3/31/2008


En ti, flotare con purpúreos gusanos
elevados en las pieles que de vez en cuando
se marchitan y caen cual las flores
al canal de regadío de la vanidad más absurda,
todas las fustas que pide la victima perturbada
después de cada vaso quebrado por la vesania
y la desesperanza, todas las represiones habidas
en las libretas matrimoniales de los ciegos más estáticos,
las desvalidaciones de la inopia de la muerte en la vida,
las soledades amplias, espesas cabeceras de una cama
benefactora y paupérrima que huele a tu infidelidad más cobarde,
las incomprensiones más enormes que las galaxias incongruentes,
los calzones más subterráneos y foráneos de la economía y sus Epicuros,
los arrebatos de las infancias más conmovedoras,
más drogadas por nefastas alquimias,
más soñadoras con las faldas imprescindibles,
todos los domingos en la tarde de los destierros y las exclusiones,
de las nadas y los puntos fijados por rigor y sangre bonita;
todas las mañanas en que casi se fallece acomodado en la cuneta,
en la proletaria esclavitud, en el arrabal malsano de los que no ven el futuro,
en que casi se crece perdiendo algo,
en que casi se ama
la mitad de la mitad de la mitad
de un pedazo de tu ser particular y publico.
Todos los finales motivados por extravagancias,
por extra vagancias sabatinas y bohemias,
por placeres efímeros como la vida de las mariposas,
todas las penurias del rencor y el castigo (la punición:
terrible vicio de los jueces patológicos,
de los mórbidos crónicos de mundana hipocresía),

¿me verás en la muralla última tomando el sol primero?

Saco del bolsillo del holocausto de la alineación,
la pobreza y el Orgón lubrico del embeleso y los súcubos,
el nihilismo en mis bolsillos del corazón y la razón,
la etérea condición de la agnosia y la teosofía.
Saco de mis bolsillos el penúltimo de los metales
y te llamo a un teléfono mudo e inexistente,
para que no estés ahí, para que no existas,
o mejor dicho para decirte que ya desaparecí de la realidad de la irrealidad.

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