12/11/2010


He mirado tu boca: bivalvos de colores

del paraíso marino de un Verne emborrachado,

tus dientes joyas marfil

son enormes y blancos y puros

y al esconderse tras ese manto orgiástico de tu seducción sonrisa,

son tus labios expuestos mi delirio estepario

son la evocación de mi beso chillando lunas diversas

en el mundo del placer donde soy emperador y tiempo.

Me detengo en la primera fracción de tu pecho.

Oh! que magnánimos son

los recuerdos de mi lengua bailando con ellos.

Oh! que gigantes son los montes del parnaso en tu cuerpo,

ambos penden del mediastino rítmico de tu respiración agitada

y los coloco entre mis dientes y los disfruto

entre mis piernas como cobras negras

que aprietan junto a tus manos abiertas

esa parte de mi cuerpo que en tu interior sublima

dejando expuesto tu rostro que es la palabra belleza

vuelta imagen y caricia sobre tu espalda tatuada.

Conoces la nada: no es nada de lo que piensas,

es el instante del nexo entre el paraíso y el averno:

neutralidad subyacente a Epicuro trimegisto.

Te subo a mi cuerpo y en tu vientre trepito,

repto cual sediento animal que se alimenta de ombligo,

la danza de mi lengua es una simbiosis de vientre

y lamo tus piernas en señal de sumiso.

Ay! Que me enarbolo, crezco entre flores,

me das el sabor de Dios frente a las creaciones asesinas

y acomodo tus bragas como banderas de rendición, blancas

pero azabaches dejando abiertas las puertas de un nuevo firmamento,

viajo en tu universo y siento los elixires del cuerpo

recorreré ese espacio divino

donde me veo caer en tu final

vaho

cuando cansada me dices te amo, te amo…

y te desmoronas majestosa cual un castillo de perlas rojas

y fumas un cigarro confirmando lo perpetuo.

No hay comentarios.: