11/28/2007

MI SUICIDIO

Mi letargo de una letra: no me encuentro en este día enorme. Huérfano.
Barrera de castigo: una fusta de neón me reclama la virilidad. Borracho.
Pobreza capital, las bóvedas de suspiro: un lobo que aún no puede mantener a sus perritas. Poeta
Tintura de besos caducos: eres una pésima madre… te odio. ¡Llanto!!
Resaca, unos duendes groseros patean la sien del moribundo. Soledad
Miedo, hermano de viaje por los nervios de la sangre: ¡¿Cómo patearte la nuca de nuevo?! Fama.
Psicosis, terminado el éxodo: a veces se juntan en el mismo lugar ambos. La culpa es un fetiche colorado inaccesible para el mendigo beodo de luces. Pavlo.
Cae una gota antigua: miles de amantes que se resumen en el vodka acido celeste de tres fiascos nupciales de la risa. Viudo.
A veces la amo tanto… tanto… que una pandemia goza la saliva de una sugestión azabache en todas las calles de las universidades del re-conoci-miento: lo hago mal, me resulta tan rica; soy un traidor embetunado del desquicio más refulgente. Fugitivo.
A veces quisiera que la justicia en su caballo de la verdad me reventase el espacio de maricona transición, que me matara de su bien, que saltara de su trono lejano hasta el pedestal de mis hemisferios caducos, que se acercara despacio a mi vicio: ser un hombre integrado en suave y cómoda mentira. Dinero.
Me duele, mi corazón flota en sulfúrica poción, repito la misma gestión que desemboca en el charco abstracto del tedio: me caso con ella y ella se va, ¡la chupo!!; sé con certeza que la cereza plateada de mi deseo por amar como en el libro finito, me hace ser inmortal: quiero morir.

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