Ahora los saldos menesterosos y amarillos
todos los jirones de aventuras
y funerales exigentes.
Habían madrugadas gélidas
allende sin pelaje explotaban contra charcos
de incidencias los mínimos recursos
de un atado enmarañado del terror cotidiano
y el león en la habitación de cristal apunto
de quebrar la ventana y escapar…
Sabe la sensación de saltar de babel,
este ciclón pretende enmendar fantasmas escurridizos,
pues cuando intentaron comprimirlos, las grageas
tornáronse vinos, las mujeres: respuestas.
Los versos son las garras de el león vivo
que pulula mustiamente observador en el averno.
Los nervios gritones en su ronda final,
se acerca la noche cargando en sus espaldas
una mañana preciosa: la sensación de la torre
en frente de un querubín libertino y tempestuoso,
la sensación de las cartas de amor incoherente
y abrazos que no importaban en el alud de la rotativa.
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