Daniela el amor
letargo y flores marchitas
sin que decir,
¡no sigamos!
le dice la gnosis al ánimo,
y discuten sin llegar
al lugar donde el sol vuela fugaz
como la estrella del deseo.
Y tú mujer sabes matar
al exánime en su tumba
como una antigua fascinadora
que la final respiración supiese retardar
y hacerla un tronco en medio de un océano insurrecto
de sublimaciones que no valen
lo social del encuentro
en su total ansia.
¡Si! mujer como eres capaz de reventar vil aparición.
Yo lamento unas penitentes indecisiones
y unos abstractos fenómenos
de la realidad que se comparte,
y en esos momentos
que no tienen tiempo, maldita,
tus verdes cristales encabritan mi alma
navaja, mi sufrimiento abrumador
y te odio
y te vuelvo amar
en afonías de la nada
del rufián
del aburrido espasmo cauteloso
y lo peligroso de un camino
con verdugos y buitres
que aman mi ojo medio cerrado,
mi corazón bien abierto
al pasado
y al presente
como los tres
Paula, tú y yo
en un catre
que no me soporta
somos mediocre feto revuelto
con la entraña de un útero sangriento.
Soy el hijo quizás también muerto
en un wc de espanto…
y tú me sigues manteniendo
en una palestra de desencanto
cual si la fosforescencia me enfocara
y la nada me proyectara
en un cielo feliz…
Te vuelvo a odiar
como si el amor no fuese el final,
como siempre jamás.
Caímos al abismo sin fondo:
al fondo del fondo.
12/10/2006
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