Una mañana, dos
mejillas inflamadas
de beoda soledad
y un enorme catafalco pestilente,
dan la malvenida
a la cría malparida
que se eleva hacia el asfalto
con la mirada perdida
en la eternidad galáctica.
Como se ve tan bardo
el saltimbanqui en llamas,
una flor no lo mira en el trayecto,
pues desde la nada al averno
y desde la choza al lamento,
hay mucho trecho,
cual en todo orden de dichos y hechos.
12/10/2006
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