4/17/2010

VIDA


Mírame, sabías? Mi camino lo trazó la arcaica serpiente,
todos los ojazos me vieron vomitando luces,
y sin embargo, me puse la ropa fresca que quería;
“me vestí de mujer triste”, una noche fría y negra,
en una habitación cóncava de la Rue Seminario
celebrando la anomia junto a tres mujeres desnudas y beodas
(mi vida es una película de lujo) y canté letanías del barranco
haciendo gárgaras con los cuatro botellones de blanco vino barato,
todo tenía el precio de la muerte colgando,
empero, al día siguiente, me vio Dios y un ángel volando
mojándome los pies en la pileta de un café literario.
Soy un peso pesado: bien se lo sabe tu mismísima madre,
el asunto es que juego con mis dados cargados con sangre,
esas gélidas flores acumulan en sus vientres flácidos
la epistemología de mis devaneos pendencieros y maliciosos.
Me doy todas las latas, las seis latas vacías de mi vida
Dios y el ángel con sus gafas oscuras miran y piensan,
gritamos garabatos postmodernos y globalizados
y nunca jamás llegó la policía con sus hocicos chuecos
aunque la droga fluía entre debates socio-políticos
de la vetusta y dorada Unión Soviética.
El amor poco a poco se posa rancio
entre
mi
entre
pierna,
sueño con los ojos fijados en esa mujer que me mira disimulada
y me acerco atrevido a dispararle corazones rotos que poseo
en mis bolsillos llenos de la nada.
No hay razones suficientes para olvidarla mañana;
pero se llamaba Karla como la más cara de las cortesanas de la burguesía,
ni siquiera mi departamento oscuro alojaría tanto deseo.
Me miro las manos en el espejo del baño
recorriendo como un cálido atleta la amplia dimensión de sus tetas.
Le remarco con mis uñas el tatuaje de su espalda
y le digo “adiós, el mundo es una quimera
destartalada como mi cama cuando volaste agitada”.
Luego, sólo queda lo gélido del látigo de la soledad sombría.
Dios se marchó borracho a sus aposentos
y los querubes se esconden
en los recovecos de la punta del cerro Santa Lucia.
Y desde allí me miran ociosos y distantes
hasta el próximo fin de mes
cuando mi billetera esté llena de dinero para comprar
(como no se debería)
esta hermosa lujuria que es mi vida.

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