Cuando paso mucho tiempo sin escribir, tengo sueños raros. No
son los sueños extraños de Dalí ni los de Christopher Nolan, son más bien realistas
dentro lo surrealista e hiperonírico. Tienen inexistentes escenas de la segunda
guerra mundial y de gigantescas naves espaciales aterrizando sobre la comuna de
Providencia, hay filósofos muertos debatiendo conmigo sobre lo “real” y
queridas de los años veinte fumando con largas boquillas mientras me tiran
besos. Tienen pasajes antiguos de cuando estaba en un escenario rapeando y el público
saltaba eufórico, o de cuando estaba recitando poemas en una biblioteca y los
oyentes hacían gestos con la cabeza, o cuando bebía con muchas mujeres desnudas
en habitaciones de hoteles en países centroamericanos. Tienen imágenes satelitales
impensadas y perfectas y lluvia en tercera dimensión que empapa melenas largas
como las esperas más tiernas; amores imposibles dándome besos irrepetibles, seres
queridos fallecidos antes de tiempo, brindándome explicaciones de su partida y paisajes verdes de antes de Cristo
deslumbrándome para siempre. Cuando sucede
esto, despierto con ganas de seguir soñando, y aquel confuso hecho le pone diez
minutos más al despertador. Pero la
realidad irrevocable con su incomodo devenir me aplasta siniestra con su sabor
a sacrificio y me levanta de la cama con ganas de cambiar la vida, de
transformar el mundo. En aquellas encrucijadas analizo mi lenguaje y las
vigilias anteriores, retomo las lecturas psicoanalíticas y esotéricas (a
Jodorowski y a Levi Strauss, siempre) y
le buscó sentido a lo que no tiene lógica y me entrampo en reflexiones que me
hacen ignorar la vacía coyuntura de la que todos opinan. Empiezo a comprender
el amor en una extensión diferente, las definiciones de lo abstracto que me
otorgó la cultura occidental-patriarcal-machista, me resultan diminutas como
esas ganas fálicas de verse más grande frente al otro. Y renuncio al deseo de
competir en esa carrera que corren casi todas las ovejas ciegas a tientas
suicidas y mala onda… Y no se trata de ser hippie ni que me guste la idea de
comer manzanas “autogestionadas” en mi huerto okupa, pues me encanta el glamour
que brinda el dinero y eso jamás lo he negado, pero no soporto la idea de ser
un esclavo de “lo que los demás esperan” de mí. Me reconcilio cada noche con mi
existencia anotando ideas en mi cuaderno.
Jamás me he vendido, pienso, es sólo que entiendo que cada cambio requiere de
transiciones lentas y he de alimentar y ejercitar a mi paciencia, haciéndolo todo
a la perfección máxima que se me requiera, cuando de validarme socialmente se trate…
Siempre me quedará Paris y esas mierdas para regocijarme en mis verdaderas
aspiraciones.
4/16/2014
1/04/2014
ANIMALES
Seré el perro ciego,
seré el gato que pasea
y en ventanas ajenas ojearé el
panorama
mientras no signifique un drama
para esa cualquiera que desnuda
pasea
por su cuarto como si nada
meneándose natural y plena. Como si
todo
estaré pendiente de sus pasos
y, eventualmente, en su regazo
me acostaré a recibir sólo
caricias,
mientras emito un sonido de placer
o mejor dicho ronroneo sin cesar
al estar en ese paraíso de sus
piernas.
Seré otra bestia también,
una de esas salvajes,
de esas con ojos que no miran a
ninguna parte
y que por ende, cuando se fijan
sobre una delicia, no hacen nada
más
que abocarse a ella hasta morderla
de caricias.
Seré otra vez un pájaro que trina,
haré una canción linda,
procuraré que eso sea irrefutable
y amablemente se la dedicaré a esa
parte
del árbol de la vida, en donde ella
yace
tendida sobre una hamaca
manufacturada con mis sueños
animales.
Niños que ven fantasmas hablan
a veces conmigo.
Me dicen que “Es bueno tenerlos de
amigos,
ellos no dan ninguna pauta
ni buscan ningún sentido”.
“Ellos no se preocupan de las
cadenas que cargan
e incluso se adornan las muñecas
con sus eslabones brillantes”.
“No se incomodan por el -antes-
y mucho menos por el –después-,
dado qué para ellos todo es
infinito,
hasta el sonido blanco
del refrigerador haciendo hielo
o el pestañear de un viajero
que observa un paisaje inexplorado”.
Me dicen que “No les tenga miedo,
que no es bueno temblar ante lo
desconocido”.
Para algunos de ellos sus fantasmas
son seres queridos, un abuelo, un primo
fallecido.
Para otros son personajes
cualquiera
que murieron jóvenes por una
enfermedad
o que dejaron de existir
injustamente en una guerra,
pero todos coinciden en que no
debería haber nadie que les tema,
pues ellos, los fantasmas de cada
uno, siempre algo enseñan.
No estoy nunca seguro, en frente de
mi casa vive una policía.
A veces ella me saluda con un frío “buenos
días”
cuando va a trabajar de uniforme, a
la misma hora
en que yo maldigo mi suerte por
tener que levantarme rutinariamente
al mismo tiempo que ella,
y su mirada inevitable me desafía
cuando por casualidad se topa con
la mía.
Otras veces, luce un vestido blanco
bien ceñido
y su pelo ya no está aprisionado
por ese tan feo moño de tómate.
En esos espacios temporales, ella
prende fuerte el radio
y escucha la misma música que
escuchan los delincuentes;
se ve hermosa, no obstante es
similar a una ampolleta apagada:
todos saben que debería brillar pero, mientras
tanto,
si nadie la enciende,
no evoca nada luminoso.
También suele emborracharse
escondida de los ojos de los jueces,
como todas las mujeres que quieren
alguna vez estar borrachas
y saca su pistola cual un Sátiro viejo
sacaría su pene al viento
para que lo vean las musas
y comienza a dispararle al cielo,
diciendo:
-ningún hombre,
un hombre
nunca
me va a dominar-.
Y al otro día, circularmente, se va
al trabajo otra vez.
AMENAZAS Y QUEJAS
Amenazas y quejas,
y yo de ambas llevo en el corazón
muy marcadas,
son fuerzas que igualmente hacen
crecer una bella flor
pero cuando tú las dices cada día y
por nada,
a cualquiera que sin querer pasa en
frente de tu frustración,
amenazas y quejas para mi no son
nada.
Es insólito, el sol
se a tornado rojo y a su alrededor
el paisaje negro y amarillo
y caen desde el cielo copos de
cenizas
como una nieve negra que se deshace
en las yemas de los dedos de un
afligido observador.
Todo indica que algo se quema, que algo
arde sin piedad en el fondo y la
superficie
de algún cuerpo confundido de tanto
calor.
Es extraño, esos ardores no
deberían derretir el acero, y mucho
menos
manifestarse a vista y paciencia
de quienes saben que nada funde el
acero.
Es extraño que el acero sea todo lo
que me rodea.
Es insólito que todo en derredor tuyo sea fuego.
Es completamente mágica la escena.
12/08/2013
La estoy mirando a los ojos. Hacía dos años atrás que la deseaba de esta
manera. Pero, por ese entonces, no tenía clara la certeza de que era algo
completamente mutuo.
Ella era una buena amiga de mi esposa. En el hospital donde laburábamos era de esas colegas que siempre estaban dispuestas a sustituirte en el turno más ingrato, puesto que la soltería, ciertamente, tiene varias ventajas.
Cuando iba hasta mi casa a ver a mi mujer para comentar la contingencia de que son capaces de percibir como importante las mujeres, hablaban de temas tan trascendentales como “lo bien que le sentaba ese corte de pelo al mozuelo futbolista” o “lo gorda que se veía la anoréxica esposa del presidente con ese vestido blanco”. Al observarlas conversar me daba la impresión de que esa mirada lasciva que me penetraba las pupilas, cuando mi mujer iba hasta la cocina a buscar más aceitunas para aderezar su Martini, era sólo mi perversa imaginación jugándome más malas pasadas respecto a ella.
Yo, inocentemente o sea inconscientemente, trataba con los eufemismos más elaborados de darle siempre a entender que si ella, por alguna razón sinsentido o por alguno de esos caprichos en los incurren espontáneamente los hijos de la luna, alguna vez, en algún momento cualquiera, tuviese el impulso de la mojada ansiedad de sentir entre su peluda entrepierna, un pedazo de venosa carne humana, no dudase jamás en contar con este servidor.
No obstante, cuando ella se acercaba a mí, con mi bella señora de testigo, solía tratarme como quien trata a un niño con serios problemas de cognición.
Nunca pensé qué pudiese, ahora, estar mirándome así.
La estoy mirando a los ojos. Ambos sabemos que acabamos de firmar el contrato con Satán trimegisto, y es inevitable que nuestras almas desemboquen tras este río de pasión en el mismísimo infierno. Es casi, por ende, una obligación para nosotros, en este momento, dejar fluir a sus ansias a cualquiera de las bestias que primitivamente representan el límite de lo salvaje que puede llegar a ser la reproducción de un macho alfa con hembra lúbrica.
Nos besamos con las lenguas grotescamente afuera de las bocas, sin escatimar en la abundante cantidad de saliva que chorrea. El ver los espumosos hilos de baba mezclada, que coronan sus pezones haciéndoles brillar, me hacen apretarle las tetas de manera tal que no puede hacer nada más que emitir un chillido de dolor, que a pesar de ser placentero (según lo que logro apreciar en su mirada) le genera el acto reflejo de morderme los labios hasta hacérmelos sangrar.
A mi también me duele, pero no puedo evitar disfrutarlo.
La tomo de la melena (en este momento recuerdo que no le dije lo bien que le sentaba la chasquilla) violentamente. Hago que su nuca se incline hacía su hermosa y fina espalda tatuada, cuando la veo sometida con los ojos blancos y la ancha boca abierta como un grito, aprovecho de echarle un escupo en la lengua. Ella lo saborea cual si se tratase de una vasija de nutella.
Sola se arrodilla. Y queda frente a frente con el ojo lloroso de mi pene. Por su actitud y su teatro se podría interpretar que es una devota novicia de car con la sublime posibilidad de darle un beso a su deidad.
Introduzco toda mi virilidad en su amplia boca. La campanilla al inicio de su tráquea le hace cosquillitas a mi glande. Le lloran los ojos de tanto atragantarse y se le corre el maquillaje. Al ver esa lágrima negra recorriendo su mejilla, no puedo hacer nada más que levantarla y tirarla en la cama. Y ahora yo me coloco de rodillas, era es mi diosa. Mis motudos bigotes y sus bellos vellos conforman una negra selva en la que se alzan las melodías de sus quejidos. Le separo los labios con dos dedos y hago que mi boca alterne lamidas con succiones en el capuchón de su clítoris.
Está tan mojada. Creo que incluso acaba de mearse. Y eso me calienta mucho más. Salto como un perro poseído por algún demonio griego y me le monto encima y la penetro con tanta rapidez que sus suspiros cesaron unos segundos eternos volviendo muda su boca abierta, justo antes de dar un feroz grito.
Me roso con ella. Ambos nos movemos como en una danza en que las manos participantes no pueden dejar de estar en las nalgas del otro. Ella me empuja hacía adentro como queriéndome introducir entero en las profundidades de su sexo. Yo siento un fuego mojado friccionándome las inflamadas venas de mi miembro.
De pronto, abruptamente, impredeciblemente, ella para su sabrosa contorsión como si nada, se pone dura como un cadáver al sol y me empuja lejos de su cuerpo cual si fuese un idiota profanador. Me mira a los ojos: su mirada es la de un diablo y me dice “apuesto a que tu mujer jamás te ha hecho esto” y se abre de piernas con un espasmo de funámbulo, toma con médica frialdad mi pija entre sus manos y se la mete por el culo haciendo que su rasposa estreches estimule más mis ganas de explotar.
Se menea y en sus vaivenes aprovecha de poner toda su palma sobre los labios menores de su concha. Se toca hasta eyacular… Y yo al verla, con los ojos blancos y la cabeza dada vuelta, con todos sus musculos retorcidos, los dedos de los pies exageradamente separados y todos los nervios de su piel sumamente contraídos, no puedo hacer más nada que pintar de albo invierno el callejón final de su intestino grueso.
La estoy mirando a los ojos, suspira y me dice “lo siento, no debimos haber hecho esto” pero ya es demasiado tarde para arrepentimientos. Me baño en su ducha azul, me visto y me coloco unas gotas de perfume, le digo “Hasta mañana” porqué, según Nietzsche, la vida es un circulo vicioso.
Ella era una buena amiga de mi esposa. En el hospital donde laburábamos era de esas colegas que siempre estaban dispuestas a sustituirte en el turno más ingrato, puesto que la soltería, ciertamente, tiene varias ventajas.
Cuando iba hasta mi casa a ver a mi mujer para comentar la contingencia de que son capaces de percibir como importante las mujeres, hablaban de temas tan trascendentales como “lo bien que le sentaba ese corte de pelo al mozuelo futbolista” o “lo gorda que se veía la anoréxica esposa del presidente con ese vestido blanco”. Al observarlas conversar me daba la impresión de que esa mirada lasciva que me penetraba las pupilas, cuando mi mujer iba hasta la cocina a buscar más aceitunas para aderezar su Martini, era sólo mi perversa imaginación jugándome más malas pasadas respecto a ella.
Yo, inocentemente o sea inconscientemente, trataba con los eufemismos más elaborados de darle siempre a entender que si ella, por alguna razón sinsentido o por alguno de esos caprichos en los incurren espontáneamente los hijos de la luna, alguna vez, en algún momento cualquiera, tuviese el impulso de la mojada ansiedad de sentir entre su peluda entrepierna, un pedazo de venosa carne humana, no dudase jamás en contar con este servidor.
No obstante, cuando ella se acercaba a mí, con mi bella señora de testigo, solía tratarme como quien trata a un niño con serios problemas de cognición.
Nunca pensé qué pudiese, ahora, estar mirándome así.
La estoy mirando a los ojos. Ambos sabemos que acabamos de firmar el contrato con Satán trimegisto, y es inevitable que nuestras almas desemboquen tras este río de pasión en el mismísimo infierno. Es casi, por ende, una obligación para nosotros, en este momento, dejar fluir a sus ansias a cualquiera de las bestias que primitivamente representan el límite de lo salvaje que puede llegar a ser la reproducción de un macho alfa con hembra lúbrica.
Nos besamos con las lenguas grotescamente afuera de las bocas, sin escatimar en la abundante cantidad de saliva que chorrea. El ver los espumosos hilos de baba mezclada, que coronan sus pezones haciéndoles brillar, me hacen apretarle las tetas de manera tal que no puede hacer nada más que emitir un chillido de dolor, que a pesar de ser placentero (según lo que logro apreciar en su mirada) le genera el acto reflejo de morderme los labios hasta hacérmelos sangrar.
A mi también me duele, pero no puedo evitar disfrutarlo.
La tomo de la melena (en este momento recuerdo que no le dije lo bien que le sentaba la chasquilla) violentamente. Hago que su nuca se incline hacía su hermosa y fina espalda tatuada, cuando la veo sometida con los ojos blancos y la ancha boca abierta como un grito, aprovecho de echarle un escupo en la lengua. Ella lo saborea cual si se tratase de una vasija de nutella.
Sola se arrodilla. Y queda frente a frente con el ojo lloroso de mi pene. Por su actitud y su teatro se podría interpretar que es una devota novicia de car con la sublime posibilidad de darle un beso a su deidad.
Introduzco toda mi virilidad en su amplia boca. La campanilla al inicio de su tráquea le hace cosquillitas a mi glande. Le lloran los ojos de tanto atragantarse y se le corre el maquillaje. Al ver esa lágrima negra recorriendo su mejilla, no puedo hacer nada más que levantarla y tirarla en la cama. Y ahora yo me coloco de rodillas, era es mi diosa. Mis motudos bigotes y sus bellos vellos conforman una negra selva en la que se alzan las melodías de sus quejidos. Le separo los labios con dos dedos y hago que mi boca alterne lamidas con succiones en el capuchón de su clítoris.
Está tan mojada. Creo que incluso acaba de mearse. Y eso me calienta mucho más. Salto como un perro poseído por algún demonio griego y me le monto encima y la penetro con tanta rapidez que sus suspiros cesaron unos segundos eternos volviendo muda su boca abierta, justo antes de dar un feroz grito.
Me roso con ella. Ambos nos movemos como en una danza en que las manos participantes no pueden dejar de estar en las nalgas del otro. Ella me empuja hacía adentro como queriéndome introducir entero en las profundidades de su sexo. Yo siento un fuego mojado friccionándome las inflamadas venas de mi miembro.
De pronto, abruptamente, impredeciblemente, ella para su sabrosa contorsión como si nada, se pone dura como un cadáver al sol y me empuja lejos de su cuerpo cual si fuese un idiota profanador. Me mira a los ojos: su mirada es la de un diablo y me dice “apuesto a que tu mujer jamás te ha hecho esto” y se abre de piernas con un espasmo de funámbulo, toma con médica frialdad mi pija entre sus manos y se la mete por el culo haciendo que su rasposa estreches estimule más mis ganas de explotar.
Se menea y en sus vaivenes aprovecha de poner toda su palma sobre los labios menores de su concha. Se toca hasta eyacular… Y yo al verla, con los ojos blancos y la cabeza dada vuelta, con todos sus musculos retorcidos, los dedos de los pies exageradamente separados y todos los nervios de su piel sumamente contraídos, no puedo hacer más nada que pintar de albo invierno el callejón final de su intestino grueso.
La estoy mirando a los ojos, suspira y me dice “lo siento, no debimos haber hecho esto” pero ya es demasiado tarde para arrepentimientos. Me baño en su ducha azul, me visto y me coloco unas gotas de perfume, le digo “Hasta mañana” porqué, según Nietzsche, la vida es un circulo vicioso.
Esa necesidad imperiosa de
–competir- que aflora casi naturalmente en la chusma desclasada, en un terreno
de abstracciones determinadas por la televisión gamberra, donde ni siquiera
está involucrado el personal deseo del participante; y más bien, es una cultura
capitalista y nefasta la que determina al ganador y al perdedor de esa batalla:
es el escenario de la siguiente narración.
Se encontraron entre tanta gente
que deambula insomne, en el centro de Santiago, un par de conocidos, antiguos compañeros de
liceo público. De esos que pasaban diariamente uno al lado del otro pero qué ni
siquiera tenían la cortesía de decirse –buenos
días-
Ambos iban de frente al oleaje de
la rutina cotidiana del obrero, a trabajar para producir su subsistencia, y
decidieron postmodernamente, en honor a la “especial” ocasión, pues habían
transcurrido diez años desde la última promesa del educador, llamar por
teléfono hasta sus empleos y decirles a sus jefes que estaban “enfermos” solamente
para quedarse el uno con el otro y hablar.
Uno de los amigos, al cual por
razones prácticas que dejen completamente clarificado el nivel de vulgaridad (en
el sentido de lo –predecible- y -común-
que puede llegar a ser un ser humano) llamaremos simplemente como –Juanito-,
vestía un jeans de una conocida marca. Una polera ordinaria de un color fluorescente,
también de esa marca Norteamericana
reconocida por su sobreabundante y exitosa publicidad, y unas zapatillas con el
mismo logo que se destacaba grotescamente en el pecho estampado de su camiseta.
De no haber sido porqué los deprimidos y automáticos movimientos que lo
desplazaban desde la casa al trabajo y desde el trabajo a la casa, denotaban
que era un ser vivo, perfectamente habría sido confundido con un maniquí de una
tienda, ya que en cada escaparate de mall de la ciudad, había un muñeco vestido
exactamente igual que él.
El otro amigo, era tan pobre que ni
siquiera conocía el nombre de los diseñadores que hicieron su ropa. La ropa
Americana que estaba en su closet, haciendo que su habitación fuera aún más fea,
lo determinaba fehacientemente en la pirámide social. Y más aún, si a algún
transeúnte se le hubiese preguntado por las personas que pasaron a su alrededor
en el lapso de un minuto, hubiese reconocido, en imagen, a una gran cantidad de
sujetos, pero no a este personaje. Y por ende, para ser justos y tiernos con la
pellejería, le daremos el reconocimiento de haber sido popular por su enorme
capacidad de pasar desapercibido, y ser tan insípido como un fantasma. Lo
llamaremos simplemente Teodoro.
Teodoro y Juan, conocían el mismo
bar, tenían historias en común, a pesar de que sus familias se esforzaban por
ser de Derecha y “surgir”, o sea, tener un
televisor con más pulgadas. Ambos eran lóbregos parias, sólo que uno
tenía menos dignidad que el otro a la hora de ponerle precio a su existencia; y
por eso era más respetado, en el pueblo, que el otro.
Juan le dijo a Teodoro:
-Cómo te va viejo querido?!-
(“viejo” era una expresión del argot de la clase alta).
-Bien pues, Juanito, no me quejo,
por lo menos tengo pan y cebolla-
-Cebolla? Eso provoca mal aliento-
-No culiao, sólo quiero decir que
estoy bien, que estoy igual que siempre-
- Ah! no entiendo esas
expresiones.- Replicó Juan.
-En serio, culiao?, parece que no
te acuerdas de tu hermana.
-Me da tanta vergüenza venir hasta
acá, ¿qué dirían mis compañeros en la oficina?---Mira, hombrecito, las cosas
cambian siempre para mejor, nuestro padre era un borracho. Encuentro irrisorio
que hagas, hoy por hoy, caso de sus
consejos.
Mírate!
Sabes que yo estoy mejor que tú!
Me dicen: -Usted-
Mi señora,
las niñas,
es súper bueno ese colegio, ese
colegio de monjas.-
Perdida
He abandonado el blog
sus impresiones biográficas.
he abandonado los poemas
de todas las noches, he abandonado
un par de sueños,
pues de húmedos resfriado siempre
me traían
y creo que me hago viejo,
vivo muchos años en un año: soy
como un perro,
con la diferencia de qué
cuando me patean muerdo y arranco
y jamás pongo la otra mejilla
a no ser que se trate de sado.
He abandonado las ganas de
abandonar la bebida
¿Qué sentido tiene el mundo sin la
risa?
No puedo no caerme feliz sobre el
pasto del parque
¿por qué todo lo que amo es un
problema?
Los rebaños me enferman aún más,
y no quiero ser de esas ovejas
que acribillan transeúntes en días
de furia.
He abandonado la confrontación,
he educado involuntariamente muchos
soldados,
jóvenes soldados que tienen más fuerza que yo,
y que abren los caminos a pedradas
y palabrotas,
me he dedicado a caminar sobre
pétalos de rosas,
he perdido ese pudor de saber que
soy tan idiota…
Me gusta el confort de descansar
hedonistamente
entre los pies de una cualquiera.
He perdido la batalla pero jamás perderé
la guerra.
10/12/2013
Las personas hablan, las gentes se llenan la boca. La imprudencia es un vicio y a la vez un virus. A veces, los sujetos dicen. Algunos tipos usan palabras que conectadas unas con otras, artículos indeterminados y predicados, construyen realidades. O más bien, una ilusión tan convincente que incluso puede llamarse teoría, y desvalida incluso al que padece en carne propia de lo que inútilmente pretenden estos esperpentos intelectuales explicar con artilugios dialecticos.
Los supuestos viajan de boca en boca como un sida o una enfermedad, que en reiteradas ocasiones se torna purulenta. Se escriben ensayos y libros a propósito de otros ensayos y libros de teorías avaladas en vetustos pensamientos Europeos obsoletos. Los más atrevidos cuestionan “lo real” desde sus cómodos asientos en una biblioteca concientizada por un millonario de algún partido político, mientras se les infla la papada de orgullo mirando un diploma colgado en la pared. Ellos hacen de la universidad otro simple edificio donde abstraerse de la calle y opinar respecto a ella.
Individuos que manifiestan estas prácticas, suelen usar a destajo la palabra c o no ci-miento, sobre todo cuando se enfrentan a un ignaro desposeído excluido por el sistema clasista de educación. Esta forma de chusma es la peor, es la que se encarga de sostener el statu quo de la decadencia de algunos por el bien de unos pocos…
CUECA CTM (777 QEPD)
De Santiago, principalmente extraño
los bares.
Los hay para todos los gustos como
un sinfín de manjares,
sus personalidades varían, se
adaptan y se maquillan
cuando quieren encantar a alguien
determinado,
cual chiquillas.
Por eso a veces son más humanos que
los humanos,
y enseñan cosas como viejos
experimentados,
que han escuchado mil historias
que tienen rayados hasta los baños.
Bordeando el poniente hay algunos
de ellos más cercanos al campo
y tienen olor a pipeño y a chicha, a chorrillana y a chancho
y las mujeres lucen rechonchas
piernas colgando
de caderas de fuego ancho como de
diablos.
Son morenas con mini faldas negras
y tacos,
se cantan cuecas choras y los
cocodrilos andan merodeando.
En el centro es como si todo
estuviera mezclado,
colores y formas y hasta uno que
otro iluminado,
está Brazil con sus cafés que en la
noche son tragos largos,
muchachas vestidas como vampiro que
en la plaza terminan chupando.
En Mapocho hay piscola y teatro, La
Tetera, El Xenón,
El Salamandra, El Flamingo Show y
el Grado Cuatro.
Colombia, Perú y Ecuador se suman
al cuadro
y las negras de donde más quema el
sol
hacen que den más ganas de seguir
celebrando.
Hacía el oriente en Providencia,
Bellavista y Suecia
albergan toda la maldita bohemia,
se ven estrellas de rock y de cine,
de la calle y de telenovelas,
por el parque Bustamante se ven
todas las estrellas,
y los happy hours y los after hours
vuelan con alas de mosca
sobre el Mapocho y su rivera.
Ahí uno come ese filete oloroso que baja de los
cerros de La Dehesa
y se siente como un araucano
pisando huincas
sobre la hija rubiecita de la jefa.
Vacilando con futbolistas y otros
pinganillas chuchetas
que venden bolsas de cinco más
patiaos
que las piedras de los ochenta.
Algunos de mis favoritos descansan
en paz,
se murieron de pena cuando supieron
que me fui a Venezuela,
pensaron al igual que yo que jamás
regresaría a mi vieja escuela.
Guardo luto aún por el 777,
fue impactante ver su cara destruida en la
acera,
convertida en polvo de ese
virulento,
que sirve de abono para multitiendas hebreas.
Y “La Cueva” convertida en una
bodega
de ropa usada que pasan por nueva:
hay un montón de chaquetas colgadas
justo donde agarré a besos a una
flaca punketa.
9/28/2013
No voy a mentirte más. Soñé que
estabas muerta, pero en una especie de apartamento de Ñuñoa y seguías tan clara
y ojerosa como si estuvieses más viva que nunca, incluso tu aliento fantasmal
se percibía cálido e iracundo y tu silueta estaba marcada por el negro tan habitual
de tu estilo al vestir, me recosté encima de ti y estabas dura como una muñeca plástica.
Me puse celoso de manera inmediata. Intuí que otro hombre te ha estado amando y
haciendo feliz mientras yo solamente me limito a lo onírico. Pasaban sobre tu cadáver
mis familiares más odiados, criticaban la manera en que tenías decorada nuestra
casa (el anteriormente mencionado apartamento, sólo que un poco más amplio y
con el lujo de algunos maceteros con gomeros y ficus). Perdón, es decir, aquel
mausoleo extraño en el que estabas acostada e inmóvil, sin decir nada, ni
siquiera una queja en vista de lo maldito que puedo llegar a ser. Supongo que después
de tantos años uno olvida la voz que una vez le dijo te amo, le dijo perrito,
le dijo que nunca te abandonaría.
8/10/2013
Me llenaron de sangre en el ojo
enemigos que no valían la gloria;
rumiante de rabias me criaron unos
lobos desclasados
en las ruinas de la antigua Roma
escrita al revés
y me heredaron nobleza y lucha: ética sobre una moral ya
destruida.
La historia es pequeña pero extenso
fue su descalabro,
como un efecto mariposa hecho por
el aleteo
de un zángano solitario en medio de
una zona rural
llena de viejas de mierda envidiosas
acostumbradas a perder
y a comentar sus fantasías
sublimadas en la desvalidación de
los demás.
La primera: llevaba en sus cortos
años un vestido demasiado largo,
utilizo su guitarra para expiar sus
dedos perfumados
de clítoris salvaje y onanista
cantándole a dios y a nadie más (su
dios no era nada
más ni nada menos que el bien
reflejado en el dinero,
si tenía barba y ojos azules
era mera responsabilidad de los
banqueros del vaticano,
antiguos mercaderes fariseos)
, estaba tan llena de culpa que le
era inevitable proyectarla
exageradamente en los demás
y así pasaba sus días dándole
gracias a algo que no existe
en vez de agradecerle a los
verdaderos responsables de su buen vivir
y sus destellos de alegría.
Mas no era su pecado ser el vástago del terrateniente
más ladrón y sanguinario del lugar.
Sigo cuestionándome su grandiosa estupidez,
pues hay que ser psicópata o idiota
para predicar el bien y hacer daño,
y a la susodicha no le importaba en
lo más mínimo destruir a los demás
aprovechándose de su posición
social y sus estudios de ingeniería
en pos de su estatus rígido e
irreflexivo.
La segunda era sólo despreciable
y no puedo creer que una mujer
pueda ser así de asquerosa
(pues hasta la más descabellada de
las arpías
posee en su esencia femenina una
cuota de seducción y gracia
que de alguna forma puede salvarla
del horrible mundo que el hombre ha
creado al rededor)
por lo tanto no es irresponsable
decir que era un diablo masculino,
un macho cabrío, un demonio de
espalda ancha y caderas reducidas,
de pecho plano y peludo y abdomen
voluminoso,
de piernas delgadas y glúteos
invisibles,
y lo suficientemente fálica para
añorar de manera enferma
todas esas cosas que ostentan los
hombres con pene diminuto:
posiciones de poder, grandes
camionetas, joyas y lujos
que no tienen más sentido que
demostrarle algo imaginario a los demás.
Debe, ciertamente, haberse debido a
su crianza castrense,
llena de carencias, frustraciones e
imposiciones
que jamás la dejaron decir la
última palabra,
era un macho sumamente vengativo.
La tercera: era similar a la
segunda pero sabía
que algo podía obtener de la
belleza de la hembra
que en ella se exhibía,
mas no podía desprenderse de su
pene rudimentario
y a pesar de ser agraciada,
rubicunda y despampánate,
brillaba menos que la neblina de un
día históricamente triste.
Se embarazó de un potentado en
busca de su potencia
y este la abandonó y se fue con
otra, más mujer,
y la dejó llena de odio para con
los mismos en los que buscaba
la redención de su clase. Su
paradoja
era tan extrema que el ceño fruncido
se le tatuó en el rostro
y repelía a los varones hasta el
punto de cambiar la amargura
por más dolores y jamás sonreír,
era un extraño ser dotado de
hermosura para admirar desde lejos,
algo así como un caimán de
alcantarilla
o una anguila eléctrica atrapada en
un pequeño acuario,
“una mina para follarsela y ni
siquiera preguntarle el nombre”.
La cuarta era una puta.
Perdón!
Las putas son demasiado excelsas y
maravillosas
y cobran el dinero justo y el momento es el
momento,
ella era solamente ella: la cuarta
y la última.
Una filosofa Hindú (y cuestionar el
machismo
de su reflexión para mi relato
carece de sentido)
dijo que las mujeres no debían
entregarse así como así
a demasiados hombres,
pues en su calidad de receptoras
acumulaban
demasiados bríos diferentes a
través del néctar de la creación
y tantas energías diversas
acumuladas en una mente
sólo podían llevarla al caos, al
desequilibrio y a la esquizofrenia.
Esta señora era todos los días
alguien diferente
y esa condición la convertía en un
ser en el que era imposible confiar.
A ella no le guardo ningún rencor
pero sé que lo peor es sentir pena
por alguien.
A mi me cuesta escupir en el suelo,
suelo
tragarme los pollos por no molestar
al resto,
pero a veces es necesario derramar estos gargajos
verdes
en vista de que la justicia se
demora demasiado
y la lengua de las salamandras es muy larga.
8/09/2013
E MAIL
Encontraré por ahí tus cartas de
amor
en un buzón imaginario al cual accederé
con una palabra mágica.
Y no serán amarillas ni olerán a ningún
perfume
y con cada imagen auditiva manufacturada con
rayos catódicos
recordaré quién era, antes de
abandonar los nidos a patadas:
las metáforas me definirán como ya
no soy frente al espejo
y volveré a sonreír cuando me
reconozca breves segundos
en ese espacio ya muerto donde solías
ser mía
diciéndome siempre conceptos que
mejoraban mi melancólico animo.
Si bien demasiado lejos arrojaste
tus olores y sabores
y quizá incluso en brazos pequeños
me hayas borrado definitivamente,
ni los arrebatos constantes de las
olas en las que se menea mi balsa
lograron incendiar las líneas del afecto que fluía
sobre papeles electrónicos en una
red infinita
de correos virtuales que ni dios podrá
borrar del internet.
7/20/2013
Sobre drogas del trópico:
Existe un libro exquisito
(antropólogos franceses con tiempo).
Algunos ni comen pan.
Los pobres comen masas con cecinas
Fideos con bolognesa
Las vienesas son patas de cabra.
En Venezuela la bencina es más
barata.
La cocaína es buena en Cali.
El pueblo es algo más grande que
una teoría.
Volver vivo es hazaña, pero para
quijotes
No existe espacio.
7/13/2013
domingo
Caminábamos con la pequeña de la
mano.
Uno a cada lado, agarrados, bien
fuerte,
demostrando amor.
Salíamos a pasear con Ella los
domingos,
caminábamos por el Parque Forestal
hasta Mapocho.
Desde la Estación subíamos por
Puente hasta la Plaza de Armas.
Ese día se me ocurrió doblar por
Santo Domingo hacía Estado:
quería pasar cerca del Salamandra
para recordar
en silencio esos episodios que me
mantenían vivo.
Y a dos locales contando desde el
comienzo de la esquina,
justo al frente de la entrada de un
portal comercial,
en la puerta cerrada por cortinas
de madera de un café con piernas,
una musa se dejo asomar.
Posiblemente debe haber estado
borracha.
Los domingos se gana poco y se bebe
mucho
en esos contextos, las baterías
suelen agotarse
alrededor de las 18:00 horas y
dinero ya casi no queda,
los piratas abandonan a las sirenas
y vuelven un poco más muertos hasta
sus rutinas.
Y se puso a bailar, la guerrera, eróticamente
tras el cristal de la puerta,
para todos los transeúntes que
observaban esa vitrina.
Una confusión comprensible recorrió
raudamente mis pensamientos:
si bien era una señal divina ser
testigo de un acto de lujuria
de esa envergadura, un domingo, sin
siquiera pensarlo,
la cara de la pequeña al ver a su congénere
danzando
sin ropa por una ventana,
era de duda mezclada con carcajada
nerviosa,
una expresión que nadie imagina
visualizar en un ser querido
m
e n o r d e e d a d.
Pero imposible no mirar.
Te vi mirando igual que yo a la
mondaria
con un aire de envidia y deseo lésbico
que me erotizaba
tanto de ti como de ella.
Solamente fueron unos segundos.
6/29/2013
Me encuentro, a veces, casi siempre, conmigo,
en una posesión total de un demonio
que es único mejor amigo: esa unidad psicosomática
que dispara fuego en honor de los sueños,
de los recuerdos e imaginaciones nominadas
con una A al final, del caudal sin diques apoderándose del todo,
de lo más verdadero de la verdad que se refriega
por cualquier recoveco cálido y jugoso, de lo prohibido
y lo danzado que nadie arrebata jamás
a la remembranza patrona del futuro:
de esa que se vanagloria onanistamente el corazón del amante.
Fácil es ver la puerta del edén esos instantes
en los que suena su diminuta melodía eterna
con eternos retornos a lo fugaz de su aparición,
que hace que sea exquisito eso mismo, repitiéndose
varias veces en el mismo instante,
como una música eléctrica que hace chocar los átomos
hasta que provocan inaguantables cosquillitas íntimas,
y si bien mejor es compartido a la luz de una vela amorosa
y todas esas cosas que significan la buena-vida
o que dicen que es pecado, Oh! Señor;
también es un soliloquio de genio el sobrevolar
a esos paraísos solo, con las imágenes camaradas
capturadas en su mejor momento,
con las faltas de tiempo y de dinero que configuran algunas existencias,
con los deseos escondidos como unos perros ardorosos
que temen morder demasiado fuerte lo que tocan.
Con los sentidos abiertos a todos los sentidos de la palabra sexo en la boca.
Con la mano abierta: herramienta que hizo evolucionar al hombre.
en una posesión total de un demonio
que es único mejor amigo: esa unidad psicosomática
que dispara fuego en honor de los sueños,
de los recuerdos e imaginaciones nominadas
con una A al final, del caudal sin diques apoderándose del todo,
de lo más verdadero de la verdad que se refriega
por cualquier recoveco cálido y jugoso, de lo prohibido
y lo danzado que nadie arrebata jamás
a la remembranza patrona del futuro:
de esa que se vanagloria onanistamente el corazón del amante.
Fácil es ver la puerta del edén esos instantes
en los que suena su diminuta melodía eterna
con eternos retornos a lo fugaz de su aparición,
que hace que sea exquisito eso mismo, repitiéndose
varias veces en el mismo instante,
como una música eléctrica que hace chocar los átomos
hasta que provocan inaguantables cosquillitas íntimas,
y si bien mejor es compartido a la luz de una vela amorosa
y todas esas cosas que significan la buena-vida
o que dicen que es pecado, Oh! Señor;
también es un soliloquio de genio el sobrevolar
a esos paraísos solo, con las imágenes camaradas
capturadas en su mejor momento,
con las faltas de tiempo y de dinero que configuran algunas existencias,
con los deseos escondidos como unos perros ardorosos
que temen morder demasiado fuerte lo que tocan.
Con los sentidos abiertos a todos los sentidos de la palabra sexo en la boca.
Con la mano abierta: herramienta que hizo evolucionar al hombre.
6/16/2013
Quisiera
no sentir el aliento de un demonio
cuando
observo ese oscuro panorama. Lo sé,
el
futuro es una perspectiva más:
si una
ampolleta se prendiera, nadie tropezaría.
No me
encuentro en este enorme día.
Es ahí,
cerca del corazón como metonimia,
como
abrazo, donde sostengo un castillo
sobre
mi lomo exhausto.
¿Vértigo?
Lo mejor sería una caída hacía arriba.
¿Y qué
es la culpa sino otra de las deudas?
Usureros
que penetran incluso hasta los sentidos.
No lo quise
hacer, empujar un muro
con una
espada pinchando en la espalda
requiere
de fuerza
desmedida
y descontrolada.
Si el
amor no matara
no
sería más que las viles vueltas en derredor de la vida.
No
obstante canciones de agonía pululan de sobra
por
entre los caminos eternos de panfletos y libracos,
y yo
quiero llevarte a danzar sobre esos astros,
esos que
el mundo ve desde lo lejos.
Mis lágrimas
se han petrificado, sólo me basta lanzarlas
contra
los espejos y soñar
que
todo cambiara para bien nuestro.
6/11/2013
Escriben mal. Los libros que les impusieron el día de amar la lectura, les golpearon el cachete y en esa mejilla irritada de la adolescencia el asco hizo que ya jamás les interesará coger un manual de existencia. ¿A quién le importa Eduardo Barrios e Isabel Allende, si en sus mansiones los niños que juegan a la botella no se asomaban en la vereda?… Desde entonces, salió mal el amor… Tuvieron hijos a los dieciséis años, se quedaron con el primer simio que pudiese arrendar un apartamento barato en una población cualquiera de esas de las que está llena la periferia (la idea era alejarse lo más posible de sus madres, mujeres que irónicamente escapaban de la misma maldición), independientemente su carácter fuese peligroso y un par de cachetadas fuesen mal vistas por el resto de los paisanos que sólo se preocupan de comentar sus fracasos… Las nenas justificaron el maltrato, y sus hijos hicieron bullyng en el colegio y a veces llegaron sangrando, y les pusieron protecciones a las ventanas y aislaron el sonido de las discusiones en las que el marido las desvalidava hasta el extremo... y pensaron "así es la vida" y todo siguió sucediendo...
6/05/2013
Pasan
los segundos de esta manera. No es la primera vez que las semanas son un puro
día y los días son una infernal hora en que la noche y la mañana se transforman
en una bestia que oprime a manera de angustia, derrochando el tiempo como un
apostador que coloca sus esperanzas en una estúpida ficha, sus energías presas en
un galón de cerveza o en una ilusión malsana de sexo sin amor.
Si tan
sólo volviera a ser un niño y esperar la oscuridad de la navidad fuese la meta
más concreta del tiempo, los juguetes y las bebidas en las cenas familiares la
respuesta a un pequeño sacrificio que no implica heridas en el corazón, ni
siquiera sé si estaría conforme con mi existencia, ya que igualmente seguiría
dependiendo de otros.
Observo
a mis gatos recorrer la casa como si esta fuera el universo completo, me siento
mal conmigo mismo pues si yo fuese el dios que ellos deben considerarme por el
hecho de darles comida y agua, calor y cariño, y castigarlos cuando arañan los
brazos del sofá, seguiría siendo un tirano que los mantiene encerrados y les
priva de su libertad de ser lo que son. Soy también yo como las iglesias que
dicen conocer la palabra del dios de la mayor parte de los hombres: una cómoda
mentira para esclavos que no quieren problemas y se acostumbraron a recibir las
migajas del enorme pan de los dueños de sus destinos, los que les imponen el
bien y el mal.
Y aunque
confundido analizo la felicidad del que tiene un nuevo automóvil, sólo me gustaría
vivir a mi manera sin el juicio de los que compran objetos para llenar sus
vacíos. Es imposible competir en una instancia que no te pertenece, es como
poner en desafío a una soprano con un boxeador, como echar a pelear una
golondrina con una hiena. Si yo prefiero un libro a una cadena de oro, la paz y
el respeto a la falsa zalamería de un esquirol con su patroncito, viajar a
pagar toda mi vida una casa que el tiempo deteriora igual que al cuerpo humano,
disfrutar haciendo mi trabajo y no sentirme como el engranaje de una sucia
maquina de la que saca provecho un millonario viejo insensible, fumar marihuana
a desperdiciar mis pensamientos en cómo pagar una cuota a fin de mes, decir
siempre la verdad aunque se desordene un ciclo completo de condicionamiento
social, amar antes que la soledad me acongoje y se transforme en una enfermedad…
No veo porqué algunas personas se sientan con el derecho de despreciarme…
A veces,
cuando en derredor alguna alma acomplejada con su pobreza cree que atropellándome
con su televisor de 42 pulgadas es mejor persona que yo, quisiera ser un idiota
más y llenar mis bolsillos sin mirar las montañas ni la luna, pero para mi
buena fortuna aquello me resulta imposible.
Mejor aprenderé
a amar mis depresiones y cuando pasen las semanas, los meses y los años,
convertidos en esa bestia que oprime como angustia, invitaré al horrible animal
a correr por el parque mientras ando en mi bicicleta imaginaria escuchando la
música de la libertad.
6/02/2013
Camino en
la noche por la población.
Quiero comprar
cigarros y hace demasiado frío.
La noche otorga un manto natural
para la
decadencia del vencido
y en la
esquina dónde está pequeñamente edificada
la “animita”
de un sujeto que murió baleado,
una
tropa de desposeídos mendigan una moneda
para que jamás se les acabe el vino.
Odio las
rutinas. Ver permanente
a
quienes no quieres ver
o
repetir constantemente la palabra –no-
tarde o
temprano te produce una violencia…
Llevaba
tres días alejado de la realidad en envases metálicos,
que se
convirtiera en vicio esa sensación
de que
todo es posible
no se
comparaba con el gasto de dinero
que
implicaba sentir constantemente placer por la existencia.
Nada me
daba miedo
y esa
pensé yo que era la sensación del suicida
antes
de mantener constantemente el extremo sensorial
de que
ya nada importa.
Si alguien
pensará que me quiero morir
debería argumentar sin los actos mi percepción
de las cosas…
Tenía
mucho frío, tuve que caminar más de la cuenta
para
conseguir mis cigarros…
Al
pasar por enfrente de los saltimbanquis excluidos,
uno de
ellos me pidió una moneda,
lo
ignoré completamente
y este
reaccionó con una profunda indignación
como si
yo lo hubiese ofendido…
Me
trató de mezquino, de Judío y de oveja,
mas no
consideró que yo estaba igualmente abatido.
Me devolví
hasta su manada y le escupí la cara,
lo
derribé y lo patee anonadado
porqué
ninguno de sus comensales hacía nada…
desahogue
mi frustración y nadie dijo nada,
nadie
dijo nada…
Te oí
decir que el amor tenía un componente adolescente que siempre terminaba en lo
mismo y transformaba a las otras personas en objeto de preocupación disfrazada
de lejanía absoluta y meros recuerdos que unen de manera muy poco frecuente las
vidas de los involucrados… a veces has manifestado que te gusta que yo sea
feliz con otra mujer, que te sientes orgullosa, que tú también eres feliz con otro.
Pero querida, no te das cuenta de que yo estoy en tu vida y de que tú me
importas tanto… a veces quisiera besarte de nuevo y disfrutar ese momento como
una caricia de alguna deidad que me otorgo aquel milagro.
6/01/2013
Reflexiono
siempre. Me siento mal la mayor parte del tiempo, soy depresivo y no es para
nada genético a pesar de que mis padres padecen una melancolía crónica
separados. Se la gané al director del hospital psiquiátrico de la U de Chile, y
nos hicimos amigos pues él temía que yo me
suicidará igual que su amigo Rodrigo Lira. Él me encontraba físicamente parecido
al vate y el hecho de que yo fuera poeta lo evocaba más aún, estaba engordando
paulatinamente no por comer en el macdonals sino por beber en demasía (el
alcohol es azúcar)… Para el doctor Lewis Rasco nuestras sesiones eran
intercambiar poemas; me daba consejos sobre como amar a una mujer, desde la
ciencia obviamente, así que jamás funcionaron en la realidad y pasaba la gran
parte del tiempo solo. Cada vez que me iba de la consulta él me abrazaba tan
fraternamente que me instruyó en como abrazar a mi Padre y a mis hermanos (pues
estábamos tan recatados producto de la dictadura que encontrábamos de “maricones”
darnos un beso en la mejilla…) me enseñó a aceptarme como un guerrero, alguien
que necesita sedarse del universo para convivir con la injusticia, jamás cuestionó
mis adicciones al alcohol y a otras drogas ilegales, de hecho prefería que
fumará yerba a qué la marginalidad me arrastrará a los laboratorios químicos de
los ghetos colombianos… Fue un gran maestro para mí…
Un día
me propuso ser el conejillo de indias de un revolucionario proyecto de
antidepresivos norteamericanos, me dijo que todo lo que yo iba a experimentar en
los laboratorios clínicos de la U de chile, tenía un valor monetario que
sobrepasaba el presupuesto de un sujeto de clase media común... Que me iba a curar, que jamás
volvería a sentir pena…
Me
llevaron a los subterráneos del hospital psiquiátrico de avenida la Paz (nadie
conoce esas instalaciones) debo reconocer que me asusté. Más aún cuando una
enfermera con notorio aspecto de no haber salido nunca de allí me dio unas
pastillas celestes y un líquido incoloro en un matraz erlenmeyer que me hizo
aspirar cual si fuese la bolsa de neopren de un mendigo joven y suicida de los
años ochenta… A esas alturas ya estaba suficientemente vulnerable para que
inyectaran agujas en mi cabeza y sintiera como el acero penetraba mi masa encefálica
sin oponer resisitencia… había cables conectados a las agujas y muchos doctores
veían en un monitor HD como me retorcía de miedo, dolor y ganas de salir de ahí…
Estaba muy drogado, muy sedado, mas de pronto sentí como se me dilataban las
pupilas y una fuerza enorme poseía todos mis músculos… me desprendí de todos
los electrodos, golpeé a un par de paramédicos, rompí un vitral de espejo
unilateral y me dieron unos deseos lujuriosos inexplicables… violé a una joven practicante
sin sentir los golpes de fierro que me propinaban los hombres de blanco… al
acabar me puse aún más violento y mi fuerza se incrementó… le saqué un ojo a un
viejo soberbio que pedía que me dispararan y patee tan fuerte al guardia de
seguridad que ni siquiera alcanzó a disparar su pistola… cogí su arma y me
escape por los pasillos, desnudo y clavado por miles de agujas… le disparé a
quienes se me cruzaban, no importaba si eran “inocentes”…en la calle le volví a
disparar a un tipo calvo que yacía muerto en un 4x4 y me fui en su auto hasta
una plaza, de ahí le disparé en la cabeza a un sujeto de similares proporciones
a la mías y caminé como si nada hasta el día de hoy…
5/27/2013
Esa imagen
de rey viajaba conmigo desde la infancia, no coronas de joyas ni estética de ambigüedad
sexual, la imagen del rey que era el mejor guerrero, el más sabio, filósofos
chinos, espadas en sus vainas hasta el último momento, honor y gloria, para
siempre no como concepto sino como forma de vida. Héroes y gallardos que
ostentaban su gloria personal de encontrarse a si mismos y sus caminos eran
alamedas de mujeres que les revelaban un secreto. Si competía conmigo era
hombre de fiar: me gané la guerra tantas veces a mí mismo que el brillo no fue
jamás algo evitable. Caminaba con una estrella a los lugares más oscuros y recogía
flores, flores que no existen, flores que crecen sin ni siquiera conocer al
sol. Luchaba con dragones, que en realidad eran pequeños cocodrilos que
deambulaban en los sectores más lóbregos y solitarios de la gran ciudad, amaban
el oro y amaban igualmente una simple billetera. No necesito hablar mucho, la
gente siempre piensa que la estoy analizando. La ropa y las joyas me gustan porqué
me gustan, nada tienen que ver en como me veo. Las palabras precisas para ser amado
o para ser odiado: los términos medios y las incertidumbres son para
fracasados, para los que se desconocen a sí mismos y tiene tantas máscaras que
ni ellos mismos se reconocen. Muchos quisieron robarme las estrellas, algunos
contrataron a mafiosos que me amenazaban con mantener mi tristeza, algunas arpías
que cantaban en mi baño para después inundar mi casa y escapar moreteadas por
los golpes contra los muebles, algunos piratas que ofreciéndome una mísera
parte del botín querían mi sumisión absoluta y mi falta de cuestionamiento, y
sólo se tropezaron con una piedra fuliginosa que los arrojó a quinientos años
luz, al pasado que pertenecen (malheridos, por cierto)…
4/30/2013
De seguro de este socavón saco una flor hermosa,
una medio roja, violácea, con hojas
extensas casi amarillentas y secas
(fumables en todo caso) para quemarlas
en un ritual de sanación espacial
y no emerger de este pozo
como Samara,
por escribir sobre ellas garabatos y delirios
y hacerlos llamar poesía y evitar asesinatos y robos.
El tiempo es más derrochable que el dinero por cierto.
Me he sentido enfermo, es poco lo -a prueba- que coloco al esqueleto
en días de latencia… No importan las cenizas,
son ruinas, el pasado es una escuela:
el hoy es difícil para que el mañana sea fiesta…
Para que la alegría no sea tan superflua…
Para disfrutar la vida cuando se mira hacia el cielo.
4/26/2013
Me preguntas: por qué no se me acaba esta sensación de guerra.
Por qué sigo maldiciendo a los de la oficina grande, los que ponen sólo una firma y una idea copiada de un sistema caduco y mueven los hilos de marionetas que chocan unas contra otras, sin originalidad ni aporte.
Te aseguro qué intente tratarlos como hermanos, como amigos, como compañeros e incluso como autoridades, aunque para mí una verdadera autoridad es quien escribe un libro y pasa a la eternidad, autoridades son los viejos hombres y las mujeres con experiencia que denotan sabiduría en su humildad y conciencia, para mí son autoridades quienes piensan en todo y no en esa mezquina fracción de su propia vida acomodada o su potencial futuro de riquezas vanas; para mí merecen respeto los que respetan hasta lo más mínimo (y máximo a la vez) del universo, independiente si son ancianos o niños, si son pobres o ricos económicamente, para mí son autoridades las almas creativas que profesan la libertad de los demás. Yo no respeto a los curas ni a las monjas porque gran parte de la gente lo diga. Es más, ni siquiera respeto a Dios pues él, siendo todopoderoso, no se ha dignado a intervenir en este desastre… No respeto a reyes ni a presidentes ni a tecnócratas sinvergüenzas y ampones, iguales a los de la plebe mugrienta y aprovechadora que se ampara en la pena injusta del lumpen para cometer pequeños y torpes delitos e intentar imitar a sus superiores del estado. Yo no respeto a todos los Europeos ni a todos los Norteamericanos.
Me conoces bien y sabes que la razón esta vez está de mi lado, no puedo quedarme sin gritarles en la cara, sin señalarles con el dedo, sin rayarles las murallas, pues tampoco me intimidan con sus amenazas y sus posiciones, tampoco con sus bestias armadas ya que no tienen cerebro.
Si el equilibrio de la vida que deviene justicia divina existe (y eso es completamente seguro), sabrás qué el pez más grande se come al más chico: yo soy un león bravo y potente, una garrapata en una camioneta de lujo no puede causarme temor, y aunque los demás leones se hayan convertido en ovejas viejas y pusilánimes, créeme que me resulta imposible entender como las estrellas se arrodillan ante el sol, siendo que las estrellas también son soles sólo que están más lejos…
¿Sabes lo que más me mortifica respecto a la “posición” que ostentan? Es que ellos no deberían estar ahí, ellos son producto del azar y no del esfuerzo y por ende su único esfuerzo es que el esfuerzo no le gane al azar…
Y así tienes jefes como el alcohólico petulante que sabe que lo único que mantiene viva a su empresa somos nosotros, y que sin embargo, a veces, en su delírium trémens no quiere pagarnos el sueldo o se victimiza diciendo que “el negocio no va bien”, que trata de apabullar nuestro trabajo con argumentos tan idiotas que en una conversación civilizada sería impensable finalizar el discurso diciendo la frase “pero yo soy el jefe”.
Tienes jefes como esa pechoña arrogante que sublima toda su represión sexual adorando figuras de yeso y vanagloriándose de lo “buena” que es cuando el diablo es lo que más arde en sus venas de lagartija.
Tienes jefes que son piojos resucitados, esclavos esclavistas, pobretones eternos que creen que la burguesía los va a aceptar alguna vez y hacen todo lo caricaturizadamente posible para encajar en sus círculos siendo que son horribles cuadrados…
En resumen tienes jefes porque a alguien muy viejo, y hace miles de años bien muerto, se le ocurrió inventar la jerarquía.
Yo sé que soy mejor que ellos, pónganme en una competencia de cultura general y sentido común con cualquiera de ellos!
¿Y me preguntas por qué no salgo de la guerra?
4/25/2013
-Pierdo la paciencia, el mal que es la respuesta, en la punta de mi lengua discute con la ilustración, con la cultura occidental y su ejército de billetes, de locas ideas de vida eterna y puniciones.
Un poco antes, no era de esa manera: y conocía el espacio y bailaba con mujerzuelas y cine y bohemia y hacía lo que me gustaba que me hicieran a los prójimos más desafortunados de la tierra; encontré a mi corazón dentro de una hermosa mujer, me quedé con ella para siempre, pero la arrastré conmigo cuando mi enemigo me empujó al río (ella, mi amada, sólo trataba de ayudarme a llegar nuevamente a la orilla).
Ha sido difícil poder salir del torrente y si bien la adaptación al medio es la característica del más fuerte, sólo pienso en violar a la virgen de yeso que reza en su despacho, en cortarle esa cruz que le cuelga del cuello y crucificarla entre alambres de púas y dildos de hierro, para darle algo de consecuencia a sus fantasías de dominación. “La venganza es un plato que se sirve frío” mas yo prefiero un mariscal hirviendo… Volarle la cabeza de un par de balazos y mirarla a los ojos hasta que su alma se haya ido al vacío...-
Y le dijo "hasta la vista baby" vaciándole las balas en el rostro, mientras la patrona sorprendida ni siquiera fue capaz de emitir un grito.
4/22/2013
Para sacar ese demonio te cuento como sería...
Si eres tan flaca como un esqueleto de oro,
los labios se te agigantarían y serían lo más voluptuoso
de tu cuerpo, los pezones se te endurecerían
como un par de torres gemelas
que sólo la lengua podría bajar al estrellarse con ellas,
la cara te cambiaría
una sensación difusa se te dibujaría claramente en la cara
¿dolor o placer? Que imposible es aguantar tus saltos,
te saldrías antes del bombazo
para ver como se despedaza
el corazón blanco de un macho dominante
sobre tu abdomen agitado
y gritarías como fanática
opacando todos mis suspiros...
opacando todos mis suspiros...
4/17/2013
Di-vagaciones De vacaciones
Di-vagaciones
De vacaciones
1
Eso que era la neurosis
obsesiva
forma
de ver
la vida como una contradicción
constante
mente.
Sin salida buscando una salida.
2
La mayor parte de ese tiempo largo,
como un dragón
furioso
escupiéndole fuego a la televisión
y a la policía, era o sabía que era
más feliz que muchos.
3
Los perros de la calle me hacen llorar.
Lloro por los arboles exhibiéndose como momias
muertas y secas las ramas y hojas,
ensuciando más que purificando
en nombre de la Santa Naturaleza
el aire que nos mata poco a poco en la ciudad.
Los diarios en los kioscos me hacen llorar.
Lloro por los hombres que se mueren
sin sonreír, los que se cuelgan con la corbata
antes de saber amar,
los que pasan toda su existencia sobre-
viviendo
en una cómoda mentira.
4
Si eres un ángelus
(pero uno de esos ángeles
que cortaban las cabezas
de los demonios, con espadas),
caes más rápido en la tentación
de un apocalipsis cualquiera
que rompa esta rutina enferma
de ser sólo uno más de los que siempre se quejan,
entonces, te sientas a beber en un bar
mirando las horas pasar como flechas
que van de un lado al otro
atravesando los caminos
de la vida
hiriendo a cualquier descuidado que pise esa vereda.
5
¿Cómo hacerlo todo positivo?
Los cabellos enredados,
de las musas, en los cables de la electricidad,
cercenan las patas
de las blancas palomas de la paz.
El teatro del perfecto amor
se encuentra
a un par
de pasos
de un par
de sucios billetes
y todo tiene un coste excepto lo único que yo poseo:
mi dignidad intacta en una enorme cantidad de fantasías.
¿Cómo hacerlo bueno, si inevitablemente
el humo en tus pulmones deja una resina insoportable
para un vieja víscera de un miserable cuerpo humano?
¿Cómo hacerlo bueno
si por el hecho de nacer te obligan
a participar en su sucia guerra,
a comprarles sus venenos
y que te hagan volverte ciego y estúpido
o seguir luchando?
¿Cuántos días te quedan?
Seguro no lo puedes pensar
cuando te levantas a trabajar
y te acuestas a descansar para seguir trabajando.
6
Qué hago si se murieran!
Si yo jamás he pensado en la muerte.
7
Entre abogados y cervezas
se unen unos cuantos
amantes de la justicia
a ganarse poderosos enemigos.
8
Los príncipes
ya no son maliciosos hedonistas
vestidos de azul…
Los príncipes de hoy
no poseen mucho material
sin embargo poseen mucho
más…
Viajan en pequeños carruajes conducidos por mujeres,
rodeados de mujeres
observando las maravillas del reino,
todas, de naturaleza femenina.
Los príncipes de hoy se ponen de rodillas
frente a todas las Reinas.
Los príncipes de hoy
viven en pequeños castillos
donde cualquier sueño se hacen realidad.
9
Esos años eran macabros: los cambios
de siglo generalmente
involucraban a un hombre en un pedestal
ofreciéndole el corazón al sol de un día nuevo.
Y algo moría y algo vivía.
10
Bajaba del edificio a la vereda de Providencia,
el conserje me saludaba con una sonrisa extraña,
en su imaginación había una versión de mí muy exacerbada.
Elegía entre los bares y los restaurantes de la vereda
oriente
una pequeña shopería donde vendían completos y sandwichs,
estaba a cien pasos del portal de mi bloque
y el neón me llamaba como a una polilla.
El mesero de la barra me veía constantemente.
Un buen día se quedó al lado mío a conversar del clima.
Nos conocimos un poco, por lo menos ya nos saludábamos
utilizando nuestros nombres de pila.
Los problemas de mi salud era mejor exponerlos con él.
A veces me preguntaba cómo es posible vivir como yo
e ir todas las noches a conversar un par de horas
con un hombre como él, para el que todo es una obligación.
Mas yo no poseía una respuesta que no implicara libertad
siendo que la libertad para él era sinónimo de dinero.
Hoy en día, bajo del edificio y voy a comprar un pack de
cervezas
a una pequeña botica de barrio,
me compro una bebida exprés y converso con la vendedora,
ella me dice que todo irá mejor,
que el negocio crecerá para celebrar en su mismo hogar,
para no desear ser nada más qué lo que se es…
Ya no sé cual barrio
era mejor…
4/10/2013
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3/17/2013
27 de junio del 2010, Lima, Perú (parte de mi bitácora de
viaje)
Perú es una locura pobre, si bien creía conocer la pobreza,
me he dado cuenta de lo mal agradecidos que somos los hombres. Ciertamente en los
aspectos de la culpa podría verter todas mis observaciones, mas el espíritu de
lucha y soledad y falta de expectativas, pareciese ser una constante triste en
toda Sudamérica. Nosotros los chilenos, tenemos una gran deuda con el pueblo
peruano. Ellos, aunque tampoco ellos lo ven de esa manera, son nuestros
hermanos más directos. Lo digo no en un afán idiota de reconciliación, lo digo
pues he podido convivir con ellos una pobreza que deviene de una guerra que
según, sólo ahora he podido experimentar en la humildad y caridad de este noble
pueblo, no termina con tratados nimios entre estados dominados por burgueses
universales. Es cierto que la mano terrible que nos han ofrecido los
emperadores (que a etas alturas es difícil identificarlos) ha provocado entre
nuestros pueblos latinos el triste vicio de la ”pillería”. Acá nadie confía en
nadie. Se juega mucho al “recateo” y a la “oferta y demanda” en términos oscuros
que bien podrían terminar de mala manera.
El centro de Lima es muy parecido al centro de Santiago, estética
y atmosféricamente, está lleno de personajes arquetípicos dentro del contexto
del “sálvese quien pueda”.
Para qué hablar de nuestras fronteras? Ahí es muy difícil distinguir
un ariqueño de un habitante de Tagna. Todos son morenos y de facciones duras indígenas
y todos son traficantes de algún producto. Todos intentan embaucar a inexpertos
turistas con artefactos y bisutería, con ropa y objetos que evidentemente son
el fetiche mundano de los integrados a la sociedad de consumo.
Es un espectáculo triste y soberbio a la vez.
He compartido parte del viaje con un montón de mujeres peruanas.
Ellas al darse cuenta de cómo soy, dejaron atrás su prejuicio y compartieron
conmigo de una forma amable y hermosa. Inevitablemente, para mí, después de
haber estado en tantos círculos pseudoburgueses de mi país, a veces, incluso,
me molestaba su hilarante comportamiento…
Lamentablemente producto de la estupidez dogmatica que
poseen los ejércitos de nuestras naciones, la frontera entre las tierras es también
otro campo de batalla, donde los chilenos tratan mal a los peruanos y peruanos
tratan mal a los chilenos (salvo lleven el dinero suficiente para consumir).
Es un campo muy hostil que no debiese ser de esa manera.
Hoy ha sido el más triste de mis cumpleaños, salí a cenar
con una negra ecuatoriana en un restorán en el centro de Lima, ahí recién nos
conocimos, ella viajaba sola hasta su país y éramos los únicos dos extranjeros
que teníamos que pasar la noche en Perú, para el otro día continuar el
trayecto. Alojamos en el mismo hotel, ella, a pesar de mis besos y mis caricias
entre sus piernas, decidió ir a dormir pues estaba muy cansada… la dejé en la
cama y salí del hotel, nuevamente, hacía estas desconocidas calles, a beber y a
brindar en mi honor mientras fumaba un habano y recordaba a mis padres y mis
hermanos y a todos mis grandes amigos que he dejado en pos de esta aventura…
16/01/1987
Hoy ha sido un día largo que se torno raudo. Y quisiese no
hubiese terminado. Ayer lo pasé bien y mal. Detalles daré pocos: bohemia y
convivencia con mis hermanos trabajadores y una pequeña (por joven) burguesa (por
realidad) que me follé en el baño de un bar de mala muerte, en el cual nos
desnudamos, como clase, he hicimos saber quiénes somos y qué seremos. Debo confesar
que adoro ver y escuchar en mi mesa a una ricachona cediendo a mis encantos. No
es algo que suceda muy a menudo, a pesar de que, como encuadre, es una
situación que siempre le debe pasar a un poeta, a alguien como yo.
Mi amada Zara, mi enamorada mujer pintora, necesariamente
tiene que obligarme al infierno. Eso es una premisa que busqué en mi conciencia
el día que decidí tener una compañera eterna. Zara es mi mujer y moriré con
ella independientemente de todos los amores que pasen por mí y mi existencia. En
fin…
El día de hoy es distinto, ha sido pacifico y sublime. Un buen
día. Compré una bolsa de alimento para gatos, para darle de comer a unos
mininos salvajes que viven en la mansión abandonada que está al lado del
edificio que habito.
Compré vino y frutillas en conserva, compré cervezas y una buena provisión de
alimentos para el resto del mes, utensilios necesarios para nuestro hogar y
mucho queso. Zara está feliz, me cocinó un rico almuerzo, luego hicimos el amor
y se escapó a Quilicura a ver a Amapola. Yo llamé a mi Amparo. Ella llegó
mientras yo solo, me quedaba dormido soñando con lo que no tengo.
Siempre me ha gustado esta mujer, me despertó y siempre me
ha despertado. Todo su movimiento es seductor, como se viste y como camina. Se acostó
en mi cama (la cama de Zara y mía) y a mi lado, se puso a leer unos versos
Japoneses que había obtenido en una biblioteca pública, la besé y nos
acariciamos de una manera patológica.
En este punto ya el día era perfecto. Un día maravilloso que
bien hubiese podido ser el fin del mundo.
Hicimos y conversamos miles de temas existencialistas,
salimos a caminar por el parque Bustamante, como un par de adolescentes que
creen que el amor de pareja es infinito.
Al rato llegó Zara con nuestra hija, Amapola.
La pequeña, temblorosa, también, en su ser disfuncional, se
comportó a la “altura de la situación” disfrutando y poniendo atención a los
escritos que declamaban los adultos embriagados.
Bebí y les ley algunos de mis nuevos poemas. Ellas también leyeron
(a un autor francés, creo). Me vanaglorie de las presencias de mis mujeres, a
las que más amo.
Este día ha sido perfecto, salvo que siempre me atormenta la
idea de mi futuro incierto… mañana debo ir a votar el destino de mi patria, que
siempre me ha parecido funesto…
Temo que la derecha neofascista gane en las elecciones con
su especulador embaucador y seductor.
Esta noche, creo, por este asunto, no dormiré en paz.
3/16/2013
El poeta agoniza frente a las vicisitudes cotidianas,
como un perro que atropellan en mitad del desierto.
Pensar en el viernes acorta el tiempo tanto
como esperar el fin de mes para resucitar alegre
en pequeños espacios de conciencia exacerbada,
después de trabajar para nada de nada
(más que unas monedas para comprar
soluciones inmediatas al hastío perenne
de vivir pendientes del discurso del rey)
para ser solamente un viejo que habla.
El compartir el espacio con cadáveres: naturaliza
el escalofrío constante de caminar por Ahumada.
Pero nada se compara a un crimen perfecto de adolescencia,
responsabilidades dejadas en la ilusión de los padres,
peligros constantes en la oscuridad de la noche,
el azar que favorece los relatos del sabio,
las decisiones que tantean el absurdo y el error
y que no obstante dejan el amor grabado en la habitación
del mismo motel con una mujer diferente
cada quincena, tatuándote un nombre en el corazón.
Los años pasan como trenes que arrollan sueños
amordazados en mitad de la línea del tiempo verdugo
inclemente.
Y si es muy temprano para contemplar la vejez,
debe ser ese toque de prematuridad
que siempre ha caracterizado a los eternos como yo…
Ya no morí a los 27 años…
en el Ello, incluso, tratándose de tautologías el trascender
carece de sentido.
Yo tengo lo mío y lo demás son competencias tacañas,
Autos-plasmas-mansiones y apariencias
Y si las apariencias engañan
bésenme los calzoncillos
pues para volar se necesita vida y los pájaros se caen de
los nidos
cuando la lluvia llega antes de tiempo.
Ahora te tengo como una presa y un tesoro,
verte desnuda no es solamente haberte quitado la ropa
en tus ojos hay una mezcla de duda
de culpa (sotanas, estirpes y domingos por la tarde)
de deseo (lenguas, juguetes y transgresiones al dogma)
y de drama (nadie me quiere a tu lado).
……………………………….¡Quién llevara el látigo de Zaratustra en sus
garras!..............
Quiero que sepas que no te debo nada,
que yo no existo pues la mediocridad con su niebla
oculta mi sombra en la luminosidad de las falsas expectativas,
que yo amo y vuelo
como el más noble de los reptiles que se camuflan con la
natura…
Que esto es sólo eso y las palabras determinan cada suceso.
Quiero acabar en tus intestinos cual un pedazo de carne más,
de esos que posados en la insana parrillada de los afectos
encontrados de frente con contradicciones,
se queman a fuego lento, en una cocción tan lenta
que resulta inevitablemente dolorosa
y por ende inolvidable…
2/16/2013
Habían días en que la vida dolía
todo
en derredor borroso tenía el aspecto
de entregar un final aburrido
pero lleno de pena y de gloria.
Por esas razones que bien cerca están de la locura,
las maneras de escapar anestesiado poseían
en sí mismas las manos frías de la muerte y otros
conflictos.
No puedo decir que el infierno sea demasiado maligno,
después de todo, sólo es habitado por otros ángeles
que resbalaron de las nubes, beodos
por la osadía de bailar una inquietante danza
cuando el agobio de las reglas les impedían el vuelo
de la libertad absoluta: la sin definición.
Yo olía como los demonios más grotescos,
las lágrimas secas hieden el fulgor de un cadáver antiguo.
En la casa de Madre se acostumbraba a beber
de esa forma satánica que rehúye de los complejos psíquicos
endógenamente tatuados a fuego
y los domingos inconscientemente te empujaban a dormirte
temprano.
De viaje a mi guarida era menester llevar una ofrenda
y en el altar del hielo iniciar el ritual de las copas que desaparecían.
Así vivía bebiendo, encontrando en el sistema límbico algún reptil
que me empujase hasta los sueños de manera instintiva y
amorosa.
Y caminaba como un sonámbulo en espera de una cubeta con
agua.
Yo creo en los milagros
y estoy demasiado lejos de algún Cristo.
Amparo y Leyla eran los sinónimos de esa sensualidad dura
que tumbaba a los ojos de los anhelantes púberes
en las poluciones diarias provocadas por la imaginación
perversa.
Sus vestidos cortos y ajustados como una serie de orgasmos
múltiples y fantásticos en la región menos explorada de soma,
me hacían ver al lado de sus monumentos
como una especie de rey o sacerdote egipcio
estampado por la sobriedad de unos años locos:
con sobrero y guayabera agarrado de ambas cinturas.
Ellas siempre llegaban cual un par de mágicas hadas
a los albores melancólicos de mi suicidio.
Y aquella noche,
de domingo,
me obligaron a tomar,
un baño de perfumes y cariños
que me llevaron nuevamente
hasta la insondable oscuridad de la bohemia que mantenía vivo.
Jamás me han gustado los edificios de menos de cuatro pisos.
Menos aún si son de color azul o amarillo. Su disposición “arquitectónica”
mediocre con baños sin ventanas y dormitorios inutilizables, su plan de urbanismo
que contempla una plaza seca con unas cuantas bancas de cemento, algunos juegos
destruidos por los niños salvajes y pequeños almacenes de barrio en los
primeros pisos del block, casi siempre todo de la mano con alguna droga
callejera y dura, pandillas y pleitos producidos por la ausencia de sentido
común. Siempre me he preguntado ¿por qué los pobres no tienen derecho a la
belleza: a los detalles y finas terminaciones, a las áreas verdes-verdaderamente
verdes? Aunque debo reconocer que en ocasiones, sobre todo cuando los pobres callan
y no reclaman y se resignan y se dejan engañar por pilluelos politiqueros o
religiosos, pienso que solamente tienen “lo
que se merecen”. Es triste que las violencias de unos pocos y los profundos miedos
que produjeron, le hayan robado a una clase social completa el derecho a soñar
en paz y el derecho a decidir su destino.
Otra cosa son los postergados circunstanciales, algunos
estudiantes pobres de fuera de la ciudad, algunos trabajadores errantes que recorren chile de barrio en barrio y los
perros que habitan las calles como si fuesen el gran patio común de los hombres
buenos que no pueden tener mascotas aunque lo deseen. Estos últimos son el
motivo de mi relato.
Los historiadores suelen engrandecer e inmortalizar las
hazañas del hombre: mejor dicho, de los varones que generalmente suelen ser
militares: mejor dicho, de los generales y los emperadores que generalmente echaron
todo a perder. La historia del hombre es la historia de la guerra y el
salvajismo, es la eterna historia de los ganadores y los perdedores.
Ciertamente se cuentan otras historias, pero las excepciones
no configuran una regla ni un juicio a priori, mucho menos, y sobre todo en las
cabezas más mezquinas, una realidad.
Yo contaré una historia para inmortalizar a un verdadero héroe,
que sufrió y sobrevivió a las vicisitudes más extremas (sin afán de desmerecer
a otros personajes humanos de iguales características, pero que aún así tenían
una ventaja significativa sobre mi protagonista por el hecho de ser hombres). Su
nombre no lo supe hasta el día de ayer, cuando una mujer anciana que atiende
mañana tras mañana un pequeño kiosco de periódicos se me acercó no sin algo de
desconfianza, al observar que cada día pasaba a ver, alimentar e incluso
algunas veces a jugar, con un anciano perro café que estaba ciego de un ojo,
pero que sin embargo era evidentísimo que en su tiempo de juventud y plenitud
canina, en sus tiempos de gloria de macho alfa, fue un can poderoso y bien
cuidado, que estaba siempre echado bajo la techumbre de la garita.
La anciana me preguntó: - ¿A usted le gustan los perros?-
-En realidad amo a la naturaleza y sobre todo a la que se
manifiesta de forma amorosa- repliqué.
-Ah! Qué bien, no existe mucha gente así, ahora-
-Es verdad- dije.
La mujer sexagenaria, comenzó a explicarme qué ella llevaba
mucho tiempo en esa (para mí) horrible selva de cemento, que antes las cosas
eran mucho mejor y todo eso que suelen decir los viejos… Y qué conocía al
chucho desde que nació, incluso conoció a sus padres y a los dueños de sus
padres: una pareja de ancianos bondadosos que vieron morir a sus mascotas y adoptaron
a aquel vástago de sus queridos, hasta el día en que lamentablemente también fallecieron
y el perro café aún era cachorro.
Un cuento aparte y por todos conocido, es que la mayoría de
la chusma suele ser, hoy por hoy, lo suficientemente indolente como para
olvidar de sopetón cualquier cosa que los relacione con sus raíces (más aún si
sus orígenes no son burgueses). Los hijos “integrados” suelen vender la humilde
casa de sus progenitores para repartirse en los juzgados algunos millones que
los ayuden a seguir olvidando su pasado. En este caso, aquel cachorro, al no
ser de raza, no era objeto de alguna transacción económica y ciertamente no
tenía el valor existencial (ya que para estos palurdos ni siquiera su familia
existe) para hacerse cargo de la responsabilidad de una vida. Abandonaron al
perro en la calle y desaparecieron como si nada.
La viejecita del kiosco, en esos años, motivada por su
corazón cristiano y su romanticismo de épocas mejores y su sentido comunitario:
un sentido social que cada vez está en mayor peligro de extinción, no tuvo más
remedio que hacerse cargo, dentro de sus posibilidades, del cachorro, abandonado
y triste. Lo vio crecer y adaptarse estoicamente a su “nueva vida”, a su vida
de calle, a su vida de patio común entre los edificios feos de una población,
en donde todavía subsisten algunas almas nobles que valoran a estos hermanos
menores que siempre ofrecen un gesto de alegría y gratitud a pesar de la
decadencia que afecte a su entorno…
Esta es la historia de SUEC, un perro héroe, ahora infinito…
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