11/08/2012

Pequeña Bitácora de un Pequeño Viaje

1ª PARTE: Providencia
Planeé durante unas semanas abandonar mi montaña,
 me fui con la promesa de amarla para siempre.

18:00: dejo al amor en un tren de oro dirigido al Sur de la familia.
A veces, el paso del tiempo que pisa fuerte,
acumula nieve en los tejados
 de la conciencia de vidrio del cuerpo que tiembla.

 Sé qué cuando el rose de los labios indique la huida,
 saldrá de mi mente un alma doméstica corriendo despavorida
igual a los gatos que escapan por el techo de la vida cotidiana.

 La moral no tiene distrito en el lugar que visito.
 ¡Amada mía, esto no tiene nada que ver contigo!
 Suelo disiparme hasta desaparecer
 a ver si por-si-a-caso nazco de nuevo,
 ahora, como quiero,
con los ojos llenos de signo-peso
 y los apéndices duros como viejos arboles que resisten cualquier invierno.

 Concluyo que nada es realmente cierto.

18:10: Corro a los brazos de mi hermano Claudio
 salto los edificios del Santa Lucia y su feria,
 me subo a las torres con lentes oscuros.
 Las luces brillantes que se ven desde el cielo del balcón
son como estrellas de neón angelical
 en un firmamento de concreto sucio pero adorable, por cierto.

 Me limito a inhalar humo negro,
 a tratar de seguir muriendo como me lo merezco.

 Mi hermano me ha enseñado las razones de unas imágenes
 sospechosamente difusas en nuestra genealogía,
 que toda la vida me han llenado de miedo.
 Me exculpa.
 Me deja seguir subiendo.
 Soy un hombre integro, sé que todo lo puedo.
 Sin embargo es un hechizo demasiado corto
 que se evapora dolorosamente
como el étil de mis poros al despertar
con la boca seca y el rostro hinchado como un monstruo.

 Finalizo escribiendo otra oda al terror
y me coloco serio y sigue la tormenta.

 Otro día 10:00 AM:  Tomo desayuno exquisito en familia.
 Matilde crece rápidamente pero parece desconocerme.
 Son los enormes lapsos de tiempo que separan a Santiago de mi existencia.
 Me siento algo triste por ese hecho, mas lo disimulo callado.

Bajo de la torre, a lo inmenso del centro.
 Todos estos recovecos tienen tatuadas mis iniciales.
Rayé todas sus murallas de cemento con mi sangre.

 El calor y los escorpiones morenos
 hacen parecer ese entorno, otrora tan mío,
 un peligroso infierno lleno de diablos que sonríen
desde los escaparates extranjeros.

 No temo:
una sensación paralizante expulsa de mi corazón
cualquier pensamiento de conservación de la materia. 

Paseo por una feria donde se ofrecen los libros,
manuales de psicología Satánica
y técnicas para abortar la herencia judeocristiana del alma enferma. 
Ojeo un librillo de tapa negra y grasosa.

 En el medio de la ciudad está lleno de pacos.
 Decido escapar hasta los lugares bellos…

13:00:  Los bares elegantes donde el artista común se reencuentra
 con el artista reconocido,
 los restoranes exóticos donde el placer del gusto tiene un elevado paradigma,
 las tiendas de arte: los borrachos compran wisky y cocaína.
 Los biógrafos y sus rubias chic vulnerables emocionalmente.
 Los cafés de homosexuales bonitos y musculosos.
 El Emporio la Rosa y los turistas disfrutando
 grandes copas de helado natural de fruta chilena.

 El museo desde donde el flaco robó el Rodin.
 El parque inmenso y lujurioso.
 Los antiguos edificios de cuando los arquitectos eran poetas. 
Los árboles, el pasto. La gente “alternativa”. 
He llegado al barrio Bellavista y me atrapa la melancolía.
 Recorro todos los bares y por ahí bebo una cerveza.

 Observo en derredor y todos pareciesen ser mis amigos.
 Todos tienen intenciones de cuestionarme cualquier cosa
 referente a lo desconocido.
 Enciendo un cigarro y pienso que jamás pienso
 en mi salud. 
Extraño a mi mujer y me siento incompleto.
Reflexiono sobre la dificultad de ser uno mismo.
 Soy un exitoso perdedor
 con una paupérrima tarjeta de crédito
 siempre en el borde del abismo haciendo malabares
 para verme interesante, integrado y sereno.
Oigo pasmado las conversaciones de las mesas vecinas,
 los comensales beodos se expresan de manera elocuentemente escandalosa.
 Es una prédica en el desierto del corazón abandonado.
 Un soliloquio de frustración y pena compartida
 que inevitablemente desaparecerá en el infinito olvido
 o mejor dicho penará eternamente
 en actitudes inconscientes para con sus desgraciados,
igualmente, familiares y amigos.
 Creo que todo podría ser peor para mí.
 Pero inmediatamente me detengo sobre la divagación
 asumiendo que encontrar consuelo en ese hecho
 es idénticamente patético.
Será mejor cambiarme de cantina.

Me estaciono en el “J-Restobar”,
 en su terraza con vista a la calle hermosa. 

A veces, en mi vaso amarillo caen semillas de los grandes sotos
 que me dan la sombra suave que me alivia la nostalgia.

 Este garito es “atendido por su dueño”.
 Un tipo amable: barman y mesero
 algo necesario como un rey y mendigo.

 En el aire se deshace una salsa del grupo Niche.
 En el acto mi remembranza se sube en una nave rumbo a Cali
 ¿Qué será de Ella?
 Ojala esté bien y haya encontrado el “amor verdadero”
 Tal cual como Silvio encontró el Unicornio Azul.
 La existencia para personas como nosotros suele ser siempre ingrata.
 Mas yo soy un hombre en extremo afortunado.
 Siempre le desearé lo mejor y yo no era lo mejor para ella.

19:00:  Sigue la salsa. Me siento un tanto menos tonto,
 más cómodo, más ligero, menos temeroso.
 Hay un desfile constante de hombres y mujeres con atractivos tatuajes.
 Aún no deseo intercambiar alguna palabra con ninguno.

 Pienso en mi próximo paso.
 Debo oler como alguien que abandonó su hogar
 motivado por la decepción y ese no es mi caso.

Las apariencias engañan
pero soy muy consciente de que la mayoría de las veces no es tan así.
Hago un voto de abstracción
deseando ser completamente invisible.

Recuerdo que antes hacía cualquier cosa por la refulgencia estética,
por el brillo poético y la conquista inmediata.
 Lo sabroso de la aventura era lo incierto:
 el fracaso seguido del éxito en una línea de tiempo
que pululaba muy lejos de mis deseos actuales.

Me hago viejo y derrocho el tiempo.
La palabra derroche no debería tener a priori una interpretación negativa,
 salvo se malgaste el día en la cama mirando el techo,
 abusando de la imaginación asesina.

 Es sano de cuando en vez desaparecer.
Es parecido a una tregua entre la sobrevivencia y el fin de la paciencia.

Me imagino a los padres de los otros.
 A todos los que jamás se verán por aquí alrededor. 

Las tormentas comienzan a adquirir algo de sentido.

Wittgenstein planteaba que en la locura estaba muy arraigada la verdad:
 esa verdad que tanta paz le ofrece al hombre contemporáneo e individualista.
 Él no lo dijo precisamente con estas palabras,
 esto es lo que yo entendí respecto a su disertación.
 Espero no equivocarme
 (pues la locura es algo demasiado sublime
 como para hacer interpretaciones antojadizas).

Todo lo que me rodea es particularmente hermoso
 y yo sólo me dedico a describirlo.
 Podríamos decir que así se escribe la historia del hombre. 
Que así escribieron la historia de la humanidad.
 Empero quien igualmente llegará a estas conclusiones
 está muy lejos,
 me resulta lamentable que no esté a mi lado en este momento.
 Es algo difícil de explicar con conceptos.
Se nos va la vida en explicaciones que jamás serán íntegramente aceptadas.

 La soledad es una premisa tan evidente 
como el único espermatozoide que cruzó la frontera de la madre-vida.
 La comunidad, la sociedad y la cultura
 son una mentira, son una mentira
 cómoda ciertamente, y todo depende de la capacidad creativa del que la diga.

 Nietszche decía que “los más grandes mentirosos son los poetas”
 ¿Por qué no entonces llenamos de poetas las alcaldías?
 ¿Por qué no llenamos de poesía nuestras achacosas vidas?

 Las respuestas son demasiado obvias:
 a muy pocos le interesan los mapas de Arthur Rimbaud.
 La felicidad está profundamente tergiversada
como para intentar descifrarla.
 Los valores están completamente invertidos
 y no será precisamente Dios quien modifique este estado de las cosas.

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