4/22/2010

FRIDAY


Tengo fuego en la boca y sé
que mis palabras incineran los folios vacios,
las hojas, los ojos de los que lloran detenidos
en los latidos de mi corazón expresado en letras
fuliginosas, descaradamente matemáticas.
Hoy es una tarde lluviosa, sin embargo el sol aparece
dibujando en mí la conciencia del arco iris.
Bebo solo en una columna de jaspe del parque Bustamante
y palpo en mi guargüero el acido de mi letanía.
Algunos pájaros negros me miran con asombro,
ellos saben quién inventó la poesía.
Y también, quisiera ser yo los pálidos rostros que serpentean
exangües a mi alrededor difuso.
¿Por qué me han abandonado, si yo los caricaturice?
Los destinos son graciosos dentro de su cruenta epifanía,
tan sólo es una tarde de viernes
mas los arboles anacoretas bailan desproporcionados de niños.
Las piletas estallan en gotas de ángel macilento y dinámico
como un espectáculo humilde
que solamente dios podría apreciar en su soberbia crónica.
Hay una verbena de hojas rubicundas y promiscuas
ellas danzan en los vahos de Céfiro constipado
por el humo del porro gris de Santiago.
Me lleno de humores de alcohol en los capilares,
la emoción natural es la expresión de mi lejanía
del resto del mundo,
regreso a la habitación del hotel y me muero por cuatro horas.
Sigue lloviendo ahora en el infierno y mi corazón
se ve más roto que antes.
Debo mandarles señales de humo a mis mecenas paupérrimos,
le anuncio mi tristeza a alguna de las mujeres
para que sigamos emborrachándonos por el resto del ocaso,
ellas desechan la posibilidad de dormir en el regazo de mi litera,
en mi pecho sangrante de humo y cocaína,
quiero que duerman mientras se acaba la tormenta.
Un fénix cual un cristal disimulado
logra camuflarse con la lluvia que moja mi cuerpo abatido,
soy el lobo estepario
es cierto que mis cachorros están lejos en el tiempo,
pero sigo imaginando pernoctar
entre las suaves piernas de mi próximo viaje
hasta que la muerte me separe otra vez y otra vez.

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