11/28/2007

ANTIANTIPOESIA



No quiero verlos más, castrar las flores que habitan en cada cosa, con esas tijeras viejas de palabra oxidada, pésima encubridora de animales descompuestos. Pensaré un panteísmo de humores brunos, que me deje el tiempo en las manos cual si tomase el agua sin inconveniente aceitoso y permeable, y lo lograse siendo -yo- la mismísima sentencia que se ha dicho para algunos que paseaban por la segunda tópica.
No quiero escucharlos más, sugerir un enigma caduco, impostor, de aspecto prolijo: herencia de hijos inválidos que enamoran a vetustas ignaras. Encandilaré de formas difusas con los folios como camaleones amarillos, que delaten todas las vanidades que tanto esperma producen en mi soledad valiente de escroto sin tu lengua, musa mía, de cualquier día. No quiero verlos más, haciéndose los chistosos, embetunando con heces tautológicas unas hojas manchadas con Pepsi, con grasa de papa frita y con “ a n t i p o e s í a” de biblioteca misérrima de odio. Haré desaparecer toda vuestra soberbia arquetípica y fanfarrona, positivista legado elemental de Watson. Mojaré con llamas a todos estos monos cansados e infectados, los sacaré de sus computadoras pajeras ofreciéndoles banana viva, y cuando crean que ya no vale la pena resistirse al enemigo que les ofreció la síntesis de su natural posición pasiva anticreativa: haré una ronda, en derredor de sus cuerpos encendidos, de la mano con todos los niños que recién estamos comenzando a tomarnos el mundo, en enormes vasos shoperos, llenos del veneno de nuestras madres muertas.

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