10/02/2011

ERRORES

Los juegos del diablo, payaso vil

cognoscente de los recuerdos impávidos

de una paloma buena blanca,

que se desparrama por el gris de la nube,

se parecen a la película mala

de los hebreos del tiempo,

atiborrados de plástico en el sofá policromático

del confín del hielo

derretido en un subterfugio de una ramera colombiana

en el café del centro,

con sandalias de ecocuero, luchando

por la educación del pueblo que no es

el marginal que roba relojes de oro,

empero, obviamente, en las mañanas del ciego connotan

un asunto que trasciende las mismísimas estrellas,

no conoce de lo difícil que resulta el suelo.

Finjo que tengo la vista nublada, me sirve la borrachera

como excusa, pero claro estoy de la miseria del mundo

que se arrebata como una flor de espectáculo de gamberros.

Si el diablo es la tentación de mis dilemas no entiendo

como puede ser tan flaco y olvidarse de mi ropa,

de mi equipaje, de los pejerreyes que adornan

el pobre financiamiento de mi algarabía.

Los días pasan como si las polillas

estuvieran en el abrigo de la madre de los pollos

que son las mismísimas angustias por las que desvarío.

No puedo dejar el futuro, prefiriese duro seguir

en el polvo con cristales en fila india

adornando el vidrio de una mesa ajena

llena de la comida de los hijos integrados.

Quien soy yo, ella se hizo llamar dilema.

Pero considero tiene menos problemas

de la felicidad que es

una nueva escuela.

El paraíso de las flores tiene puertas irrenunciables,

parecidas a la religión fuente de todos los inconvenientes

que el hombre es una guerra que busca

paz en los peores lugares,

y considera que es libre cuando se arrepiente.

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