Aprovecharé que el amor me inunda todavía
para no romper con las balas aciduladas
la idiotez del averno que llamamos casa,
la mugrosa tierra baldía de burgueses impotentes
ciegos de basura en la cara.
Ya que han acabado los idilios de pasear como ilusiones:
imágenes
programadas
por corazones pueriles,
he de masacrar lentamente
la carne de los asesinos con agujas de oro
que pinchen en sus destinos la amargura de sus nacimientos
desde el vientre protervo de la escoria que los vio chillar arrepentidos.
Su mismísimo dios judío
penitente
me mirara sonreír en el filo,
antes de abandonar victorioso el universo que errado repta
por las pezuñas ignorantes de las ovejas pusilánimes.
No ensuciaré mis manos el momento antes,
un Poncio Pilatos drogado reirá en su orgia,
cuando todo caiga en derredor
y la tierra se sacuda las alimañas…
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