11/14/2008

ELEGÍA


I

Cuando te morías por un momento
o amabas
para siempre” como, ahora,
que te suicidaste a mi espalda,
contemplo en la postrimería, de mis delirios
incandescentes, tu amor tan egoísta
que hizo que me domesticará en sólo
tu cuerpo de mi reina. Y me dejó colgando, también,
del dolor inmenso de sentir lo que no puedo percibir
hoy que tus besos humectados de la beldad misma,
tus palabras de nacarón sutil y tu cuerpo,
yacen alejados , para siempre, igual
que como decías amarme…

II

Siempre, totalitariamente: individuo
tácito y refulgente, axón de tu cintura
dibujada con mis dedos trémulos y tuyos,
igualmente creímos en las religiones de los muertos.

Ambos supimos, bien diáfana, la certeza única.

Y constantemente alejados de la gaya ciencia y renunciando
amablemente a la metafísica graciosa, inclusive
logramos inventar el amor y su escalera
gradual de dolores intensos, abstrayéndonos, únicos,
de la sociedad y sus vicios cual el sueño
más hermosos de todo revolucionario.

III

También, siempre, pensé (y las escuadras
sublimables creyeron en la historia)
de Romeo y Julieta, como la reivindicación
del romance incondicional, en los capítulos
de aquella fábula apocalíptica de muerte:

Te juro que te odié y te maltraté
de manera despótica, pues bien sabíamos
que los afectos jamás son puros,
dado que por haber sido engendrados
por la dualidad de “lo humano” siempre
han de manifestarse en antitesis groseramente
disímiles: así era que debíamos evaluar
la profundidad de las palabras, a decir,
su valor y su verdad.

Y entendí al inconsciente, al bruto
campesino celopata que asesinaba a su madre
que era madre de sus hijos, ¿y sabes por qué?
Por eso. Por aquello de que el –real amor-
necesariamente era un odio mortal
en el contexto de los desesperados…

No obstante, igualmente, te expliqué
que en la medida de la racionalización
de los crimines de la humanidad, la humanidad
triunfaría en su máxima
expresión, ya que, si asimilábamos nuestro instinto,
era más fácil sublimarlo y crear
a través de su intelectualización: una ética
perfecta que en rigor era la paz misma.
Por citarte un ejemplo burdo: de todas
la masacres y guerras horribles de animales
disputando territorios, surgió, en algún punto,
la “democracia” (quizá, solamente, como teoría).

Empero, reitero, esta es una larga borrachera
que intenta desenvolver en el lenguaje a la absurda
madeja que tú siempre pensaste que yo era.

Nunca me acomodó el epíteto
de “niño terrible”. Me engrosaba el ego,
es cierto,
pero por mera intención de posicionarme
en un estatus literario que transversalisara mi obra
con la de Poe, Baudelaire, Rimbaud y tantos
otros infelices póstumos.

Sin embargo, sabes bien que padezco
la patología del hombre: creo en la felicidad
como si ésta fuese una suerte de constante,
una “neutralidad” que como anteriormente hago mención,
inconscientemente, NO EXISTE, ya que somos producto
y causa de la infinitud de dualidades
(hombre-mujer;
día-noche,
bien-mal,
amor-odio), que jamás logran síntesis
resultado de que se desconocen sus etiologías.

Puedo decir que te amé con fervor,
con todo aquello que significaba
el mundo en nuestra contra,

con todo lo que era ser el Romeo inmortal
y tú la Julieta preciosa que decidía morir
para el resto por estar conmigo…

Mi magnánima tristeza es fruto
de tu incertidumbre, de tu juicio
arbitrario, de tu pena estereotipada

por saberme guerrillero
en el gobierno de la nada,

un excluido y marginado poeta,

de que hayas decidido irte sin decirme
que me dejabas, que me dejabas
por tu cobardía, por no poseer el valor
de ser nosotros MISMOS
el paradigma del poder
de nuestras propias palabras.

IV

Eras llena de voces
¡Muy cierto!!!!
Nunca entendiste la música qué es distinguir
los instrumentos que la componen.

Qué es descomponer y tener
un instrumento favorito, qué es apreciar
la nada en el todo
y viceversa lo esencial del ritmo
y lo que le hace compañía en una comunión, a veces, sinérgica.

Nunca distinguiste la voz de los otros, de la mía…

V

El dolor más formidable
cala (como la flor
cortada) mi ser nada en tu nada.

Y yo que me pulí en ti, contigo
lóbrega cuchillo
de carne sabrosa y mojada,
que me viste más desnudo que todas
las putas de Santiago, que mis amantes
efímeras a las que embeleso en mis poemas.

El dolor más ciclópeo es que te fueras,
cuando yo era más tuyo que mi ego

cuando yo era tan tuyo como los pedazos de vida
que me diste cuando yo era tan tuyo
que no te dabas cuenta,
como lo soy de mis ideales
de los mares de los parronales de los animales
maravillosos que no están sometidos
a opiniones pútridas de acéfalos y menopausicas.

VI

Yo he amado a todas mis mujeres
a todas y muchas
por no decir todas. He amado
a las razas, a los continentes, a los espasmos
candentes de cada musa foránea.
Yo he amado a Europeas de azul mirada,
a escandinavas formidables, a mulatas de hierro,
a africanas de fuego
a cosmopolitas ligeras y a muchas latinas,
incluso hasta a las madres y las hermanas.
Yo conozco los secretos que no sabes de tus amigas,
me he bebido sus salivas y acicalado sus pubis.
He montado a las ancestrales divas y a las virginales estudiantes,
a las mendigas, a las golfas del lujo mismo.

Pero dijesen lo que dijesen yo siempre
fui tuyo
cual esclavizadamente
soy de cada día muerto en que no estás.

2 comentarios:

Karol_a dijo...

El sentir hacia las personas cuando se arracan de cuajo y se los lleva la muerte se convierten en eternos, lo importante es amar, siempre amar, de eso trata la decadencia del mundo, de la falta de amor.
Un placer leerte siempre.
:)

Anónimo dijo...

Si aparecen los pasajes, querido, reciotaremos poesia juntos, haremos poesia juntos... o tal vez vos me enseras como se hace verdadera poesia. ojala aparezcan, y la vida nos reuna en estas latitudes... a ver cuantas maravillas haremos los dos... besos mi querido, muchos besos