4/25/2010

VESTIDO ROJO


Observo desde el punto inimaginable

el idilio de las margaritas que se abren

y mi primavera huele a un sedicioso licor:

toda la imago me hace vomitar en el amor,

pero mi corazón me interroga profundo

añorando aquellas lóbregas secuelas

¿qué seré yo sino una escena inconclusa

del verso del romanticismo?

Asesino a todas mis vírgenes

pero en mi cama nada florece,

debería ser taquicardia la evocación en cada cachivache.

Hay mezclas de hemoglobina que sólo parirán

lágrimas incoherentes.

Nunca vi de cerca la genealogía de la perpetuación en sus ojos,

es más, tampoco ella tenía razón para entregarme su elixir.

Mas adoro el teatro enfermo de las imposibles descendencias:

todo está en mis camas, soy el padre

de mil universos,

mis cromosomas aventureros

multiplicarán por el factor perpetuo

a todas las estrellas desconocidas.

La noche, a ambos nos despidió la pena

omnubiladora.

Dos días, ocho noches que fueron mil.

Las 48 veces le miré las bragas.

Olvidó su cartera en el panteón de mi soledad, nuevamente.

Ahora me halo su esencia imaginando

que todavía es su cuerpo.

Quisiese volver a verle con su vestido rojo

quitárselo y lanzarlo como un pájaro sobrenatural

al viento agitado de mi imaginación perversa

y tenerla desfallecida al filo de mi alma

agasajándole el infinito negro de su cabellera de minerva.

Huelo su ropa y me la dibujo en las manos

y aturdido en esa droga perfumada de hembra,

me mato tres segundos en su honor

incierto.

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