9/17/2007


Lo que queda
es este humo que llora en cascada
de pena y un manto bien bruno
bajo el ala

de rosetones rutilantes
que de noche solían tocarte
el alma,

la vida y las piernas
desunidas al placer de sabernos uno:

corazones manufacturados por razones de Midas
(:estáticos y duros).
Como esa imagen capturada

que tu mirada adherida
a la herida de mi mirada

dice nada, todo;
mañana, mañana
(cual una promesa incumplida

de futuro y dagas)

sin orbita en el vestido
de princesa que ostentabas
en la copa de plata que alzabas con sangre
de cordero de menta

y tus ojos de zorra y de gata.

Mi duda tatuada en el acido del sueño
que me derrite el anhelo del heredero del trono
y su castillo de aire en la cima del bloque
de una nube de hielo en la línea del cielo.

Mi boca se engalana de jazmines
que departen su fuego. Todo te debo

(incluso minerales, plantas y un par de rayas
de caramelo).

Unos legítimos nonatos de manos azules
para atar mi conciencia como argollas de perro.

En ocasiones la puerta cerrada de café
y los pies de Colombianas en mis hombros de ego.

Flores, autos, casas, destellos
matronas deformes , las miradas de Febo
en los jardines dorados de mis ciudades del Norte.

Mares y enfermos
para que me soporten la piel
carcomida de besos
que las carroñas comparten

como aquel vodka burbujeante de soledades espesas
inhóspitas cual abanicos del Dios
que te alejan

con la ventolera feroz
de aliento beodo.

Mis ansias digitales,

el pedestal de mis codos
sujetándome la muerte en la mesa de los bares,
las chinganas eternas
y el hostal del demonio

que ahora es mi palabra recordando canciones
tus nombres, emociones,
chorros de espasmos de siete
posiciones

macabras en departamentos con balcones
al infierno

que gozamos tantas veces
que ahora
sólo
quedan
sus cenizas

en la alforja
de un viajero que no muere

(y un manso Cerbero
que en el ocaso me estorba)

y en el camino con su revolver amenaza
y me detiene.

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