Me lo han robado todo (o quizás todo se escapó en una leva
como un perro imbécil que depende de otros),
pero yo tenía en las manos los cuchillos de argento
para cocinarle el aliento agitado en la madrugada,
una residencia oscura en la mitad del abismo
con vista a otro edificio oscuro como él mismo,
colecciones de manchas de sangre en las paredes
perpendiculares al olvido que se devoraba un contorno
perdido en la cama, a la derecha del padre
retratos que hablando poseían la lógica sublime
que le falta al que no entiende
mis p a l a b r a s……o r i g i n a l e s.
Una planta perdida en el cielo del vidrio
poroso de un ojo con ríos rojos,
unas noches en velas azules y blancas
de todos los colores de lo negro del pensamiento,
unas noches desnudas y sus bragas que volaban
como pájaros perfumados por sabores íntimos y tiernos,
unas noches borrachas con destilados Europeos
prohibidos por castizos del siglo 10 y 8
por razones psicotrópicas que burlaban a santos.
Yo tenía el trofeo en la repisa de mi cerebro
y juntos lloramos en navidad y año nuevo:
cada año viejo sin perdón ni olvido
ni quimera ni suelo; yo tenía un mundo entero
y un mundo hecho jirones dónde habitaban los recuerdos
de vetustos amores imposibles y fugaces,
pero de pronto, un día que era invernal y desproporcionado
desaparecieron mis descabezadas muñecas del rincón de la litera.
Y no hay recompensa para quien la haya encontrado.
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