No aprehendo nunca: soy bruto como los carbonos
que brillan en las joyas de desposeídos mandriles.
Me come la zorra cual un fruto silvestre
creyendo en un dios perniabierto y con ligas
y se deshace mi dinero como el agua en la vasija
de un cadáver con hambre acompañado por la nada.
No tengo solución, tropiezo cuarenta mil veces
con la nariz de una cualquiera.
Quisiese el mismo Pazuzu que me revelase al mundo
siendo un iracundo lanzador de saetas.
Mis nervios entorpecen el flujo del aire,
mas las sigo mirando con desprecio pasmoso,
no con petulancia: con los colmillos apretados, empachado
en el encéfalo con cocaína malsana.
Y sin renunciar al dolor buen verdugo, mi sangre es espesa
y no sale de Soma, por ende me arrepiento aunque no sea mi boca,
de poner mis metales en las puntitas de sus tetas,
viles coquetas, hacedme la cama, ya habrá otro rockero
que mejore mis versos.
Ustedes creen, acaso, en la litera empapada
por la silueta de vuestros cuerpos,
cuando las manos generan goces similares a sus madres,
en el fondo vuestro erotismo se traduce en esas voces
del padre y los novios que carecen de dinero
ya no palpare ni sus flancos ni sus sueños
quiero que se arrastren como un maniquí del infierno
que es este escaparate donde se gastan mi dinero
y me mienten como si yo no supiese que a la misma muerte espero.
Ay! Mis queridas, sois tan idiotas como los palomos en invierno
y sus gatos se abren fácil a los escupos de mis labios,
mientras genere las estupidez de la vida convencional.
He intentado amarlas pero seré la jeringa
tengo todos los canceres de sus piernas separadas ,
por eso me molesta que hablen de hastío
si ni siquiera conocen mi puño,
con un lápiz y las letras.
Ahora las logro penetrar
en las pupilas, para saber que lo peligroso no estaba en mis vísceras.
Siempre fueron una luna lejana y cambiante
con unas afiladas lenguas que atravesaban las paredes.
Y no bastó más que la porción de vuestra historia
para entender lo integral de las tinieblas que las consumen.
Como cardúmenes tarados he flotado en sus vientres
arrastrándome como una serpiente asustada por las manzanas
si supieran que incluso las he cuidado en las mañanas
cuando sucias reposaban con la conciencia en otro mundo
quimeras desdichadas! Cuantas alforjas he llenado
con el mineral de sus sollozos,
mas son como unas perras que se sientan en un trono
para disfrutar de las luchas entre absortos gladiadores
y reír y llorar, piden los besos del látigo
vuestras cicatrices son reminiscencias de sus primeros amores
y odian los idilios, a los arcaicos cantores
que al igual que yo pasean por sobre nubes y flores
silbando las melodías de los cementerios enormes
con la melancolía inmensa cual la doceava torre.
Nosotros nunca seremos del amor espectadores,
así que espero se atoren con mi falo en sus gargantas.
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