10/30/2009



VICIOS

Y mi nariz ansía
el latigazo albino de la euforia
evocada por la alquimia posmoderna
y su sabor a fierro reventándome los vasos
y formando el rosado orfeón
del plasma desconocido
en otros metales mundanos y veleidosos.

Y los subsuelos de la conciencia
deformándose en su personalidad
particular y variable
como la naturaleza postrera,
subyugando a los días cotidianos
de la melancolía imaginando su confluencia
en los animales puros que ya ni pululan
en las selvas del egocentrismo.

Y la paranoia,
esa desconfianza productiva de los gatos,
y los gorriones,
de los insectos más nobles que proliferan
entre las flores sirviéndoles a la vida.
Esa sensación filosófica de la autonomía sensitiva
que espera encontrarse en el espejo del tiempo
que no existe.

Y las mujeres aunadas a la entrada del ser,
decorando los barriales, las sombras, los deslices,
el amor y la maternidad
cual un juego evolutivo en el que siempre se espera
ganar el final.

Y la nada, un paraíso habitable
impregnado de prejuicios
que bien se limpian con cloro para seguir
siendo nada.

Y en mi mano la navaja, la piedra,
y el puño, y mi pluma estupida y una pistola
cargada con un crimen anterior,
decimos: adiós, nadie nos conoce,
somos libres como la paloma coja
que espera su muerte sin juicio,
como cualquier (oveja) cristiana.

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