La felicidad es una constante intermitente:
lo sé
en tu regazo
completo
que como matriz depone de mi cuerpo
los sabores inconscientes de las viejas
caídas en el abismo:
yo soy el puente.
En las noches la electricidad se torna luz en tu cama,
el refulgente tornasol de tu mirada
dice todas las bondades de un millón de sentencias
hechas en mi espalda, busqué la muerte
en todo el continente divagando las soledades espesas,
viaje por los torrentes negros de las ciudades de Colombia,
pernocte en la sombra tormenta de una noche Venezolana,
y embriague mis pestañas con el grueso sour de una cantina en Trujillo
esperando la mañana en que amanecí contigo
para siempre
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