2/24/2008


A) Si la vesania, siempre ha regalado a las esquirlas húmedas de la razón de mi corazón esos doce arrebatos con la ropa fresca de la parca amarga: ¿para que los vestidos blancos hacen aparecer al rocío de las mañanas de los atisbos que jamás los han podido besar?

B) Nadie, menos las mañanas, menos las mañanas y las ampolletas del poste donde orinó la soledad, menos aún los osos de peluche que siempre observan acostados en San Valentín, le ha robado un solo diamante a la mentira de su vértigo y su miedo.


C) No hay historia, ¡que dolor más fatuo!
Se desvanece, como los ríos claros del fondo del infierno
de la carretera que no termina, de la senda de las nobles
intenciones tapizadas de la mezcla del camino hacia el olvido…
Y “la plebe es una raza traicionera” estaba escrito en todos
los muros que son las rutinas: que son las vidas,
los acontecimientos internacionales, las pandillas,
los narcotraficantes amigos personales de la poesía,
las mujeres que danzan, que danzan en las tarimas donde más duele,
los moteles con luces de neón fluorescente
y los intermitentes centelleos de una apariencia y una irrisión;
las madres solteras, las madres sin padre soltero, las hijas solteras ignorantes
del veneno del veneno de la soltería infinita… Pero sobre todo…. Los matrimonios
invisibles de las piedras que nadie ha observado con languidez.

Otra alma debo comprar. ¡Camarera!
traedme un corazón en las rocas más indiferentes,

un corazón diluido en agua tónica,

tráigame la cuenta, que yo lo pago caro,
¡yo siempre lo pago caro!

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