Y si elucubraba cierto ensalmo, pensaba yo
de frente al esqueleto barbudo de aquella pobre
alma tan nimia como sola,
¿qué valor le asignaría,
diferentemente, a su mugrosa realidad
de asfalto y mendrugo?
Si a veces se confundía su voz con la mía, hilarante
de situaciones difusas más inciertas que los recuerdos
vagabundos de ID,
era producto de la viciosa escapatoria
en los brazos emplumados del narcótico
apropiado
para cada quien y su tiempo que corre
en frecuencias de soles distintos y sin días
definidos por barreras permeables.
Quizás aquello me hacia volar en su dialecto
particular de suburbial engendro de la política
democrática del infierno
en el que su madre se embarazó en la primavera
misma de los designios de los negativos filósofos muertos…
Discurría su discurso frenético del hambre
de sus pulmones y los centros más nerviosos
de su desecada dermis de esmirriado haragán,
todo por la pasta, por el blanco
clorhidrato diluido en la bazofia
de los rancios madrigales de algún insecto baboso
por la química nefasta: alquimias futuristas
que anteponen la muerte a la desesperación
revolucionaria de los corazones oprimidos
por las bandadas de pájaros malditos que chupan la sangre
capital del sudor del obrero que solamente
puede robar
el valor de las sociedades estadounidenses de la risa misma.
-¡Que ironía!- le gritaban las ratas al paso
neurasténico que daba por la barriada de su arrabal
trasgresor de toda ley de socializados
autoritarios animales de protección burguesa,
al verle pasar tan difunto como su alimento
subterráneo a los pies de una roca metafísica
con una cruz ladeada.
¡Que ironía! Pensaba yo cual si chocasen las sentencias mismas,
que aparecen en el papel albino de mis observaciones taciturnas,
en mi sien dilatada de metales parecidos a la leyenda del nirvana
y las reivindicaciones del mundo de los pobres diablos
que mueren todos los fines de semana en la vereda
de las iglesias evangélicas y los bares clandestinos
de los magnates soberbios que chocan
sus copas de champagne contra la pellejería
de la cotidianidad de los vencidos.
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