FRIEDRICH NIETZSCHE
Autómatas positivistas hoy encumbran su frecuencia
en evidente conducta suicida y cobarde,
como en el vaticinio que tú ostentaste,
a través del asco hecho mil voces
desde un precipicio que jamás fue el mismo,
hasta la llegada de la anatema desesperada
de la soledad auto proyectada
y la lejanía del exilio
de los visionarios ácidos,
de los que buscaban el futuro cual millones de diamantes en bruto,
como lo hiciste tú.
Sí, tú, sin embargo, lo supiste,
cuando en tu cuchillo la sangre
del ιδου ο ανθρωπος
chorreaba a tus enemigos detractores y verdugos,
a las escritoras gallinas religiosas
y a los quiméricos-avaros-demócratas-aristócratas,
que predicaban círculos y rectas líneas en el tiempo,
en el espacio común de los bestiasalvajes y los superhombres.
En la gracia de la página amarilla
que vuelve a florecer batalla tras cruzada,
se honra el día que te pertenece,
te honran los guerreros instruidos en las antitesis
de escabrosos evangelios,
acosando mañanas elevando damajuanas en el nombre de la victoria.
Y brilla tu sol en nuestras espaldas felices
y la noche nos bendice con lo peor,
con vuestra herencia de fuerza
de
voluntad
de
poder
comedidamente asumida,
evidentemente sentida,
aunque igualmente vapuleada y resistida
por los pálidos soldados del secreto invisible
que se mantiene en el trono
y ahora toma ciudades,
esclavos de capitales completas…
Seguimos de pie más allá de todo,
más allá del bien y del mal,
como cualquier cosa que se hace por amor.
Seguimos escupiendo a genocidas
antes victimas,
seguimos adelante mirando donde tú miraste,
bebiendo lo que tú bebiste,
y escupiéndole al rebaño
lo que tu escribiste.
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