6/01/2013

Reflexiono siempre. Me siento mal la mayor parte del tiempo, soy depresivo y no es para nada genético a pesar de que mis padres padecen una melancolía crónica separados. Se la gané al director del hospital psiquiátrico de la U de Chile, y nos hicimos amigos pues él temía que yo  me suicidará igual que su amigo Rodrigo Lira. Él me encontraba físicamente parecido al vate y el hecho de que yo fuera poeta lo evocaba más aún, estaba engordando paulatinamente no por comer en el macdonals sino por beber en demasía (el alcohol es azúcar)… Para el doctor Lewis Rasco nuestras sesiones eran intercambiar poemas; me daba consejos sobre como amar a una mujer, desde la ciencia obviamente, así que jamás funcionaron en la realidad y pasaba la gran parte del tiempo solo. Cada vez que me iba de la consulta él me abrazaba tan fraternamente que me instruyó en como abrazar a mi Padre y a mis hermanos (pues estábamos tan recatados producto de la dictadura que encontrábamos de “maricones” darnos un beso en la mejilla…) me enseñó a aceptarme como un guerrero, alguien que necesita sedarse del universo para convivir con la injusticia, jamás cuestionó mis adicciones al alcohol y a otras drogas ilegales, de hecho prefería que fumará yerba a qué la marginalidad me arrastrará a los laboratorios químicos de los ghetos colombianos… Fue un gran maestro para mí…
Un día me propuso ser el conejillo de indias de un revolucionario proyecto de antidepresivos norteamericanos, me dijo que todo lo que yo iba a experimentar en los laboratorios clínicos de la U de chile, tenía un valor monetario que sobrepasaba el presupuesto de un sujeto de clase  media común... Que me iba a curar, que jamás volvería a sentir pena…

Me llevaron a los subterráneos del hospital psiquiátrico de avenida la Paz (nadie conoce esas instalaciones) debo reconocer que me asusté. Más aún cuando una enfermera con notorio aspecto de no haber salido nunca de allí me dio unas pastillas celestes y un líquido incoloro en un matraz erlenmeyer que me hizo aspirar cual si fuese la bolsa de neopren de un mendigo joven y suicida de los años ochenta… A esas alturas ya estaba suficientemente vulnerable para que inyectaran agujas en mi cabeza y sintiera como el acero penetraba mi masa encefálica sin oponer resisitencia… había cables conectados a las agujas y muchos doctores veían en un monitor HD como me retorcía de miedo, dolor y ganas de salir de ahí… Estaba muy drogado, muy sedado, mas de pronto sentí como se me dilataban las pupilas y una fuerza enorme poseía todos mis músculos… me desprendí de todos los electrodos, golpeé a un par de paramédicos, rompí un vitral de espejo unilateral y me dieron unos deseos lujuriosos inexplicables… violé a una joven practicante sin sentir los golpes de fierro que me propinaban los hombres de blanco… al acabar me puse aún más violento y mi fuerza se incrementó… le saqué un ojo a un viejo soberbio que pedía que me dispararan y patee tan fuerte al guardia de seguridad que ni siquiera alcanzó a disparar su pistola… cogí su arma y me escape por los pasillos, desnudo y clavado por miles de agujas… le disparé a quienes se me cruzaban, no importaba si eran “inocentes”…en la calle le volví a disparar a un tipo calvo que yacía muerto en un 4x4 y me fui en su auto hasta una plaza, de ahí le disparé en la cabeza a un sujeto de similares proporciones a la mías y caminé como si nada hasta el día de hoy…

No hay comentarios.: