6/02/2013

Camino en la noche por la población.
Quiero comprar cigarros y hace demasiado frío.
 La noche otorga un manto natural
para la decadencia del vencido
y en la esquina dónde está pequeñamente edificada
la “animita” de un sujeto que murió baleado,
una tropa de desposeídos mendigan una moneda
 para que jamás se les acabe el vino.
Odio las rutinas. Ver permanente
a quienes no quieres ver
o repetir constantemente la palabra –no-
tarde o temprano te produce una violencia…
Llevaba tres días alejado de la realidad en envases metálicos,
que se convirtiera en vicio esa sensación
de que todo es posible
no se comparaba con el gasto de dinero
que implicaba sentir constantemente placer por la existencia.
Nada me daba miedo
y esa pensé yo que era la sensación del suicida
antes de mantener constantemente el extremo sensorial
de que ya nada importa.
Si alguien pensará que me quiero morir
 debería argumentar sin los actos mi percepción de las cosas…
Tenía mucho frío, tuve que caminar más de la cuenta
para conseguir mis cigarros…
Al pasar por enfrente de los saltimbanquis excluidos,
uno de ellos me pidió una moneda,
lo ignoré completamente
y este reaccionó con una profunda indignación
como si yo lo hubiese ofendido…
Me trató de mezquino, de Judío y de oveja,
mas no consideró que yo estaba igualmente abatido.
Me devolví hasta su manada y le escupí la cara,
lo derribé y lo patee anonadado
porqué ninguno de sus comensales hacía nada…  
desahogue mi frustración y nadie dijo nada,

nadie dijo nada…

No hay comentarios.: