7/25/2009


HUERFANOS / MIRAFLORES

T ama r a.

Cuando tintinan las luces menos
que los soles en la noche quántica
sorbiendo los deseos en imágenes difusas: onírico
pantano de higiene neurotizada.

El espectáculo y los más necios grados
elevados en la métrica del mercurio y el argento
de los cuerpos de los hombres contertulios
de enormes y poderosos espacios transicionales
la esperanza
de una flota mecanizada ante las curvas de danzantes espirales
reflectados por el espejo (ojepse le rop sodatcelfer)
chocan las palmas engalanando el desierto de la mente
venal de aquellas inquietas mariposas.

No me niego el devenir de la sangre en capilares
cavernosos y sobrevalorados
por la genética de un mundo en el centro de una moneda
que en papel se a tornado
erigiendo la escisión del amor
y del placer
en la piel de la cortesana cual una suave poza de hiel nacarada.

Razas y efectos de la luz en lo azabache de la covacha proyectan
el discurso erotizado del cosmos
en mínimas bragas arquetípicas que solucionan la tensión
de las cuerdas del violín
que esbozan los concéntricos jirones de una piel modificada.
Y cada partícula rebota en lo antitético
del problema de los Epicuros graciosos
en la despótica posición del averno

y su capital.

Era de mineral mi mirada engrasada.
Tal cual, estando en el origen de la autopoyesis, mis carcomas
se nutriesen en los idilios imaginarios
como células y paradigmas reducidos en un espasmo
que constriñe los días que son iguales a
los días de siempre.


Si la reducción de la natura,
que propone en su esquema
fronterizo y nostálgico,
logra influir el relato de la proeza
que es lo esencial o el alma de la aventura que es, a su vez,
el acaecer de recuerdos que en gloria cantan los guerreros del antaño
(in interminable),
debería intentar regalar este quartz de la riqueza
en su máxima
nada: en su máximo todo,
y reconocer su amistad transaccional y perfecta
cual una alegría infringida en lo más anatómico
del holismo y su larga fuente.

Hablare de ti, como si hubieses sido
¡siempre! Lo que ego sublima atiborrado del icono
y pulula estupefacto la realidad de la realidad
de poder agenciarse el vientre y sus accesorios,
sus tetas, sus nalgas, su idioma extranjero

de la algarabía de su cuerpo: que sería:

los cabellos tan extensos como los caminos que llevan al Parnaso,
igual a los ríos negros que son las arterias del mundo,
mojándole la espalda blanca y curvilínea, de seda versátil y estética
recargada de dulzura y misericordia,
confluyendo en su amplio trasero hecho de caderas maternales y vírgenes,
tal cual las divinizaciones
que le atribuyen acéfalos al portal de la vida. Su vagina pequeña
como los tropezones de las antitesis que generan los mismos universos
en plenitud y certeza. Depilada y delicada.
Estimulante de asociaciones con la perversión primera. Su boca enorme.
Sus labios iguales a la objeción de la pobreza,
sus hilarantes ojos adornados por infinitas guirnaldas
de pestañas negras.
Y como si su sonrisa albergara
la letanía irónica de la despedida primigenia,
su abdomen era tan liso como las caricias de lengua
abierta en su finísimo cuello que sostenía
al igual que un pilar magnifico la belleza celeste
de su cara de gamberra.

Sus piernas: sus piernas
menudas y morbosas columnas de mármol
que lograban extenderse como pitones puras
ahorcándome la espalda hacia ellas.

Sus pies eran insignificantes, no obstante, tan
cosmopolitas tan majestuosos
que los montes serian una vulgar irrisión.
Me jacto de haber derretido el almíbar blanco de su dedo pequeño
mientras frenético le enterraba un animal cúprico y rígido
en la olorosa y húmeda piel de su feminidad.

Hermosa mujer era T ama r a
la más bonita de las hermanas que mi sangre ha recorrido
por la hora y media que nos amamos para siempre.

No hay comentarios.: