3/17/2009

A VUESTRA ENVIDIA

Cuanto ha seducido la fruta podrida
en la boca de la cavilosa oveja del vacío
de la conca, y la chusma me llena de baba de envidia
pregonando la desesperación de mi señal muda,
mi lenguaje desconocido, cual si fuese un producto
que de extraño poseyese a priori
en su desconocimiento la inopia de la locura siniestra.
No obstante me refiero a ellas como vacas profanas.
Ya elimine a todos los animales bizcos que con mi navaja tropezaron:
aquella cobra deslucida que hundió su colmillo en mi cuello en la mañana,
protege hoy mi espalda erguida ; yo creo.
Con furia digna de guerreros mi palabra desemboca
en la extensión mustia de la ignorancia de los risueños y los pobres
esclavos de las monedas y el ojo desviado del profundo color.
A veces considero lo etéreo de aquellas sensaciones
parecidas a peos de la boca platelminta, y me retuerzo,
convulsa afición que en ocasiones me acaece.
Es difícil explotar cuánticamente en el infinito
del azabache de la mirada alzada.
Hay muchas bocas: muchos hocicos: hay muchos
picos flácidos y ramplones, escupiendo
su prejuicio infértil,
su bazofia pusilánime de la risa fingida por el ojo cerrado en el centro
del centro del puro livor de no ser
(como somos nosotros) únicos y dementes y muchas más veces felices…

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