7/19/2012



Murieron dos cuicos de comienzo.
(Que pena, igual, la muerte siempre será triste)
Todo chile lo sabe,
y sabe que se mueren a cada minuto
un miserable llenando de dolor
a sus desconocidos amados
desconocidos miserablemente
por todos los que lo saben indolentes.
Y saben, también, que yo no existo
salvo para mi dolor crónico
de existir en contradicción manifiesta
producto de la neurosis obsesiva
que configuró los años ochenta,
en un individualismo patológico que insensibiliza
hasta el punto de no diferenciar el verano del invierno,
a punta de miedos irrevocables,
en una ignorancia necesaria para no padecer
los humanos sufrimientos de la empatia humana
que prescinde de la televisión y la religión y la concertación.
Deseo más de la cuenta, deseo tanto que debo
Además de a todos los bancos judíos,
reprimir mis palabras a pesar de la catarsis
que me hace decir que deseo
en un gigante grito de miles de pajas
en ojos ajenos
a lo que realmente vivo 
cada día que salgo de mi casa
que no es no es mía
salvo porque yo me encargo de qué sea habitable
pagando a duras penas el derecho a que otra persona
lo pase un poco mejor que yo
según lo que yo imagino
ya que probablemente esa persona ni siquiera haya vivido
a sus cincuenta años pagando dividendo
ni la cuarta parte que yo
he vivido a mis veintinueve años
habiendo recorrido la cuarta parte del mundo
vacilando “a lo vió”  
las oportunidades que la lujuria y la locura
me han brindado en su incierto pasar
convirtiéndome en un irresponsable de mal vivir
feliz y dicharachero.
Cada día me es  más difícil aceptar las normas,
he soñado con serpientes, con monjas lesbianas
 juntando sus lenguas con las mía, en verbenas 
con la barra brava de la U de Chile
y con amores imposibles que están a la vuelta de la esquina
dispuestas a hacer un paréntesis en la rutina del odio
único método de sustento de la cultura occidental.
Ahora no me abstengo de insultar a los periódicos en la esquina,
cada noche contengo mi ganas de mear
la cerveza que consumo de forma compulsiva
hasta que llego al quiosco y lo dejo embetunado de amoniaco
con la posa de orina que me demoro fumando
en desembocar alrededor de toda su esquina asquerosa,
para que nadie se acerque
a leer estupideces sin importancia
como que mañana se va a acabar el mundo,
los marepotos
y que los diputados discuten por los eme eles de silicona de la puta Larrain .

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