Me pica la cara con calamidad compasiva
como vergüenza o venganza cuando enrojece la mejilla,
estoy sucio y sedado de los recuerdos predadores
de las añoranzas añosas ajadas por la apatía
cual victima novata de condiciones sociales
severamente sobrias para mi intención primitiva.
Se ve suave y serena, bella verdad de verdad
verdadera
vocal a la visión, la besaría
en todas partes en todas las partes para ponerla preciosa
hasta hacerla amar a las aves que atan
como sogas de ágata argón y la gozaría
así cual golosina de glucosa glacial y graciosa
chupándola hasta champagniar en su boca de chica.
La sometería sin furia como el día a la noche
negociando con ella la nefasta necesidad de negar que no somos nada.
La tendería en la tienda sin la tenida que tiene
para impresionar a los impíos paradigmas que le impiden ingresar
en las indúes posiciones de la inmensa intención de integrarse con el todo.
Le mordería el rincón entre la rotula y la pantorrilla
precisando prenderla a una estrella y prenderla
como una antorcha antigua que brilla atormentada y ligera
por placeres perentorios predicadores de dicha
por el puro placer de perecer en su pecho.
Observar sus ovaciones obnubilado me paraliza
obviando el sentido de olvidarla algún día
odiándola por ostentosa y perra y maldita.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario