11/15/2006

PROSTITUTA SIN LICENCIA

“En cuanto a la mujer, vestía ropas de púrpura y rojo escarlata, y brillaba con el oro llena de las repugnantes impurezas de su prostitución. En su frente uno leía su nombre, escrito en forma misteriosa: (…) madre de las prostitutas (…). Y observé que esta mujer venia ebria con la sangre de los santos y los mártires de Jesús.” (APOCALIPSIS 17:18, 4-6)

Y de la mano una lisonja,
volando por cielos de purpúreo
la diminuta braga azabache,
le saqué.

Le jalé la cabellera azul hacia mi vientre
como unas riendas sueltas
para el amor y sus perpetuos minutos con fin,
…………………………furtivos y fugaces.

Los hombres en el frenesí
sin parar de mostrar las encías,

los machos en la hediondez
de diversas endorfinas,

todos los prójimos de los mil colores,

de las quinientas banderas
que se le olvidan al placer,

de las dos religiones que son perfecto gambox,

todos bebían de la teta suprema,

todos humedecían sus labios
con la concha
inflada y grosera de la perdida,

de la demonio perniabierta,

todos eran celestes y brillaban sin sus cadenas.

Y la mujer se sentó en el aire
aferrándose a una barra de hierro contento,

el culo se le apretaba
con cada mano que lo alababa,

el marfil de cada pene
se le sumergía por los caminos y
litros de almizcle pálido la barnizaban con su lasciva.

Y ella tan triste
sin bolsillo para llenar,
ella tan doliente con su perdido atisbo de marioneta.
Esa tan desconsolada, llenándose la panza con sal
tan entristecida sin una salida, sin un espacio al que llegar.

Mientras las ganas me estallaban aguardando el aula VIP,
ella me dijo con vil vesania:

“¿y es qué acaso esto es culpa mía… Dios mio?
yo solamente soy una ramera sin licencia del juez,
soy sólo una puta sin la amenaza del cura…

siempre pensé, mejor sola que mal acompañada”

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