Camino en
la noche por la población.
Quiero comprar
cigarros y hace demasiado frío.
La noche otorga un manto natural
para la
decadencia del vencido
y en la
esquina dónde está pequeñamente edificada
la “animita”
de un sujeto que murió baleado,
una
tropa de desposeídos mendigan una moneda
para que jamás se les acabe el vino.
Odio las
rutinas. Ver permanente
a
quienes no quieres ver
o
repetir constantemente la palabra –no-
tarde o
temprano te produce una violencia…
Llevaba
tres días alejado de la realidad en envases metálicos,
que se
convirtiera en vicio esa sensación
de que
todo es posible
no se
comparaba con el gasto de dinero
que
implicaba sentir constantemente placer por la existencia.
Nada me
daba miedo
y esa
pensé yo que era la sensación del suicida
antes
de mantener constantemente el extremo sensorial
de que
ya nada importa.
Si alguien
pensará que me quiero morir
debería argumentar sin los actos mi percepción
de las cosas…
Tenía
mucho frío, tuve que caminar más de la cuenta
para
conseguir mis cigarros…
Al
pasar por enfrente de los saltimbanquis excluidos,
uno de
ellos me pidió una moneda,
lo
ignoré completamente
y este
reaccionó con una profunda indignación
como si
yo lo hubiese ofendido…
Me
trató de mezquino, de Judío y de oveja,
mas no
consideró que yo estaba igualmente abatido.
Me devolví
hasta su manada y le escupí la cara,
lo
derribé y lo patee anonadado
porqué
ninguno de sus comensales hacía nada…
desahogue
mi frustración y nadie dijo nada,
nadie
dijo nada…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario