3/17/2009


8)

¿Qué amada, la disímil
estrella, ha podido siempre, sin el fajo
bajo la tercera pluma, caerse al sempiterno
con la boca abierta
como las piernas (columnas de mármol
de cualquier color)?

Supiera Eva la maligna cepa
de aquella vid que se escapa calma.
Quizá estuviese en el fondo de mi pecho
y yo

m-
amándola,
como sorben los días cada poco de vida
que muero sin sus flores
en el tejado de vidrio de mi tumba vacía.

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