

Te amo en esta letra, la primera de tu nombre
cuando respiro en los bordes de la playa de tu carne
desnuda,
morena,
experta,
tan brillante como los espasmos del último momento.

Te amo en los silencios que hacen la armonía de tu vaho
cual si todos los átomos corrieran al mismo tiempo
a un lugar en donde no existe el tiempo, el espacio, ni el sufrimiento.

¿Cuántas raciones de soledad se pueden digerir
sin llorar ni mentir cundo la vida nos mira a los ojos entreabiertos?

Como un viejo muerto de Grecia,
yo sólo sé que no lo sé.

Pero te amo
aunque toda esa tierra que ahora usas de vestido
nos separe.

10

Cierto sábado de la historia del hombre
las ninfas que se vestían de novia
cada domingo,

me mandaron demasiado desnudo
a la orilla de un universo amarillo
en el norte de este melancólico suspiro,
a un pueblo llamado Ovalle.

Ahí la conocí
mientras besaba a sus obligaciones
y planeaba la fuga
a la capital en carnaval
de mi amor para ella.

A veces la piel de mis deseos
se crispaba frente a la fogata
de las blancas palomas perfumadas
con pisco sour
que le explotaban como galaxias en el pecho
tierno de tanto aire parecido a ella.

A veces mis dedos se chocaban contra algún arroyo
de esos de azúcar
de flores del interior del cuerpo de la gloria,
y juro que lo apresaban
dentro de su útero suave
con una voz de diva que cantaba te amo.

A veces la saliva de la esperanza
formaba un lecho donde Dios
jamás nos encontró.

Y otras veces, ella, desaparecía
para siempre.

Hoy, debo reconocer frente al espejo negro
de este mar vestido de ocaso,

que me fui directo a un zaguán del infierno
cuando sus negras y enormes pupilas desaparecieron

y dejaron de decirme te quiero
bajo el tejado de sus eminentes trenzas azules
de campesina.

10

Yo no tengo madre, querida Electra
y lloro en abdómenes sensatos
mi mala cepa infectada de sueños
parecidos a moscas de colores escasos
mientras deseo el palpitar de tus vellos
cuando abren paso a una idea de libertad.
Yo no existo, querida Electra
si no apareces, por lo menos, en forma de elegante sonido
con esa cara de pena tatuada a fuego limpio,
escondida tras esos dientes asomados
a los mejores vinos de la vida,
a los pulcros umbrales de una salida
preparada para que nos saque cuando queramos de aquí.
Yo no soy de metal, querida Electra
soy de agua,
vapores y hielos me hacen la comida.
Te deseo cuando te apareces sin tus cedas de encanto
cuando nadie te ve,
y te toco las manos de todo tu cuerpo
con el alma encaramada sobre un dilatado silencio
de esa boca pequeña que acicala el rostro
de tu vientre cada día.
Yo no sé estar despierto, querida Electra,
amada madre e hija de mi pasión sin remedio.

(Con amor de tu padre,
tu hijo Edipo)


11

Yo sabía que en la selva de tu atisbo
pequeño como los lejanos bombazos
de anaranjados atardeceres en otros sistemas de sol,
la noche tenia sabor a sempiterno,
a tus labios entreabiertos, entredormidos
y entre mis dedos recalcitrantes de placeres mundanos
soberanos y siempre prohibidos,
siempre sumergidos en cielos de calmas
perturbadas como las caricias bajo la mesa de la ley.
Yo sabía que te asimilabas a todas las luces
a todo lo que habla de su propia belleza
con sólo ocupar un rincón del corazón de la vida.
Sabía que ese aroma de curva perfecta
que le sentenciaba a mi cuerpo
el castigo de no tenerla,
desaparecería bajo mi recta
angustia de recorrerla, admirando sus paisajes
de rutilantes peces dormidos.
Yo sabía que ella no me amaba,
sin embargo, los eclipses de nuestras miradas abrazadas fuertemente como el cristal,
me decían que no estaría mal
embarazarme de deseos que no tienen a su Ada.
Yo sabía que la amaba, que la besaba, que la tocaba
cual si las constelaciones de cupidos
acribillaran mi lomo de dócil bestia,
cuando estaba dormido
como si la vida fuera eterna
y ella correspondiera con su magia de vidrio verde
al orgasmo que flotaba por encima de su interior.
Yo sabía todo, menos que me dejo
sin ni siquiera llegar a tenerme.

12

Eres tú la más pulcra
esencia
de calma
blanca de todo ser
en el bruno ángelus Sureño
que contrastas con tu olor a naturaleza
perfumada con los mejores movimientos
de sensualidad casi infantil.

Cuando en el pasado se divisan regocijos
color de sombra tierna
pienso en todo lo que no se toca
en nubes sobre la niña
en claros del rayo de su cara de luna
en aires alimenticios de su seguir caminando
de su palpitar jugando, de su sonreír coqueto.

Por qué está en la embelesada frontera
de la carne de hembra preciosa
como las riveras
que le cantan serenata
tierna
como los pétalos líquidos que le agasajan
el cabello,
el rostro
la aureola,
la virginidad
de su primavera rojo vivo
intenso, inocente castaño pseudodios.

Eres tú la más pulcra
ambición de este adicto.

13

Miro a tu melena que caerse evita
y la carcajada del orgasmo
se siente en tus finos hombros dorados
que se encabritan
cuando las melodías del vaho se agitan y son tango amargo
y pellizcan a los fantasmas sabios
cual la soledad a tus recuerdos de santa
pequeña disipada en mundos sin sol.
miro el vítreo solemne de tu andurrial felino…………..

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin palabras mi querido pavlo...sin palabras... me permites hacerme nada, quedar callada... enmudecer?

Anónimo dijo...

Tu pensaras que estoy loca... pero en medio del I congreso venezolano de psicologia te he pensado mucho... charlas, conferencias, ponencias, bla, bla, bla y mas bla... que tiene de malo entonces pensar en vos y lo distinto que hubiese sido si estubieses aqui... nada... verdad?