9/03/2012


Lo recuerdo nítidamente. Hay cosas que no se olvidaran jamás. Existen hechos que tienen forma de secretos, que son como fotografías que ni el más desconfigurado de los seres logra borrar de la historia. Era invierno, ya que siempre era invierno para mí. Habíamos bebido (o había bebido sobremanera), nos habíamos drogado (o me había drogado hasta desconectar el palurdo self de mi cuerpo). Luego, al siguiente día, o a la mañana siguiente con otro nombre, aparecí acostado en medio de las dos. Con la segunda llevábamos un buen tiempo como amantes, en el sentido de engañar a otros, de mentir con un fin idílico. La amaba de verdad, la admiraba profundamente, pero sexualmente, sólo me atraía cuando estaba borracho. No obstante, no todo es color caramelo. Y llegó la ocasión surrealista en que apareció la primera a nuestro lado, no es culpa de nadie. La primera era la primera en todo. Y la “amistad” entre primera y segunda nació, como cuando un bizarro encuentra a otro con el que comparte sus gustos extraños, algo que la primera no sabía, por cierto. La primera jamás suele compartir. Estando en esa cama siendo yo el tercero, pero no en ascendencia numérica sino que algo así como 1-3-2, en un arranque de sinceridad les plantee a ambas tener sexo conmigo, al mismo tiempo. La primera dijo qué no. Se manifestó bastante ofendida, mas le atribuyó mi osada intervención al hecho de ese estado de obnubilación-catártica-delirante que me caracterizaba en aquellos estados de intemperancia. La segunda no dijo ni una palabra, dejando abierta la posibilidad a interpretaciones afirmativas, desde mi punto de vista, y de negación por parte de su amiga la primera, con esa ambigüedad que la caracterizaba y la mantenía al margen de los problemas existenciales interpersonales. Primera segunda y tercero, estamos muy consientes de esta situación. Lo más probable es que la primera trate infructuosamente de olvidar este acontecimiento y por qué no, la segunda también, en vista de qué una vez que desaparecí de sus vidas disolviendo aquella lóbrega y descabellada triangulación, ellas se mantuvieron unidas en mi contra. Pero el detalle, la foto, la imagen imborrable y secreta que la primera desconoce, que a la primera le falta para obtener el cuadro completo de esta remembranza nefasta, es qué cuando estábamos aún bajo las sabanas y mis manos se alternaban acariciando las vaginas y los pechos de ambas, sin que la primera se diera cuenta, hubo una mano que paso por sobre mi cuerpo saltando nuestro desordenado orden numérico, 1-3-2,  y por quince o veinte segundos primera y segunda se conectaron definitivamente lanzándome a mí al infinito.

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