Otoño
¿Has visto cuando caen
en un hielo testarudo
los guiñapos amarillos de los folios
que murieron?
Los arboles lloriquean
una miel excepcional
en el asfaltico tapete de la realidad
que se abriga
con el cadáver de la hoja
que ha saltado al vacío.
El viento ha sido son
que las copas danzaron,
la noche
derrama su tinto azabache
con antelación inopinada
sobre el cielo de la orbe.
Miles de ojitos rutilantes se han ido:
un onírico albergue los cobija tras las nubes.
El paisaje evoca los misterios de la razón.
Todo se parece al amor
y hago correr sobre tus hombros las serpientes
de mis brazos que te ahorcan de cariño
para siempre.
Pareciese
que jamás
el sol regresará
mas el fuego en el tempano ambiental no cesa.
Corre una gota por tu sien enrojecida
pero no es la lluvia!
ni una lagrima sórdida del otoño del paisaje.
Le pregunto a mis dedos el origen de la visitante
y me responde con ese aroma de lúbrica cortesana.
-¿Extrañas el abrigo, querido?-
interrogas a mi paso en tu piel acomodado
y yo sólo puedo ver las estaciones de los climas
como trenes infinitos y ruidosos en las cimas
impetuosas de las curvas que te dibujan perfecta.
Sé qué también
tú eres
un otoño.
Me cubres las palmas con hileras de oro
besas mis oídos cual una brisa recia,
humedeces la pradera de mi vientre mustio
cuando nublas mi conciencia con tu amor incomprensible.
*fotografia desde la montaña en Bucaramanga, Colombia