9/16/2007


Registro de lo simbólico. Aparece vestida
con la pálida carne
y las pecas adornando la mentirosa
pureza de su rostro infantil.

Llena de manos la espalda bien fina,
la cola elevada como la gata en la sombra.
Pegada en mi cielo el techo sobrepasa
la planta que se devora una parte de mí.

Me toca las yemas con húmeda fragancia
hundido la atravieso cual una pradera de oro.
Se está bañando con miel y exóticos licores,
la enjabona una lengua que existe en mi boca:

mi boca la moja en las puntas de acero,

he llegado a rozar mi hambre en su seno.
La lleno de besos, mistela en su aliento,
gira en mi vientre en un baile sudado.
Se encarama veloz. Regresa y se va.

Se muere de pronto mientras le lloran las piernas.

Rubia, negra, roja y azul, se da en su regazo
millón de descanso, nada interesa
en la ambición del ocio, la hurgo en sus mundos

mientras diserta de a poco un montón de gemidos

de voces distintas:
diferentes idiomas que convergen en sexo.

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