10/25/2008


COQUIMBO

En su piso de oro,
la pata del corcel
y el maestro que sana
con el cristal salobre,

tambaleantes las ebrias
golpean los limites de su
casi desnudo cuerpo,
en zigzagueantes desplomes
de un cielo a otro,
aun más verde, cielo.

Vaivenes de flores
provenientes de los más alejados
abismos (claroscuros),
decoran en forma de serpentina
los azotes de su espalda de señora.

Y sucede que…
declinado el anillo de fuegos rojizos
se hunde la luz en el candor de esa sangre
suculenta y brutal.
Pareciese, incluso, que en el amanecer
de las codicias de foscos personajes
que amamos a todos los soles lejanos
en la admisión del manto,
llega la noche a decorar con otro aroma
tus arrogantes alturas, para seguir la borrachera.

Aullando los lobos del medio de tu espejo
y silbando los aires, transcritos por el saxofón de las gaviotas,
se forma la orquesta ke desvía el hastió
de los citadinos cansados ke profanamos hoy tu cuerpo.

Bailan los árboles trasvertidos
en armaduras navales,
los peces se mueren
en el buche de las bestias, “es la ley”.

Yo me embriago en sus patios traseros
pues amo los distritos del placer,
y en las celestes riberas del Barrio Ingles
divago en los recuerdos del momento glorioso
en que mis cansados apéndices vivieron en tu paisaje.

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