16/01/1987
Hoy ha sido un día largo que se torno raudo. Y quisiese no
hubiese terminado. Ayer lo pasé bien y mal. Detalles daré pocos: bohemia y
convivencia con mis hermanos trabajadores y una pequeña (por joven) burguesa (por
realidad) que me follé en el baño de un bar de mala muerte, en el cual nos
desnudamos, como clase, he hicimos saber quiénes somos y qué seremos. Debo confesar
que adoro ver y escuchar en mi mesa a una ricachona cediendo a mis encantos. No
es algo que suceda muy a menudo, a pesar de que, como encuadre, es una
situación que siempre le debe pasar a un poeta, a alguien como yo.
Mi amada Zara, mi enamorada mujer pintora, necesariamente
tiene que obligarme al infierno. Eso es una premisa que busqué en mi conciencia
el día que decidí tener una compañera eterna. Zara es mi mujer y moriré con
ella independientemente de todos los amores que pasen por mí y mi existencia. En
fin…
El día de hoy es distinto, ha sido pacifico y sublime. Un buen
día. Compré una bolsa de alimento para gatos, para darle de comer a unos
mininos salvajes que viven en la mansión abandonada que está al lado del
edificio que habito.
Compré vino y frutillas en conserva, compré cervezas y una buena provisión de
alimentos para el resto del mes, utensilios necesarios para nuestro hogar y
mucho queso. Zara está feliz, me cocinó un rico almuerzo, luego hicimos el amor
y se escapó a Quilicura a ver a Amapola. Yo llamé a mi Amparo. Ella llegó
mientras yo solo, me quedaba dormido soñando con lo que no tengo.
Siempre me ha gustado esta mujer, me despertó y siempre me
ha despertado. Todo su movimiento es seductor, como se viste y como camina. Se acostó
en mi cama (la cama de Zara y mía) y a mi lado, se puso a leer unos versos
Japoneses que había obtenido en una biblioteca pública, la besé y nos
acariciamos de una manera patológica.
En este punto ya el día era perfecto. Un día maravilloso que
bien hubiese podido ser el fin del mundo.
Hicimos y conversamos miles de temas existencialistas,
salimos a caminar por el parque Bustamante, como un par de adolescentes que
creen que el amor de pareja es infinito.
Al rato llegó Zara con nuestra hija, Amapola.
La pequeña, temblorosa, también, en su ser disfuncional, se
comportó a la “altura de la situación” disfrutando y poniendo atención a los
escritos que declamaban los adultos embriagados.
Bebí y les ley algunos de mis nuevos poemas. Ellas también leyeron
(a un autor francés, creo). Me vanaglorie de las presencias de mis mujeres, a
las que más amo.
Este día ha sido perfecto, salvo que siempre me atormenta la
idea de mi futuro incierto… mañana debo ir a votar el destino de mi patria, que
siempre me ha parecido funesto…
Temo que la derecha neofascista gane en las elecciones con
su especulador embaucador y seductor.
Esta noche, creo, por este asunto, no dormiré en paz.
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